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Edificios en ruinas, un estanque escondido o un templo masónico… descubre estos diez sitios de la capital portuguesa que no aparecen en las guías de viajes.
Lisboa es el Castillo de San Jorge, el elevador de Santa Justa, sus pastelitos de Belem, la Plaza del Comercio, sus noches de fado, el barrio de Alfama y un buen bacalao à Brás. El viajero que ya conozca Lisboa, sabe que la capital portuguesa aglutina historia y cultura, gastronomía exquisita, paisajes espectaculares, una animada vida nocturna o arquitectura y diseño de primer nivel. Es, sin duda, la capital del street art, los azulejos y el suelo adoquinado.
Es una ciudad en constante movimiento y, cada vez que el visitante vuelve, descubre algo nuevo. Lo mejor, para aquellos que ya conocen los sitios imprescindibles de la ciudad es dejarse llevar, andar sin rumbo fijo, perderse entre los barrios menos turísticos y dejarse seducir por rincones mágicos e inexplorados por el turista que no se sale de la ruta preestablecida.
Las ciudades se descubren en los restaurantes a los que solo acuden locales, en los mercadillos alejados del centro de la ciudad, en las charlas espontáneas cuando nos hemos perdido y no hay carteles que indiquen por dónde andamos… ahí es donde está la magia.
Se dice de los lisboetas que son gente amable, acogedora y hospitalaria. Orgullosos de su ciudad y su patrimonio cultural, no dudan en tender una mano al viajero que necesite alguna sugerencia para salirse del sota, caballo y rey cuando se visita la ciudad.
Es difícil descubrir rincones nuevos en una capital que antes de la pandemia acogía hasta seis millones de visitantes al año, pero, aun así, vamos a intentar acercar al viajero algunos lugares frecuentados, sobre todo, por gente local y que seguramente acaben estando masificados en cuestión de meses.
Entre las propuestas, un paseo por una estación de metro de Lisboa que está considerada como una de las más impresionantes de Europa. Y no, no nos referimos a la de Picoas, con su acceso Guimard que recuerda a las estaciones parisinas. También vamos a adentrarnos en el espacio creativo LX Factory, situado en una antigua fábrica o en la playa más frecuentada por los amantes del surf, que no es la de Caparica, a la que se accede cruzando el Puente 25 de Abril.
Un cementerio, un mercadillo o un estanque de lo más bucólico se suman a este recorrido por los 10 lugares secretos de Lisboa… hasta ahora. ¡Qué los disfrutéis!
Encanto subterráneo: la estación de Olaias
La estación de Olaias se encuentra en la línea roja, entre las paradas de Alameda y Bela Vista y fue inaugurada en 1998. Esta parada de metro es un testimonio de la habilidad de los artistas y arquitectos portugueses para transformar un simple espacio de tránsito en una experiencia estética memorable. Por ello, merece ser paseada y disfrutada con calma.
El arquitecto Tomás Taveira fue el responsable de este proyecto arquitectónico, en el que destaca su exuberante policromía, junto a sus diez lámparas en metal y acrílico y la escultura en forma de pez situada junto al ascensor panorámico. Se cuenta, a modo de anécdota, que todo el presupuesto de ampliación de la línea roja se lo llevó esta estación.
LX Factory, amalgama de culturas y centro creativo
La vanguardia lisboeta tiene una cita en LX Factory, un espacio situado en los aledaños de una vieja fábrica que alberga tiendas vintage, puestos callejeros, restaurantes con las últimas tendencias culinarias y mucho street art.
Lo que hace tiempo era una destartalada área industrial a orillas del Tajo se ha convertido en un espacio creativo sin precedentes que supone un verdadero motor cultural para los jóvenes de la ciudad. Su oferta y precios asequibles lo convierten en un lugar al que ir sin prisas y con la mente abierta.
Cementerio de los Placeres, panteones acristalados
Visitar cementerios con un encanto especial o que albergan tumbas de personajes famosos es cada vez más habitual. Y en Lisboa nos encontramos con el cementerio de los Placeres, cerca del barrio de Campo de Ourique. Su nombre nada tiene que ver con la coimetrofilia (parafilia con una persistente, anormal e injustificada atracción por los cementerios) sino con el nombre de la antigua quinta que ocupaba el lugar en el que actualmente se encuentra el cementerio.
