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El Aude: la cara oculta del mediterráneo. Una tierra de contrastes donde uno se siente como si estuviera en el fin del mundo.
Las islas bañadas por el sol contrastan con las laderas desérticas que inundan los paisajes grandiosos y preservados del litoral mediterráneo del Aude, en Francia. Uno de los destinos franceses más desconocidos que se ha mantenido alejado del turismo aún estando a 2 horas de Barcelona y a 5 de Madrid, con conexión directa en tren de alta velocidad entre España y Francia.
1. Leucate: Una de las playas más bellas del mundo
Con el acantilado como horizonte, senderos de viñas y piedra seca, Leucate es un espacio natural protegido. Su playa virgen y nudista a orillas del Mediterráneo, con calas y vistas únicas e inalcanzables, la convierten en “una de las playas nudistas más bonitas del mundo”, según The Richest.
Más allá, entre el mar y el estanque, en una naturaleza preservada, se superponen las filas de cabañas de colores de los ostricultores de Leucate. En sus atípicas terrazas, se aglutinan montones de conchas, utensilios de pesca y sombrillas que nos revelan que estamos en el lugar indicado para descubrir la producción de la famosa “Caramoun”. Una ostra que se cría en suspensión bajo las tablas, gracias a un molino eólico que recrea las mareas. No te vayas sin probarlas junto a un vino blanco, de “Vignobles du Cap Leucate”; ni sin antes subir a bordo de una chalana para disfrutar de uno de los atardeceres más bellos y románticos.
Y, si amas el kitesurf o el windsurf también tienes una cita en el manto marítimo de Les Corbières los 300 días de viento al año. Date una vuelta por las animadas plazas y las calles variopintas para observar las bonitas fachadas que se concentran en torno al castillo.
2. La Franqui: La mítica playa de los fenicios
Aguas de las galeras fenicias y costas dignas del balneario más antiguo de la costa del Languedoc, hacen de La Franqui una de las playas más míticas de Leucate. El balneario de culto contempla desde lo alto del acantilado blanco de Leucate, un bosque de pinos desde donde se puede disfrutar de una gran panorámica. Y, junto a él, el aire refinado del pasado, en forma de villas elegantes esparcidas entre pinares que aportan caché al lugar.
Caminar hasta el Rocher de La Sorcière por un sendero legendario; llegar a Leucate Village o a Leucate Plage; y, como no, darse cita con la beautiful people del Kitesurf y del windsurf mundial en las aguas turquesas y cristalinas de la playa de Coussoules son algunas de las opciones en La Franqui. Esta fabulosa playa de 8 km de arena dorada se encuentra atrapada entre el acantilado y el estanque, y cuenta con el macizo de los Pirineos como telón de fondo. Es alucinante observarla y pararse a pensar que en estas aguas navegaron las galeras fenicias en la Antigüedad.
3. La Palme: Una playa salvaje entre salinas y un pueblo medieval
La playa de Rouet, en La Palme, es una de las playas más bonitas y salvajes, en plena naturaleza. Cuenta con 2,5 km de arena fina a los pies de los Corbières marítimos; junto a las salinas de color intenso, uno de los principales lugares de cultivo de sal en el Aude.
La laguna de La Palme es lugar de visita habitual para las aves migratorias que vienen hasta aquí a anidar. Te sorprenderán las increíbles salinas de tonos blancos y rosas intensos; y, uno de los principales lugares de cultivo del oro blanco del Aude.
El pueblo medieval fortificado es otro de los lugares donde ir, porque atesora riquezas del pasado clasificados como Monumentos Históricos. Son puertas fortificadas, una barbacana, el puente levadizo y la torre del reloj; los “Capitelles” (esos pequeños refugios de piedra seca); o, la capilla de Saint Pancrace, en medio de viñas y garrigas, cerca del pueblo y de la antigua Via Domitia.
4. Doul: La playa que esconde el Mediterráneo
Peyriac-de-Mer no se encuentra en el Mediterráneo, no; sino unos kilómetros atrás, en las lagunas que bordean la costa, al final de los pequeños senderos. Aquí están las saladas playas de Doul donde uno flota como si estuviera en el Mar Muerto. Los pontones de las antiguas salinas nos obsequian con extraordinarias panorámicas al diminuto puerto de pescadores y nos conecta a la naturaleza, la fauna y la flora silvestre.
El pueblo cuenta con una animada plaza, calles que conservan las cruces templarias, pequeñas galerías de arte y antiguas casas de viticultores… Un pequeño museo arqueológico traza su historia desde la Prehistoria hasta la época romana.
5. Les Cabanes de Fleury: El fin del mundo
Es un auténtico paraíso náutico. Antes apenas era una aldea de pescadores, formada por sencillas cabañas de juncos. Ahora, Les Cabanes de Fleury es un pequeño pueblo marítimo situado en el corazón de vastos espacios de tierras salvajes y protegidas que le hacen merecedor del título del “fin del mundo”. Un lugar que seduce por su calma y naturaleza, por sus kilómetros de playas naturales y por la cercana laguna de Pissevache.
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