laamericaespanyola
El Camino Real, que en Perú era el Camino del Inca (Capac Ñan) y en el Rio de la Plata sería conocido desde el Virreinato como el Camino Real al Alto Perú, o también Carrera de Postas, comunicó ambas vertientes oceánicas en Sudamérica recorriendo una distancia de más de 4.500 km, ya desde el siglo XVI.
La conexión se logró por primera vez en 1545, cuando la expedición iniciada desde el norteño Cuzco por Diego de Rojas y finalizada por Francisco de Mendoza, llegó a los restos del Fuerte Sancti Spíritus en el Río de la Plata.
Aunque Buenos Aires había sido fundada en 1536 por Pedro de Mendoza, el cual había llegado desde España con una expedición de más de 1.500 personas, fue abandonada en 1540 y la capital se había trasladado e instalado en Asunción, Paraguay, en 1541.
El precursor en promover la ruta del Camino Real fue el oidor de la Audiencia de Charcas, Juan de Matienzo en su libro «Gobierno del Perú» de 1567, en las que describió las jornadas necesarias para transitar entre la ciudad de La Plata (Chuquisaca, Sucre) y el Río de la Plata, proponiendo fundar pueblos de españoles entre ambas.
Hasta esa fecha ya se habían fundado desde el Camino del inca en la hoy Bolivia, las ciudades de Tupiza (1536), La Plata (Chuquisaca, Sucre, 1538) y Potosí (1545) y en la hoy Argentina Santiago del Estero (1553) y San Miguel de Tucumán (1565).
El Virrey de Perú, Francisco Álvarez de Toledo, con el objetivo de poblar la región de Tucumán para crear un acceso al Océano Atlántico, le encomendó entonces en 1573 a Jerónimo Luis de Cabrera encontrar un lugar estratégico en el Camino Real que ya unía Lima y Potosí para conectarlo con el Río de la Plata. Aunque llegó más lejos de lo ordenado, en esa expedición fundó la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía (1573).
Pocos años más tarde, en 1580, se fundó definitivamente la ciudad de Buenos Aires, y desde la Gobernación del Río de la Plata, fue Rodrigo Ortiz de Zárate, el que en 1586 abrió el camino de vuelta a la ciudad de Córdoba.
Conectadas por fin ambas vertientes oceánicas por tierra a finales de siglo XVI, en un trayecto de más de 4.500 km (Perú 1.511 km, Bolivia 1.043 km y Argentina 2.118 km), el Camino Real se iniciaba en Lima y seguía por Cañete (1556), Huancavelica (1571), Ayacucho (1540), Andahuaylas (1533), Abancay (1574), Cusco, La Raya, Puno, La Paz (1548), Oruro (1606), Huanuni, Lagunillas, Potosí (1545), Santiago de Cotagaita (1570), Tupiza (1536), La Quiaca, Humahuaca (1594), San Salvador de Jujuy (1593), Salta (1582), San Miguel de Tucumán (1565), Santiago del Estero (1553), San Francisco del Chañar, Villa del Totoral, Córdoba (1573), Villa María, San José de la Esquina, Pergamino y Buenos Aires.
Los desniveles eran brutales, pasando desde nivel del mar en Lima y Cañete hasta ascender a Huancavelica a 3.720 m. de altitud y Potosí a 3.950 m. Luego, circulando por los Andes, con impresionantes abismos y quebradas, se recorrían cientos de kms entre subidas y bajadas, para finalmente descender hasta San Salvador de Jujuy a 1.240 m de altitud y ya en Santiago del Estero se llaneaba por la Pampa a 185 msnm.
Este increíble Camino Real, conectaba la enorme Audiencia y Cancillería Real de la Plata, Provincia de los Charcas, que fue creada el 4 de septiembre de 1559 dentro del Virreinato del Perú al que perteneció hasta 1776. Tenía una extensa jurisdicción con costas en el Pacífico y el Atlántico. En dicho año se crearía el Virreinato del Río de La Plata, incorporando también parte del territorio de esta enorme Real Audiencia.
