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Ponemos rumbo a Japón para visitar uno de los parques estrella del país, lleno de templos, santuarios y ciervos con los que interactuar.
Hay un lugar en Japón donde miles de ciervos juguetones se interponen en el camino del viajero, pero en son de paz: son mansos, se dejan fotografiar e incluso dar de comer. Ese lugar es el Parque de Nara, situado a los pies del monte Wakakusa en la localidad de Nara, una de las más turísticas de Japón en medio de la isla principal.
Los viajeros que se apunten a la próxima Expedición VIAJAR a Japón, organizada por la revista VIAJAR y Azul Marino Viajes, podrán conocer al detalle este singular parque acompañados por la periodista experta en viajes Elena Ortega. La fecha del viaje es en otoño, la época perfecta para admirar los colores rojizos en las copas de sus árboles en ese espectáculo que en japonés se conoce como koyo o momiji.
Más de 600 hectáreas ocupa este parque lleno de templos, santuarios y lagos. El templo más famoso es el de Todaiji, fundado durante el periodo Nara (710-784), cuando la ciudad de Nara era la capital de Japón. Patrimonio de la Humanidad junto a otros monumentos históricos de la antigua Nara, el templo Todaiji tiene en su interior el Buda de bronce más grande del mundo, con 15 metros de altura y un peso de unas 300 toneladas.
A poca distancia de este Gran Buda se encuentra el templo Shinyakushiji, conocido por albergar otro Buda, pero de menor tamaño. Se trata del Buda de la medicina, tallado en una sola pieza de madera.
También es muy famoso el santuario Kasuga Taisha, uno de los lugares más sagrados de todo Japón. Dedicado a una gran cantidad de dioses, unos 2.000 farolillos de piedra a lo largo de un camino conducen a su edificio principal, que también alberga más de 1.000 farolillos de bronce.
Ciervos o dioses
En cuanto a los ciervos, aunque son esencialmente salvajes, se puede interactuar con ellos y hasta está permitido darles shika senbei, unas galletas de arroz y otros cereales que se pueden comprar en el mismo parque.
Estrechamente relacionados con los dioses, una leyenda cuenta que en el año 768, uno de los cuatro dioses del santuario Kasugataisha viajó hasta uno de los montes de Nara en un ciervo blanco, de ahí que desde entonces los ciervos se consideraran animales sagrados y matar a uno se castigaba con la muerte.
Hoy se sigue protegiendo a los ciervos en Nara como en tiempos ancestrales. Y debido a que los machos pueden mostrar algún carácter agresivo, se les cortan las astas sin dolor cada otoño en un ritual que ha continuado sin cambios desde el periodo Edo y al que pueden asistir los visitantes del parque en esta época del año.
La foto ideal para captar a los ciervos desplegados por el parque es la que se realiza desde la montaña Wakakusa, sobre todo al atardecer, donde hay además unas increíbles vistas de la ciudad de Nara.
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