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Cataluña, marcada por su posición estratégica entre el Mediterráneo y los Pirineos, ha sido una región históricamente disputada. La situación era tal que se erigieron centenares de castillos y fortificaciones, de los cuales muchos todavía se mantienen en pie testigos de esta trayectoria.
Entre estas construcciones, el castillo de Mediona destaca como una de las fortificaciones medievales de gran valor histórico, situada en el desfiladero del mismo nombre, cerca del río Bitlles. Este castillo ha presenciado tanto batallas como intrigas de la nobleza catalana.
El origen del castillo
El castillo de Mediona toma su nombre del pueblo que lo alberga, Mediona, registrado por primera vez en el año 954 en una donación de tierras y un molino a Sant Cugat del Vallès. Poco después, en la segunda mitad del siglo X, comenzó a levantarse el castillo sobre un espolón rocoso, lo que le otorgó una posición privilegiada para vigilar y controlar el valle.
La construcción original del castillo se centra en una torre circular de cinco metros de diámetro, con una base ataludada y un diseño que combina pequeñas piedras con el característico opus spicatum, formando el núcleo de un complejo defensivo que fue expandiéndose durante los siglos siguientes.
Cómo era, cómo es
A lo largo de su historia, el castillo de Mediona ha experimentado varias fases de ampliación y refuerzo estructural. Alrededor de la torre original se encuentran restos de murallas que probablemente formaron el primer recinto defensivo, y que datan de principios del siglo XI. Estas estructuras muestran diversas modificaciones, con mampostería, sillares e incluso encofrados que evidencian las fases constructivas por las que ha pasado el castillo.
En la vertiente este de la roca, al pie del espolón, se encuentran restos de silos, una cisterna y otros edificios datados en los primeros siglos de la vida del castillo. Estos elementos fueron posteriormente reutilizados o reconstruidos para adaptarse a las nuevas necesidades de defensa y residencia de sus ocupantes.
Máximo apogeo
El siglo XII marcó un hito en la historia del castillo, cuando el recinto se amplió hacia el norte, lo que incluyó la construcción de la iglesia de Santa María, a unos 90 metros de la torre original. Esta iglesia fue reformada en el siglo XV: la nave románica fue sobreelevada y se le añadió un ábside poligonal con una bóveda nervada. En el extremo norte del recinto, se construyó una torre cuadrada de tres pisos, conectados mediante una escalera de caracol y caracterizados por muros de sillar gruesos y aberturas rematadas con arcos rebajados.
Además de la iglesia, se construyó un edificio rectangular junto a su fachada sur, que pudo haber servido como establos. Con la disminución de su importancia defensiva tras el fin de la Edad Media, el castillo de Mediona experimentó un declive progresivo, aunque la iglesia continuó siendo un centro activo durante la Edad Moderna. En el siglo XVIII, se añadieron un campanario de espadaña, una galería sobre la nave y una capilla de estilo neoclásico, reflejando la persistencia de la vida religiosa y comunitaria en torno al castillo.
Lugar de investigación y fiestas
El castillo de Mediona comenzó a despertar interés arqueológico en la década de 1980, cuando la Asociación de Estudios Científicos y Culturales de Mediona inició las primeras prospecciones en el sitio. Entre 1986 y 1989, un equipo de arqueólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona llevó a cabo excavaciones, revelando detalles importantes sobre la evolución arquitectónica y la historia de este castillo.
Hoy en día, el castillo de Mediona está abierto al público para visitas guiadas, que permiten apreciar sus estructuras medievales y su historia por una entrada de cuatro euros. Además, el castillo también se puede alquilar para eventos como bodas o celebraciones, ofreciendo un escenario histórico singular para quienes buscan una experiencia diferente. La iglesia de Santa María, junto al castillo, complementa la visita al enclave y ofrece un testimonio del pasado religioso y feudal de la región, al que uno puede adentrarse por 4 euros.
Cómo llegar
Para visitar el castillo de Mediona desde Barcelona, se puede ir por la autopista AP-7 en dirección a Tarragona, y después de unos 50 kilómetros tomar la salida 28 hacia la carretera B-24 en dirección a Vilafranca del Penedès. Desde allí, se continúa por la carretera C-15 hacia a Igualada hasta el desvío hacia la BP-2121, que lleva al municipio de Mediona. El trayecto dura aproximadamente una hora y media.
Una vez en Mediona, las señales locales guían al castillo, que se encuentra en un espolón rocoso a las afueras del municipio. El acceso más directo es a través del camino de Can Verdaguer, que bordea el río Bitlles. Aunque el camino final es algo estrecho, ofrece vistas panorámicas del entorno natural que rodea al castillo, un lugar impregnado de historia que invita a explorar el patrimonio medieval catalán.
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