Numerosos cantores, escritores, pintores y presentadores de televisión portugueses reposan en este camposanto que destaca, sobre todo, por sus panteones acristalados que permiten ver los féretros ubicados en su interior.
Masonería lisboeta en la Gran Logia Legal
La Gran Logia Legal de Portugal, organización masónica fundada en 1802, es conocida por su papel en la historia de Portugal, ya que ha sido un importante centro de actividad masónica y política en el país durante más de dos siglos.
Normalmente, las logias masónicas suelen ser discretas y no se suele conocer su ubicación exacta, pero la Gran Logia Legal tiene una gran presencia pública en Lisboa, y su edificio es lugar de interés para aquellos viajeros que buscan conocer más sobre la historia y la cultura de la masonería en Portugal. Si el tema te interesa, disfrutarás mucho si visitas también la Quinta da Regaleira.
Una pagoda tailandesa en Belem
Todo aquel que haga una parada para degustar los famosos pasteles de Belem en la pastelería ubicada junto al convento de los Jerónimos, debería acercarse hasta los jardines de Vasco de Gama. En su interior hay senderos para caminar, zonas de juegos infantiles y una pagoda muy curiosa que se instaló en los jardines en el año 2012.
Esta construcción, conocida como Sala Thai, fue un regalo de Tailandia a Portugal debido a sus excelentes relaciones durante siglos. Fue transportada en barco hasta Belem y montada allí mismo. Conviene fijarse con detalle, ya que todas las maderas están ensambladas y no hay ningún clavo ni piezas de hierro.
Rua Nova do Carvalho: una de las calles más divertidas de Europa
Si preguntas por la Rua Nova do Carvalho a cualquier joven lisboeta, quizá no te sepa indicar su localización. Prueba a preguntar por la Pink Street y ya verás como cambia la cosa.
El distrito de Cais do Sodré, a orillas del río Tajo, sufrió una importante remodelación urbanística hace diez años, en el 2013 y, como resultado, muchas calles se hicieron peatonales. En una de ellas, la Nova do Carvalho, además, se pintó el pavimento de rosa y así nació la Pink Street.
Hoy en día es centro neurálgico de la marcha nocturna gracias a sus innumerables locales, su ambiente festivo y sus muestras de arte urbano en algunas de las fachadas; de hecho, el New York Times la nombró hace tiempo como una de las calles más divertidas de Europa.
Mercadillos callejeros: De libros y ¿ladrones?
¿Qué sería de una ciudad sin sus mercadillos? En Lisboa hay varios muy interesantes. Los amantes de los libros, por ejemplo, tienen una cita en Feira de Alfarrabistas. Todos los sábados, desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde, la Rua Anchieta se convierte en una librería callejera en la que poder encontrar primeras ediciones, y libros de coleccionista a precio de ganga. Si lo tuyo es más la ropa vintage, la artesanía y los complementos, entonces te toca visitar Feira da Ladra, en la Plaza del Campo de Santa Clara cualquier martes o sábado. El origen del nombre (da ladra) proviene de la idea de que algunos de los objetos a la venta podrían haber sido robados, aunque en la actualidad es un mercado legal y regulado.
Playa de Carcabelos, fina arena y olas de buen tamaño
Lisboa cuenta con interesantes playas, siendo las de Caparica, Conceição y Carcabelos las más famosas. No es esta última, por tanto, un lugar secreto; de hecho, es una de las preferidas por los lisboetas debido, sobre todo, a su buena ubicación. Se puede llegar fácilmente en transporte público y hay un gran aparcamiento en las inmediaciones. Además, lo bueno de esta playa, es que no te obliga a cruzar el Puente 25 de Abril, que suele convertirse en una auténtica procesión de coches en días festivos.
Carcabelos tiene una longitud de algo más de kilómetro y medio de fina y blanca arena y, nuestro consejo, es que te sitúes en alguno de los extremos, donde suele estar menos masificada. Eso sí, si prefieres participar en alguna competición playera, ya sabes, acude a las inmediaciones de las redes deportivas o chiringuitos playeros.
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