domingo, 13 de abril de 2025

Mayenne, la vida slow en el bello noroeste francés

 CanalViajar


El interior del noroeste francés, encarnado en el departamento de Mayenne, esconde una tierra de planicies bendecidas por el agua, de pastos y campos de trigo, de ciudades medievales, alojamientos con encanto, artesanos apasionados. Hoy más que nunca necesitamos un viaje así: calmado, por tierras menos trilladas, en modo slow, en modo mayennais.

Qué ver en Mayenne, el departamento francés aún por descubrir.

Reconforta ver la calma con la que transcurre la vida en Mayenne, uno de los 83 departamentos originales creados durante la Revolución Francesa en 1790. Un gato nos ronronea para que le abramos la puerta de la librería de su dueño, Clément, a los pies del castillo de Mayenne. El artesano Alain Legros elige con cuidado el tronco de árbol del que va a liberar una de sus bellas esculturas en Lassay-les-Châteaux. Céline prepara con mimo el desayuno para sus huéspedes en su coqueto alojamiento Côte Jardin en la localidad de Sainte-Suzanne. Varios pescadores lanzan su caña en el estanque Gué de Selle esperando que pique algún lucio. Su filosofía de vida slow, que invita a una visión menos acelerada de los quehaceres diarios, se contagia al viajero que recorre Mayenne. 

Estanque Gué de Selle.

La visita turística a este departamento francés, uno de los cinco que componen la región de Países del Loira, está llena de esos momentos de disfrute lento, que permiten contemplar sin prisas el fértil paisaje agrario, llano y delimitado en pequeñas parcelas (bocage), salpicado de vacas pastando, y deja tiempo para sumergirse en las técnicas de los numerosos artesanos que comparten su saber en esta tierra. Lassay-les-Châteaux siempre ha sido tierra de artistas. La bella localidad de los tres castillos (Bois Frou, Bois Thibault y el castillo de Lassay) es hoy lugar de residencia y trabajo de muchos artesanos, entre ellos, el citado Alain Legros (que libera esculturas de troncos de madera de árboles de la zona en su taller Sous l’écorce), Aline Jugé (que hace lo propio pero con mármol de Carrara) y Géraldine Mézange (artesana del fieltro de lana). 

En la segunda mitad del siglo XIX ya fue lugar de paso de otros artistas de renombre, como los pintores Camille Pissarro y Ludovic Piette. Varios cuadros de este último están diseminados por Lassay junto a los lugares que pintó en su día. Admiramos uno de ellos, Le château près du village, pintado por Piette en abril de 1871. Está colocado frente al castillo que da nombre a esta villa. Por aquí pasó Victor Hugo en 1836 y la describió como “un pequeño y encantador pueblo semisalvaje, situado en medio de carreteras secundarias y que tiene tres castillos antiguos”. Para profundizar en la obra de los dos citados pintores se puede hacer un sendero de unos ocho kilómetros desde Niort-la-Fontaine que recorre sus huellas en la región y muestra una docena de reproducciones de sus obras por el camino. 

Alain Legros en su taller Sous l’écorce de Lassay-les-Châteaux.

Pero antes de alejarse de Lassay hay que detenerse ante su castillo, con esas ocho imponentes torres reflejadas en el lago, una de las visiones más icónicas de esta construcción que vivió mil avatares desde el siglo XII y que mantiene intacta su reconstrucción del siglo XV. Junto a él, el jardín de inspiración medieval diseñado ya en el siglo XXI por el paisajista Thierry Jourd’heuil, donde aspiramos el olor de sus hierbas medicinales.

Pequeñas ciudades, grandes historias

No es el único lugar en el que el pasado y el presente se fusionan ante el viajero. También han optado por plasmar esta fórmula otros enclaves de la zona, como Saulges, aunque esta localidad lo ha hecho a través de una propuesta fotográfica. Saulges es, como Lassay-les-Châteaux, otra de las Petites Cités de Caractère con las que nos encontramos en la ruta. Estas ciudades pequeñas en tamaño (menos de 6.000 habitantes) pero grandes en patrimonio son uno de los grandes atractivos turísticos de Francia y en la región que nos ocupa, la de Países del Loira, podemos visitar varias de ellas. 

Máquina expendedora de baguettes en Saulges.

Nuestro recorrido por Saulges, de cuyo origen habla una necrópolis merovingia, nos lleva a comparar también lo poco que ha cambiado esta localidad mediante las fotografías antiguas colocadas frente a cada monumento. Visitamos sus dos iglesias, la prerrománica de Saint Pierre del siglo VIII (donde estuvo enterrado Saint-Céneré, fundador de la comunidad cristiana de Saulges y a cuyo oratorio peregrinan cada año miles de fieles) y la románica de Notre-Dame del XI, dos reliquias del pasado que contrastan con modernas máquinas expendedoras que nos venden una baguette por un euro. 

