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La ermita de Santa Justa, incrustada en un acantilado, lleva siglos desafiando a la fuerza del mar cántabro.

Cantabria es una Comunidad Autónoma deslumbrante a la par que, en ocasiones, infravalorada. Para muchos es una de las grandes olvidadas de la geografía española, lo cual me sorprende profundamente, pues si te paras a conocerla estoy segura de que te va a enamorar. Cantabria esconde costas impresionantes, acantilados de película, montañas que te dejarán con la boca abierta y una tradición cultural a sus espaldas que no deja indiferente a nadie.
Lo que más me sorprende de esta comunidad es que siempre hay una curiosidad que contar sobre ella. Esta región está llena de sorpresas escondidas entre sus rincones. Esta vez hablamos de la ermita de Santa Justa, que data del siglo XVI, y se encuentra encajada en una cueva natural frente al mar Cantábrico.

Una ermita de ensueño en un lugar… peculiar
La ermita de Santa Justa está ubicada entre unos acantilados increíbles, propios de la costa cántabra, y encajada en una formación rocosa. Este fenómeno atrae a multitud de visitantes sorprendidos por el suceso: una construcción religiosa tallada en la roca por la erosión marina durante siglos de historia. Se ubica a la altura de Ubiarco, un pequeño pueblo en el municipio de Santillana del Mar. Es una parada obligatoria si pasas cerca de “la villa de las tres mentiras”.

Pero, ¿cuál es la historia de esta pintoresca ermita?
La ermita de Santa Justa no es una construcción cualquiera, sino que tiene una historia que contar. Sin embargo, si queremos conocer su historia nos tenemos que alejar muchos siglos y kilómetros, concretamente a Sevilla en el siglo III. En esa época, las hermanas Justa y Rufina, dos jóvenes alfareras fueron martirizadas debido a su fe. Durante siglos, estas dos santas han sido veneradas y concretamente en Ubiarco cada 19 de julio se celebra una romería en su honor. Por lo que la ermita no es solo un sitio de interés turístico, sino que también tiene un significado religioso e histórico en la región.

Es sorprendente como la ermita ha sobrevivido a tantos años en ese enclave tan característico. Y quizás eso es parte de su encanto: ver como las olas del Cantábrico chocan contra ella cuando hay pleamar y como el templo ha resistido a la fuerza del mar.

Un lugar de peregrinación
La historia y el significado de este templo lo han convertido en un importante punto de peregrinación dentro del Camino del Norte. Su encanto no radica en la ostentación, sino en su profunda austeridad y el ambiente único que lo rodea. Dentro de la ermita, el sonido de las olas del Cantábrico rompiendo contra las rocas crea una atmósfera envolvente, casi mística. La oscuridad y la humedad del lugar acentúan su aura de recogimiento y reflexión, ofreciendo a los peregrinos un espacio ideal para la introspección en medio de la inmensidad del mar.

La ermita de Santa Justa es un símbolo cántabro. Más allá de su ubicación en la fascinante costa cántabra, su significado hace que su visita sea aún más mágica. Este templo forma parte de las maravillas que puede ofrecer la increíble “Cantabria Infinita”.
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