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Tienen algo especial, un punto misterioso y, normalmente, un entorno impresionante, un plan perfecto para un fin de semana.
La palabra ibón lleva inmediatamente al aragonés hasta el Pirineo; así se llama al lago de origen glaciar que aparece entre las cumbres de la cadena montañosa que separa Aragón de Francia. En Cataluña se estila más la voz ‘lac’, mientras que en Navarra se comparte la denominación con la aragonesa. Tienen algo especial, un punto misterioso y, normalmente, un entorno impresionante. Los hay de todos los tamaños y dificultades de acceso, pero existen unos cuantos que pueden hacer las delicias de los excursionistas familiares, amantes de la montaña y las andadas accesibles. Una vez dejados atrás los rigores del invierno más duro, al menos en apariencia, es un buen momento para retomar las excursiones por el monte.
Ibón de Acherito
Para empezar, hay que hablar de Acherito, muy cercano a Francia y a Navarra; situado en el término municipal de Ansó, en pleno Parque Natural de los Valles Occidentales y en la cabecera del Aragón Subordán. La caminata se las trae, pero no es demasiado dura: tres horas y media. Hay que llevarse agua abundante, ropa de abrigo (aunque haga bueno: en el monte, siempre prevención) y calzado con dibujo, adecuado para el monte.
Ibón de Estanés
No demasiado lejos es el ibón de Estanés, en el valle del Aragón: para llegar a él, lo más sencillo es acercarse por carretera al aparcamiento de Sansanet, justo después de la estación de esquí de Candanchú, y ya en Francia. Desde ahí son poco más de 5 kilómetros y medio de andada, hora y media a paso suave evitando las pendientes más marcadas, hasta el impresionante lago.
Ibones de las Truchas y el Escalar
Muy sencillos de alcanzar son los ibones de las Truchas y el Escalar, en las alturas de Astún. Al primero se llega en 45 minutos de sencilla caminata en zigzag o, si se prefiere, en el telesilla de la estación, que deja justamente en su orilla. El Escalar es la siguiente parada de la ruta de los ibones desde la referida estación, sin desnivel desde Las Truchas y a apenas 20 minutos caminando. La ruta contempla hasta seis ibones más, algunos de ellos ya en Francia: quien quiera completarla deberá tener las piernas frescas y dedicar buena parte del día; ahora todavía queda bastante nieve en los puntos más elevados.
Ibón de Plan
El ibón de Plan es una joya. También se le llama Basa de la Mora, y está cerca de Saravillo: de hecho, se puede subir en coche hasta el refugio de Labasar por una pista que exige velocidad muy moderada. Desde ahí hay menos de una hora de caminata en descenso hasta un lugar realmente mágico, que se hiela en los meses fríos y que se llena de piedras ‘rebotonas’ lanzadas por los excursionistas para hacerlas patinar. El regreso, aunque obviamente es en subida, no se hace pesado en absoluto, y los estímulos visuales a izquierda y derecha lo hacen muy agradable. Y a la vuelta, la mejor idea es comprar queso del lugar.
Del ibón de Piedrafita al de Batisielles
Al ibón de Piedrafita, en el valle de Tena, se llega en una cómoda excursión andando desde el pueblo del mismo nombre (o desde la vecina Tramacastilla) y también en el trenecito turístico que opera desde Piedrafita cuando la meteorología lo permite, entre junio y octubre. Está al lado de, parque faunístico Lacuniacha; es una buena idea combinar ambas visitas.
En el área de Sallent hay unos cuantos muy recomendables, pero quizá sean los ibones de Anayet los más populares para el paseo familiar: para llegar a los de Arriel hay que estar más en forma.
Por otro lado, el ibón de Batisielles es uno de los más apreciados en los alrededores de Benasque, por su fácil acceso: es un paseo protegido por árboles que se hace con mucha comodidad. Algo parecido ocurre con los de Villamuerta, a los que se accede desde la Besurta, en los Llanos del Hospital, con apenas 45 minutos de marcha.
Ibón de Bernatuara: un punto extra de exigencia
Entre los muchos ejemplos que suponen un poco más de esfuerzo, bien recompensado, está el ibón de Bernatuara, circular; pertenece al valle de Bujaruelo, en Torla, con el Viñamala a tiro de piedra y un marco impresionante de altas cumbres. Se sale desde el refugio de Bujaruelo y son 9 kilómetros y medio ida y vuelta. El final en ascenso es exigente para las piernas, por lo que no es la mejor para los niños o personas con alguna dificultad física, pero el resto de la ruta es sencilla y no hay pasos complicados: la vista, desde luego, merece la pena.
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