La sede y capital de la Audiencia fue la ciudad de Chuquisaca, renombrada Villa de La Plata de la Nueva Toledo por los españoles, y quedando finalmente denominada como Sucre desde 1839.
En la articulación del territorio acontecida en América a partir del siglo XVI se aprovecharon algunos de los trazados prehispánicos y se construyeron nuevos tramos que hicieran seguro el tránsito de personas, objetos e ideas.
Numerosas infraestructuras construyeron los españoles, tanto en el antiguo Camino del Inca, como en las llanuras de la Pampa, algunas de las cuales, de las que se conservan, mencionamos a continuación.
Además de las ciudades ya reseñadas, senderos, puentes, pozos, canalizaciones, posadas, ranchos e iglesias, jalonaban el Camino.
El puente de Pachachaca construido en 1654, a 2.150 metros de altitud, sobre el río Pachachaca o Abancay, afluente del Apurimac, uniendo las ciudades de Andahuaylas y Abancay. Con un marco de 22,10 metros de luz y 25 metros al espejo del agua, tiene una longitud de 36 metros.
Mas adelante entre Oruro y Potosí se había construido en 1651 el puente de San Bartolomé sobre el río Pilcomayo en Yocalla, también conocido como «Puente del diablo«.
Aunque es una estructura simple, con un único arco de medio punto, de 9 varas (7,65 m) de radio, construido con dovelas de piedra labrada asentada en argamasa de cal, permanece intacto en la actualidad, como el puente anterior. La luz es de 15,30 m y la altura desde el lecho del río hasta la bóveda del arco es de 11,40 m. El ancho total de la estructura es de 8 varas (6,80 m). Toda la estructura mide 55 metros de largo.
Antes de llegar a la villa Imperial del Potosí en el pueblo de Salinas de Yocalla, entre 1743 y 1747 se edificó la iglesia de San Salvador. Fue construida por el doctor Don Felipe del Barrio Mendoza, hijo del general Don Lucas del Barrio, Alcalde Mayor de la Villa Imperial y Corregidor de Cinti. La portada de esta iglesia de San Salvador en Salinas de Yocalla está conformada toda ella en piedra tallada y labrada a bisel. El interior de la Iglesia se halla prácticamente en su totalidad decorado con pintura mural, al parecer hechas al fresco y en colores minerales: rojo, naranja, cadmio, verde, azul y negro.
Pasada la villa imperial de Potosí, en la quebrada de Humahuaca encontramos la iglesia de la posta de Hornillos construida en 1772. La Posta posee 19 habitaciones y dependencias menores dispuestas en torno a tres amplios patios sucesivos. Las paredes fueron construídas con adobe revocado y encalado. El techo es de torta de barro con tirantes de madera de cardón, es decir utilizando técnicas y materiales propios de la región.
En Purmamarca, a 180 km de Salta, encontramos el espectacular paraje del Paseo de los Colorados, y en el pueblo vemos la pequeña iglesia de Santa Rosa de Lima, construida en 1778, aunque su origen se remonta al siglo XVII, según data en el dintel de la puerta de entrada de la fachada (1648). Fue levantada con materiales autóctonos que aún perduran: muros de adobe y techumbre ejecutada en madera de cardón y torta de barro.
En la provincia de Salta, entre Salta y San Miguel de Tucumán, se construyó aproximadamente en torno al año 1700, la posta de Yatasto. Constaba de cuatro habitaciones en la planta baja y una en la planta superior.
En la región de Córdoba y antes de llegar a su capital, se conservan de forma excelente algunos de los lugares y postas que formaron parte del Camino Real. La historia de Córdoba se encuentra a lo largo de este camino, pasando por las Capillas y Estancias Jesuitas construidas, casi todas, entre 1590 y 1767.
Así, viniendo desde el Norte nos encontramos con:
La Posada del Tigre o Posta del Pozo del tigre desde 1771, poco antes de llegar a San Francisco del Chañar. Su nombre se debe al tigre americano que poblaba la zona, y atacaba a las personas. Es la primera en la provincia de Córdoba llegando desde el Norte.
