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Paredes verticales, curvas casi imposibles, viñedos que escalan bancales… La Ribeira Sacra nos ofrece la mejor postal surcando las aguas en un crucero por el Miño o el Sil.
Ha sido uno de los secretos mejor guardados de la Galicia interior, pero las noticias corrieron como la pólvora cuando afloró la riqueza que ocultaban los 21 ayuntamientos de la Ribeira Sacra entre el sur de la provincia de Lugo y el norte de Ourense. Su mayor reclamo, pero no el único, los valles horadados por los ríos Cabe, Sil y Miño.
Declarada Reserva de la Biosfera y protegida por la Red Natura 2000, te sientes pequeño ante la belleza que asoma desde cualquier perspectiva: hay infinidad de miradores con vistas al horizonte, senderos y caminos para recorrer caminando o en bici y toparse con mil sorpresas paisajísticas y monumentales a cada paso, pero los cruceros fluviales son una opción muy atractiva y práctica porque no hay muchos puentes y no es muy fácil cruzar de una orilla a otra.
La construcción de las presas y embalses por parte de Iberdrola en los años 50 y 60 del siglo XX (y que hoy gestiona la compañía en coordinación con la Administración) supuso el despegue económico y turístico y los cruceros fluviales son la actividad preferida para subyugarse con la obra de la madre naturaleza.
La capital de la Ribeira Sacra
Solo hay una ciudad, Monforte de Lemos, en los 625 kilómetros de la Ribeira Sacra. Su mayor joya es el colegio de Nuestra Señora de la Antigua, el conocido como Escorial de Galicia. Sobre la colina se levanta el conjunto monumental de San Vicente do Pino, formado por el monasterio de estilo neoclásico y el palacio de los Condes de Lemos, junto al castillo del siglo XII, que conserva su torre del Homenaje y una parte de la muralla. La capital es el punto de partida de nuestra inmersión en este paraíso interior gallego pues desde aquí salen los autobuses lanzadera hasta los distintos embarcaderos que conducen al crucero fluvial elegido para explorar la Ribeira Sacra.
Paisaje noruego sin salir de Galicia
El silencio se siente en el paisaje protagonizado por paredes graníticas, casi verticales, que se elevan en algunos puntos hasta alcanzar los 500 metros.
Gracias a los embalses de San Pedro y Santo Estevo, el Sil es navegable en un tramo de 24 kilómetros desde los embarcaderos de Santo Estevo (Nogueira de Ramuín), Abeleda (Castro Candelas), Ponte do Sil (Monforte de Lemos) y Os Chancís (Sober).
De todos ellos salen excursiones en catamarán para realizar tranquilas excursiones fluviales de más de una hora de duración que se adentran en la parte más abrupta del cañón, que recuerda a un pequeño fiordo; ofrecen una vista de cerca de las vides heroicas que pueden escalar una pendiente del 80 %; recorren sus meandros y se acercan a muchos otros rincones pintorescos inaccesibles desde tierra, incluso se vislumbran desde abajo los miradores que se adentran en el desfiladero desafiando las alturas.
Además de las impresionantes vistas, el trayecto fluvial es una auténtica inmersión cultural pues el guía relata cómo se formó el cañón, pero también ofrece información sobre la historia, tradición vitivinícola, cultural, religiosa…
En el Miño también hay cañones y meandros, pero el paisaje de la Ribeira Sacra en esta zona no es tan abrupto. El río y demás fuerzas de la naturaleza han sido más benevolentes con el terreno y han diseñado unas formas más suaves en las que se asientan pueblos pintorescos. Los embalses de Belesar y de Os Peares contienen las aguas del río más importante de Galicia. Hay cuatro embarcaderos, el de Belesar (O Saviñao), Maiorga (Patón), Os Peares (Carballedo) y Pincelo (Chantada). Desde el de Belesar sale un catamarán para realizar una excursión en la que se recorre el río, se ven desde la embarcación los viñedos en pendiente, pero también se desembarca para visitar bodegas y un ecomuseo.
Viticultura heroica
Con el sudor y trabajo de los esclavos, los romanos poblaron de vides los laderas de las riberas del Miño y el Sil, una orografía imposible que salvaron con terrazas. Más tarde, en el siglo VI, los monjes asentados en la zona modelaron definitivamente el paisaje con los bancales y convirtieron el vino en un motor económico.
En 1996 se creó la Denominación de Origen Ribeira Sacra para proteger estos caldos tan diferentes. Actualmente, los viñedos ocupan 1.250 hectáreas y se producen entre 5,5 y 7 millones de uvas. Mencía es la variedad estrella, pero también se plantan otras cepas autóctonas de uvas tintas y blancas que atrapan el sabor del paisaje. Hay más de 90 bodegas, muchas de ellas tradicionales. La mejor forma de disfrutar de la cultura del vino de la zona es recorrer las bodegas, museos, enotecas, centros de interpretación, etc. que conforman la ruta temática.
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