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Estas tres capitales europeas conforman un itinerario histórico único para perderse entre palacios, parques, cultura y mucha vida.
Herederas de una rica cultura; Praga, Viena y Budapest reflejan el esplendor de sus días en bellos edificios y monumentos históricos. Cada una con su particular encanto, resulta difícil elegir una sola. ¿Por qué no quedarnos con las tres?
A través de este clásico itinerario descubrimos las joyas que encierran Praga y las dos antiguas capitales del imperio austrohúngaro. Un recorrido indispensable para todo aquel que tenga en mente viajar por la zona y disponga de tiempo suficiente para dedicarle al menos dos días a cada ciudad. El tren será nuestro aliado a la hora de movernos entre ellas debido a la poca distancia que las separa, lo que nos facilitará plantarnos en sus centros urbanos tras un viaje de entre 2 y 4 horas.
Aterrizamos en Praga dispuestos a patearnos sus calles de arriba abajo. El famoso Puente de Carlos sobre el río Moldava, el más viejo y seductor de la ciudad, la une con el Castillo, el coqueto barrio de Malá Strana y el parque Letna. En la Ciudad Nueva, la Torre de la Pólvora fue antiguamente una de las trece puertas de la muralla. Desde sus alturas se contemplan estupendas panorámicas. La Ciudad Vieja o Staré Město conquista con su plaza, en la que se alzan la iglesia de Nuestra Señora de Tyn y el Ayuntamiento con la emblemática torre del reloj astronómico, construido en 1410 para representar las órbitas del sol y de la luna.
Desde Praga podemos dar el salto a la ciudad termal de Karlovy Vary, cuya popularidad se remonta al medievo gracias a sus aguas terapéuticas, muy demandadas por personajes ilustres como Beethoven o Goethe.
Para llegar a Viena, el siguiente destino de nuestra ruta, atravesaremos Bohemia y Moravia en tren. Allí nos espera una ciudad majestuosa, concentrada principalmente en el casco histórico que se disemina entre largas avenidas y grandes parques.
Cualquier recorrido por la capital de Austria debe incluir la elegante Ópera de Viena, inaugurada en 1869 y en la que no debemos dejar de asistir a un ballet o un concierto. Los Museos de Historia del Arte e Historia Natural o la catedral de San Esteban, del siglo XII, con su llamativo tejado de azulejos, son otros de los puntos imprescindibles de Viena. También debemos visitar los palacios de Liechtenstein, Belvedere y Hofburg, antigua residencia real en la que merece la pena dedicarle tiempo al Museo de Sisi Emperatriz.
En menos de tres horas llegamos a Budapest ensimismados con los paisajes acompañados del Danubio que el trayecto en tren ha dejado a nuestro paso. A ambos márgenes de este río, Buda y Pest muestran dos ciudades distintas en una misma. Fue en 1873 cuando se unieron magnificando su esplendor arquitectónico.
Buda, entre colinas, es la más antigua y donde se reparten residencias y otros lugares reseñables como el Bastión de los Pescadores, desde el que obtendremos las mejores vistas de la urbe con el Parlamento como protagonista, el segundo de mayor tamaño en el mundo tras el de Reino Unido. El castillo, antigua residencia de los reyes de Hungría, también ocupa Buda. Para subir hasta él es recomendable coger el funicular.
Cruzando el puente Margarita o el antiquísimo Puente de las Cadenas, Pest vive más bullicioso entre acogedores restaurantes, cafeterías y comercios. La ruta continúa por el Teatro Nacional de la Ópera y la Plaza de los Héroes, reconocida Patrimonio de la Humanidad junto al Parque de la Ciudad. Para terminar este intenso viaje, nada como sumergirnos en las relajantes aguas de uno de sus afamados balnearios (Széchenyi, Gellert, Rudas,…) nutridos por las fuentes termales y manantiales que corren bajo los suelos de "la perla del Danubio".
En un viaje en tren siempre podemos ir admirando los diversos paisajes que forman el horizonte,
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