A 207 km de la ciudad de Córdoba, en el Área Norte de la provincia, encontraríamos la Posta de el Chañar, ubicada en la localidad de San Francisco del Chañar. Formó parte del trayecto original del antiguo Camino Real y durante la época española funcionó como un importante centro de descanso y aprovisionamiento para comerciantes, ejércitos e intelectuales. Inicialmente llamada «Cachi» que significa cambio de ruta para los animales, se componía de varios ranchos y
corrales, y un pozo de agua para los viajeros que pasaban por ese lugar. Al frente existía una ensenada o represa natural, que servía como abrevadero para los animales. que en lengua quechua significa “lugar de sal”.
A 5 km de la anterior, encontramos la hoy rehabilitada Posta “Las Piedritas” , de la que se tienen noticias desde 1750.
A 185 km de la ciudad de Córdoba Capital, encontramos la Posta de San Pedro el Viejo, ubicada en el poblado de San Pedro Norte. Su primer dueño fue Don Pedro Luis de Cabrera, hijo del fundador de la ciudad de Córdoba, quien la construyó en el año 1602. Antiguamente el establecimiento contaba con 5 cuartos y una galería con ocho pilares de algarrobo; las paredes eran de adobe y los techos de cañas y teja. Fue un importante centro de descanso y aprovisionamiento para el paso de viajeros, comerciantes, arrieros y caravanas que iban desde Lima a Buenos Aires y viceversa.
Dentro de la hacienda se encuentra ubicada la Capilla de San Pedro conocida también como “San Pedrito”, que fue construida entre los años 1650 y 1690, siendo ésta la capilla más antigua de la Provincia de Córdoba y se encuentra en perfecto estado de conservación.
Esta capilla edificada muy cerca del casco del pueblo, es de estilo macizo, destacándose una torre cuadrada de aproximadamente 15 m de largo por 6 de ancho. Es de una sola nave con un pequeño atrio a cobijo, con coro y sacristía.
A 55 km de Córdoba, está la estancia de San Pablo de Sinsacate. El lugar fue otorgado en merced al capitán Miguel de Ardiles en el siglo XVI y luego a Alonso de Herrera y Velasco en el XVII. El edificio que data de 1709, es de ladrillos asentados en barro, elevado unos 50 centímetros, con techos de tejas, pisos rústicos de piedra y paredes de 80 centímetros de espesor, con 6 habitaciones que poseen ventanas y puertas de madera orientadas hacia la galería del frente. Hay puertas que comunican las salas entre sí. A la izquierda se encuentra una pequeña y austera capilla, y posee un gran parque arbolado al frente y detrás del edificio. Desde el año 1748, con la creación del servicio regular de correos, comenzó a llamarse Posta de Sinsacate, siendo la más importante en el territorio cordobés.
A 20 km al oeste de la ciudad de Jesús María y a 70 km al norte de la ciudad de Córdoba, encontramos la magnífica Estancia jesuítica de Santa Catalina, de la que hay referencias desde 1622. Está localizada en un paraje rural en el que se conservó el entorno natural, convirtiéndose en un gran centro de producción agropecuaria con miles de cabezas de ganado vacuno, ovino y mular, además del obraje con sus telares y aparejos, la herrería, la carpintería y dos molinos.
Se le fueron sumando el resto de las construcciones como los claustros, los patios, las galerías con bóvedas de cañón, los talleres, caballerizas, depósitos, huertas y rancherías.
Antes de llegar a Córdoba encontraremos en el Camino Real la estancia del Rey o de Jesús María y la casona de Caroya. De la estancia hay referencias desde 1618 y actualmente se mantienen en pie la antigua residencia de obraje y el templo.
La estancia se caracterizó por la producción vitivinícola que alcanzó un alto grado de desarrollo y calidad, y que se ha prolongado en el tiempo constituyendo hoy una característica de la zona.
