Contrario a lo que uno pudiera pensar hoy en dia, las 13 colonias inglesas en la costa este de Norteamérica, no fueron un asentamiento tan importante dentro del Imperio Británico, y de hecho, quizá esa haya sido una de las razones por las cuales la metrópoli no las defendió como era debido.
Si bien es cierto que el comercio con estas colonias era mutuamente benéfico y que en algunos productos alcanzó una gran importancia, la cuantía de su población no alcanzaba para generar los dividendos económicos esperados por Inglaterra, además, la tradición puritana de sus pobladores creó cierto recelo hacia estos por parte de la metrópoli.
No obstante, a pesar de las amenazas que estos asentamientos tenían en las incursiones de los pueblos indios, difícilmente se negaron a enviar tropas cuando la Corona lo requirió, en pocas palabras, eran un territorio más, limitado en su crecimiento por la Luisiana francesa y habitado por un pueblo culturalmente nada afín a los ingleses.
De hecho, los intereses de los ingleses se hallaban más orientados a Asia, en donde La India ofrecía un territorio mucho más atractivo tanto por su rentabilidad económica como por su potencial militar. Además, desde mucho tiempo atrás, los ingleses habían demostrado que su ambición en América era en realidad el territorio dominado por la Corona española, dónde habían reinos mucho más desarrollados y prósperos económicamente, siendo aptos para comerciar con los ingleses, por lo que ante la seguidilla de fracasos a la hora de intentar hacerse con los virreinatos, Inglaterra no tuvo más remedio que voltear su mirada hacia el continente asiático.
En los casi tres siglos de dominación europea vemos que Inglaterra destinó mucho más tiempo y recursos en sabotear y atacar a la Monarquía Católica de la Corona española, en lugar de proteger a sus colonias o impulsar el desarrollo de estás mismas.
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