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Hacemos las maletas y nos escapamos a la costa mediterránea francesa: un viaje por la Provenza para reconectar con el 'bon vivant'.

Si Sorolla hubiera nacido en Francia, en lugar de pintar la costa valenciana habría retratado la Provenza. La costa del sureste de Francia, quién sabe si por estar también bañada por el mar Mediterráneo, está dotada de esa luz delicada que baña todas sus urbes de fulgor y hace que las imágenes parezcan tamizadas.

Esa claridad azul y rosa empapa los recuerdos de aquellos que recorren la zona y se los devuelve con un punto de nostalgia. Hoy volvemos a ella con una escapada fácil que hacer en un fin de semana, cuatro o cinco días. Es cuestión de escoger las paradas.

Marsella: la puerta al Mediterráneo
Comenzar en Marsella es abrir los sentidos. Desde el de la vista descubrimos su puerto viejo, sus fachadas decadentes, sus acantilados de caliza que se zambullen en un mar profundamente azul. Marsella no se disfraza. Aquí, la Provenza se siente cruda, salada y viva. Un paseo por la ciudad no está completo sin visitar sus mercados con olor a hinojo y a marisco fresco, sin perderte por sus callejuelas plagadas de graffiti y sin pararte a descubrir los pequeños negocios locales que salpican sus escaleras de piedra. También es obligado subir a lo alto de la basílica de Notre-Dame de la Garde, desde donde se ofrece una contemplación perfecta de una ciudad llena de contrastes.
- Dónde dormir en Marsella: Pavillion Southway, donde puedes dormir en una habitación decorada por los artistas promomcionados en la galería.

Aix-en-Provence: fuentes y calles detenidas en el tiempo
La sutileza es el dialecto que se habla en Aix-en-Provence. Su verdadero himno no es la Marsellesa, sino el ritmo pausado de sus cerca de 500 fuentes. Es la antigua capital de la Provenza y, por tanto, tiene una arquitectura histórica de riqueza envidiable. Era la ciudad favorita de Cézanne y todavía parece suspendida en la época en que fue plasmada en sus cuadros. Calles empedradas, cafés y mercados, sí, pero mostrando su faceta más delicada.
- Dónde dormir en Aix-en-Provence: Hôtel Particulier Le 28, un hotel boutique con piezas de los Eames, Noguchi y Mies van der Rohe.

Arles: Roma en un botón
Un paseo hacia el interior nos traslada a Arles. Visitar esta ciudad es descubrir la herencia romana en Francia. Hay anfiteatros milenarios, plazas sombrías y cafés escapados de un lienzo de Van Gogh.
Pero no es una ciudad atrapada en el pasado: existen centros como LUMA Arles que se esfuerzan en reinventar el concepto de patrimonio desde la vanguardia.
- Dónde dormir en Arles: Les Cabanettes, un viaje en el tiempo a los años 60.

Saint-Paul de Vence: un pueblo medieval donde el arte gana
Una colina completamente rodeada de cipreses es el entorno en el que se suspende Saint-Paul de Vence. Ubicado ya en la frontera con la Costa Azul, este pueblo sirvió de refugio orgulloso a Matisse y Chagall. Y hace honor a su historia: es la parada perfecta para los obsesionados con el arte y el diseño. Aquí se puede visitar la Fundación Maeght, un alegato que une el arte moderno y la naturaleza; y el Château La Coste, una vinca vinícola salpicada de esculturas de Richard Serra y con pabellones firmados por Tadao Ando y Renzo Piano.

Un recorrido por la Provenza no se fundamenta en visitar un destino bello, es entrar en un ritmo distinto. Al volver, nos habremos traído en la retina la piedra dorada de sus pueblos, el violeta de la lavanda y la silueta de sus suaves colinas. Descubriremos el carrete de nuestra cámara lleno de recuerdos, pero, sobre todo, de luz.
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