La casona de Caroya se localiza en la colonia Caroya, a 44 km de Córdoba con referencias desde 1616. En 1661, la hacienda fue adquirida por el fundador del Colegio Monserrat, el Presbítero Ignacio Duarte y Quirós, quien logró transformarla en una pródiga tierra con producción de maíz y trigo, frutas, vino, miel y algarrobo. Con esa producción ayudó a sostener el establecimiento educativo y, además, usó el lugar como solar veraniego de sus alumnos.
Al sur de la ciudad de Córdoba, desde finales del siglo XVII se podía encontrar la posta de Saladillo de Ruy Díaz. Esta posta era importante porque viniendo desde Buenos Aires, el Camino Real se bifurcaba. Uno era el Camino Real del Oeste en dirección a Cuyo, que pasaba por Mendoza y finalizaba en la costa de Chile; el otro iba hacia el Norte y era el Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la actual ruta 9.
A estas llanuras entre Córdoba y Buenos Aires los españoles que venían desde Cuzco las llamaron pampas, que en quechua significa plano o llanura. Por extensión se denominó pampas a los nativos que las habitaban.
De enorme utilidad para las incipientes comunicaciones, el Camino Real posibilitó el crecimiento de las localidades intermedias entre Lima y Buenos Aires. Las vías de comunicación durante la época de control español fueron diversas, pero el itinerario más seguro y transitado fue el ya comentado, el esbozado por el Gobierno del Perú y publicado en 1567 por Juan Matienzo.
Para la región del Río de la Plata, El Camino Real que unía Buenos Aires con Lima formaba parte de una importante red Intercontinental, fundamental para su desarrollo. Se extendía a Córdoba, y desde allí a Tucumán y la Audiencia de Charcas.
En 1663 la ruta había sido elevada a la categoría de Camino Real por orden del gobernador del Río de la Plata José Martínez de Salazar y a finales de ese siglo ya se encontraba consolidado.
Inicialmente se dictaron ordenanzas de caminos reales y tambos que pasaron a llamarse posadas o ventas y mesones, reglamentando su administración, pero hasta mediados del siglo XVIII no comenzó el sistema de postas.
Antes del establecimiento de las postas, cada correo o viajero debía llevar consigo una tropilla de caballos que necesitaba para su relevo en cada jornada. A estos correos se les denominaba «propios», puesto que eran despachados por un comerciante o una autoridad y su costo era abonado íntegramente por cada viaje.
En estos establecimientos, antes de su regulación, apenas había comodidades: dos o tres cueros de buey estirados cada uno sobre cuatro postes clavados en el suelo servían de cama, y a veces de mesa; también había dos o tres bancos formados por cabezas de vaca. Según el relato de algunos viajeros de la época, en muchas de ellas debían conseguirse hasta la leña para el fuego; por ello, preferían dormir debajo de las carretas por el temor de los insectos.
Las distancias se medían en leguas de posta que equivalía a unos 4 km. Según esto, la distancia que separaba Buenos Aires de La Quiaca era de 475 leguas, aproximadamente 1.900 km, y de la Quiaca a Lima el tramo a recorrer era de unas 530 leguas, aproximadamente 2.100 km.
En carreta el trayecto diario recorría 4 leguas (16 kms), y a caballo la distancia promedio que podía recorrer un jinete era de 8 leguas por día (32 kms). Estos tiempos significan que para ir de Buenos Aires a Lima a caballo se necesitaban 4 meses.
Las caravanas que salían desde Buenos Aires por esta ruta, llegaban en carreta hasta Jujuy y luego se continuaba a base de recuas de mulas; así el viaje se podía prolongar hasta 8 meses. La capacidad de carga era limitada: una carreta tirada por bueyes podía acarrear 1.500 kilogramos, mientras que una mula transportaba 150 kilogramos. Una caravana solía llevar unas 40 mulas, pero en ocasiones se realizaban viajes con centenares de mulas. El Ejército de los Andes utilizó 10.000 mulas para transportar todos sus enseres y armamentos.
