Karen Paola Díaz Talavera
En el siglo I a.C. al sur del Egipto dominado por los romanos se levantaba el reino de los kushitas, gobernado por la reina Amanirema, una formidable, temeraria y valerosa mujer guerrera, cuya fama y gran envergadura física inspiraba más temor que respeto. En aquel tiempo entre este reino y los romanos surgieron tensos y amenazantes problemas fronterizos que ambas partes no quisieron solucionar. Aprovechando una ausencia de los líderes romanos en Egipto Amanirema, muy joven con apenas 22 años de edad, ambiciosa como celosa, al frente de sus tropas se lanzó a un gran asalto eliminando a todas las guarniciones romanas en la región de Asuán (27 a.C.) La joven ordenó pasar a filo de espada a todos los cautivos excepto unos cuantos para llevarlos como esclavos como algunos judíos asentados en esa zona. También dio orden de saquear las ciudades tomadas y destruir estatuas romanas. Pero la vigoroza reina se vio obligada a ordenar la retirada de las ciudades conquistadas dado un avance de las legiones romanas unos meses después en respuesta a la humillante osadía propinada por la líder guerrera. Los romanos empujaron a Amanirema hasta bien entrado el reino Kush, donde finalmente con sus bien organizadas tropas logró detener a las legiones. En 22 a.C., tras largas negociaciones los romanos optaron por aceptar una propuesta fronteriza y de paz de la soberana guerrera, además de asumir a no obligarla a que su reino pagara tributo al emperador. Así la portentosa y joven reina gobernó su país por 30 años en paz con el Imperio romano.
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