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Hay un Toledo imperial, otro ribereño a orillas del Tajo, uno más próximo a las sierras del norte y un último que se extiende por los llanos de La Mancha. En todos ellos sobresalen cinco pueblos llenos de encanto.
Consuegra
No hay un lugar en España donde podamos imaginar con tanta nitidez la lucha entre don Quijote y los molinos de viento que imaginaba gigantes. En el cerro de Caldericos, a un lado del castillo de La Muela, se alzan los molinos de viento que son el símbolo de la encantadora localidad toledana de Consuegra. Aún funcionan y tienen sus puertas abiertas convertidos en pequeños centros temáticos y museos etnográficos. Consuegra es el típico villorrio manchego rodeado de planicies. La ciudad está a los pies del cerro, tiene un ayuntamiento del XVII, un museo arqueológico y una fiesta consagrada al azafrán este mes de octubre, una de las fuentes de la economía local.
Oropesa
Oropesa es un modo de anclarse en la edad media, pasear las calles estrechas y descansar a los pies de casonas edificadas como fortificaciones por hidalgos de nobles apellidos y apreciadas gestas. La Campana es el nombre de la comarca que acoge esta localidad rodeada de encinas, olivos y cereales, próxima a Talavera de la Reina y el cauce medio del río Tajo. Hay iglesias barrocas y palacios solariegos, pero todas las miradas nos conducen hacia su castillo convertido en el segundo parador de turismo abierto en España después de Gredos en 1930. Su imponente torre del homenaje es un mirador frente a la campiña toledana y la serranía abulense.
Tembleque
Es como una inmensa corrala, quizá la más grande que se conserva en España, un lugar de encuentro, una encrucijada urbana de vecinos, paseantes y foráneos. La plaza Mayor de Tembleque fue una corrala de comedias y albergó, entre otros festines, corridas de toros. Hoy es el emblema de un pueblo orillado a un lado de la autovía que une Madrid, La Mancha y Andalucía y prototipo de las más bellas ágoras del barroco español del siglo XVII. Tembleque, además de esta soberbia estructura de cal, madera y piedra posee un palacio conocido como Casa de las Torres que espera una futura utilidad hotelera.
El Toboso
Dos esculturas en la plaza de El Toboso nos expresan la idealizada devoción que don Quijote sintió por Aldonza Lorenzo, su mítica Dulcinea. Él está de rodillas y ella aguarda sus palabras, los dos junto a la iglesia de San Antonio Abad. El Toboso es una de las mecas cervantinas, un pueblo de obligada visita para los amantes de la más inmortal de las novelas en lengua castellana. Hay una casa museo dedicada a Dulcinea, un Museo Cervantino y hasta un Museo del Humor Gráfico. Y junto a todo eso el pueblo toledano nos enseña sus casonas señoriales, sus ermitas barrocas y los campos de labranza que esperan los pasos del caballero de la Triste Figura a lomos de Rocinante.
San Martín de Montalbán
Hay dos cosas que hacen encantadora la visita a la pequeña localidad de San Martín de Montalbán. Una de ellas es su castillo. O lo que queda de él. Y la segunda la obligada visita a la ermita mozárabe de Santa María de Melque, una de las joyas patrimoniales más importantes no solo de Toledo sino de toda la comunidad. Ambas fueron entregadas por Alfonso VIII, el rey que venció a los almohades en la célebre batalla de las Navas de Tolosa de 1212, a la orden de los Templarios. Envuelta por la leyenda, la magia y las elucubraciones, la fortaleza defendió durante décadas esta marca y su ermita fue consagrada como lugar de culto donde juraban fidelidad los monjes soldados.
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