Sin embargo, en la práctica el viaje desde Buenos Aires a Lima o a la inversa de un chasqui (mensajero) a caballo del servicio de correos, lo podía hacer en un tiempo de entre 30 y 40 días, a razón de 30 leguas diarias. Este tiempo extraordinario para la época sólo se pudo lograr por la existencia del Camino Real.
LAS POSTAS DE LA CORONA
El Camino Real alcanzó toda su relevancia para el transporte en el futuro Virreinato del Río de la Plata al crearse en 1748 el Servicio de Correos y Postas por iniciativa de Domingo de Basavilbaso, que por este motivo es reconocido como el padre del correo argentino. La clave del nuevo servicio era la cadena de postas que jalonaban el camino.
Las postas fueron lugares de recambio de caballos que permitían que los viajeros pudieran continuar su camino utilizando caballos frescos, dispuestas a una distancia de entre 4 y 8 leguas. En general, sus construcciones austeras, con paredes de piedra y adobe, techos de paja y escaso mobiliario, brindaban comida y alojamiento a viajeros y arrieros. A partir de las ordenanzas se exigían una serie de comodidades para el viajero, pero en general eran bastante precarias.
Otras postas llegaban a ser verdaderas posadas o contaban con una pulpería o se trataba simplemente de la vivienda del maestro de posta. Ningún viajero podía llevar caballos propios, debiendo tomarlos en cada posta del camino, pagando los derechos según la tarifa establecida.
En 1762 se dictó la «Ordenanza que deben observar los funcionarios de correos, caminos y postas«. Esta ordenanza estableció oficialmente la localización y condiciones de las postas y los caminos que las comunicaban.
En 1769 el oficio de Correo mayor de Indias y Tierra Firme pasó a ser un servicio público detentado por la Corona, repercutiendo notablemente en las comunicaciones virreinales al crearse reglamentos de postas que regularizaron y normaron el servicio de correos y su uso por funcionarios, comerciantes y todo tipo de viajeros.
Las primeras postas como servicio público fueron establecidas a partir de 1771. Ese año, el visitador Alonso Carrió de la Vandera, comisionado por la Corona para el «arreglo de Correos y Estafetas, situación y ajuste de postas», entre el 5 de noviembre de ese año y el 6 de julio de 1773, realizó el recorrido entre Buenos Aires y Lima, midiendo 946 leguas y marcando 117 postas.
En 1791, Manuel de Basavilbaso, hijo de Domingo, y a la sazón Director de Correos de Buenos Aires, se encargó de redactar un pormenorizado «Reglamento de Postas«, que debía ser cumplido por todas las postas establecidas en el territorio del Virreinato del Río de la Plata. El Reglamento estableció que cada posta debía estar regentada por un «maestro de posta«, que debía ser auxiliado por dos «postillones«. Su obligación principal era la de disponer de un mínimo de 50 caballos, cuyo relevo debía realizarse en un tiempo que no fuera superior a cuatro minutos durante el día y a seis minutos por la noche.
Por su parte, «los postillones» eran jóvenes que acompañaban a los viajeros hasta la próxima posta y luego regresaban con los caballos. Apenas cambiados los caballos, emprendían de nuevo el viaje. Por eso, para establecer una posta era necesario contar con pastos y aguadas cercanos para alimentar a los caballos.
Hoy, algunos tramos del Camino Real han desaparecido, otras partes son intransitables y muchos trechos parecen caminos secundarios que atraviesan los campos.
El Camino Real al Alto Perú conocido también como el «Camino de la Historia«, que hoy se puede recorrer desde la ciudad de Córdoba hacia el norte, fue el eje de la vida, el intercambio comercial y el desarrollo económico tanto en los últimos decenios de la América española como durante su emancipación.
Para hacerse una idea de la dimensión de las distancias de este Camino Real podemos compararlas con una ruta Madrid-París de 1.200 km, añadiéndole al menos otra más, por ejemplo París-Moscú, de algo más de 2.800 km, que sumadas sobrepasan ligeramente los 4.000 km en total; todavía quedarían otros 500 km para igualar al imponente Camino Real entre Lima y Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario