Canal Noches inquietantes : Experiencia Paranormal

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Este relato nos los comparte desde Colombia un seguidor de esta página de Noches Noches inquietantes. espero sea de su agrado.

"Hola, me llamo Andrés y quiero compartir mi primera experiencia paranormal. Aunque han pasado tres años sin incidentes, siento una profunda necesidad de contarla.

Era la década de los 90, y yo tenía alrededor de 3 o 4 años. Vivíamos en un humilde lugar del barrio Las Cruces, al sur de Bogotá, con mi mamá. La gente decía que la dueña de la casa era una bruja que hablaba con espíritus y tenía pactos diabólicos. Su reputación era tal que ni los ladrones más osados osaban entrar.

La casa tenía una peculiaridad: la pared de nuestra habitación, que daba a la calle, estaba hecha de ladrillos, pero en un extremo, había una piedra diferente. Por aquel entonces, el gobierno implementaba cortes de luz que iban desde las 4 o 5 de la tarde hasta las 7 u 8 de la noche.

Una noche, me encontraba solo, ya que mi mamá trabajaba tarde y no podíamos costear una niñera. No tenía edad para ir a la escuela aún. Mi mamá tardaba más de lo usual en volver y la casa estaba vacía. Miré por la ventana y sentí un ambiente pesado. La luna estaba llena cuando un enorme gato negro de ojos amarillos apareció frente a mí, me miró fijamente y luego huyó por los tejados.

El viento soplaba furiosamente, y de pronto, escuché golpes en la pared de la habitación, especialmente en la parte de la piedra diferente. Los golpes eran fuertes, como si alguien quisiera derribar la casa. De repente, esa piedra salió volando y aterrizó debajo de mi cama. Al mirar el hueco en la pared, vi algo inquietante: unos ojos rojos y ardientes me observaban. Entonces, escuché un roer constante. Lo que sea que me estaba mirando comenzó a agrandar el agujero con sus dientes.

Cuando logró entrar, vi una criatura parecida a una rata, pero con un pelaje áspero y húmedo, como el de un gato muerto ahogado. La habitación se calentó de manera infernal. La criatura empezó a hablar en un idioma desconocido, lleno de maldad. Aunque era un niño y no entendía las palabras, sentí su malicia.

Asustado y atrapado, enfrenté a la criatura. Cuando le grité un firme '¡No!', se detuvo y gruñó, como maldiciéndome, y luego escapó por el agujero. Poco después, llegaron los vecinos y, finalmente, mi mamá. Al ver el agujero, le conté lo sucedido. No sé si me creyó, pero pronto nos mudamos de ahí.