Cinco minutos en coche separan Saulges de Saint-Pierre-sur-Erve, la siguiente localidad con carácter. Entre ambas, las 22 cuevas prehistóricas de Saulges, las únicas con pinturas rupestres al norte del Loira y que dan cuenta de la ocupación humana del lugar desde el Paleolítico. Dos de ellas, Rochefort y Margot, están abiertas al público. 

Iglesia de Saint-Pierre en Saint-Pierre-sur-Erve.

La tradición artística mayennaise continúa en Saint-Pierre-sur-Erve. Este municipio, también de postal, está plagado de esculturas contemporáneas que contrastan con la antigüedad de las piedras de antiguas casas de tejedores. A su alrededor, una explosión de naturaleza, con el río Erve a la cabeza, al que nos asomamos paseando por el puente peatonal medieval (de los siglos XII-XIII, pero reconstruido en el siglo XVIII) que lo cruza. Su valle forma parte de la Red Natura 2000 y además de seis hábitats de gran valor, en él viven 11 especies animales de interés europeo. Antes de abandonar el pueblo, que está rodeado de molinos de agua y hornos de cal (con la que se fertilizaba el suelo), nos sentamos en la silla de madera que hay en la entrada de su iglesia románica, también consagrada a Saint-Pierre, y pensamos en todos aquellos peregrinos que pasaron por aquí, y hacían escala en la vecina capilla de Saint-Sylvain, rumbo a Compostela. 

La última ciudad con carácter que visitamos es la conocida como la perla de Maine, Sainte-Suzanne. Antes de entrar en ella, nos dirigimos a uno de sus miradores, Le Tertre Ganne, a unos 15 minutos andando al sureste de la localidad. Nos habían dicho que desde él obtendríamos la mejor vista de esta ciudad medieval, construida en forma de triángulo sobre un espolón rocoso de unos 160 metros desde el que dominar el curso del Erve. ¡Pero será por vistas! Desde Sainte-Suzanne se divisan las colinas de Coëvrons, el bosque de Charnie, la llanura de Anjou, los molinos de papel en el curso del Erve… Nuestros ojos los recorren todos desde la senda extramuros, le Chemin de la Poterne, que rodea a la localidad y por la que caminamos en el momento del atardecer. ¡Pero será también por senderos! Hasta 100 kilómetros de ellos discurren por la zona y prueba de ello son los senderistas con los que nos topamos en el camino. La mayoría son franceses y quizá fueron ellos los que votaron en 2013 por que esta villa fuera elegida uno de los pueblos más bonitos de Francia

Chocolatería artesanal BIM en Sainte-Suzanne.

Para los amantes de la arquitectura militar, Sainte-Suzanne es uno de los mejores ejemplos de la evolución en la construcción de una fortaleza entre los siglos XI y XV. Cómo empezaron a utilizarse piedras más resistentes ante proyectiles más eficaces, cómo se construían fosos y terraplenes de tierra ante las torres para protegerlas… El pueblo medieval de Sainte-Suzanne se fortificó en el siglo XI y lo rentabilizó pronto: resistió durante tres años el asedio de las tropas de Guillermo el Conquistador, atrincheradas en un campamento cercano. No le fue tan bien durante la guerra de los Cien Años, a mediados del siglo XV, cuando las tropas del conde de Salisbury, situadas en el citado sitio Le Tertre Ganne, lanzaron el asedio contra la ciudad. 

En el interior del castillo de Sainte-Suzanne, monumento histórico en Francia, recordamos todos estos detalles antes de entrar en la mansión que se construyó Guillaume Fouquet dentro del recinto en el siglo XVII, a medio camino entre el estilo renacentista y el neoclásico. Guillaume fue ministro de Enrique IV y creador de la Oficina Estatal de Correos en Francia, y hoy su casoplón es el Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio, que nos detalla toda la historia del departamento de Mayenne de forma interactiva y entretenida. 

Letrero con carta del tarot en Sainte-Suzanne.

Ya fuera del centro recorremos las calles empedradas de esta villa que parten desde la iglesia consagrada a Santa Susana, remodelada en 1884. Paseamos por la Grande Rue, por la rue Jean de Bueil… donde aún siguen residiendo vecinos y donde encontramos modernos salones de té, chocolaterías, tiendas de recuerdos, bistrós… pero también multitud de viviendas de los siglos XV y XVI, como el almacén de sal (desde el que se cobraba el impopular impuesto de la época) o la casa de los procuradores del rey. Muchas de ellas cuentan hoy con un letrero con forma de carta de tarot creado por el artista francés Jean-Claude Flornoy en homenaje a esas barajas que se realizaban con la masa de papel creada por las decenas de molinos de agua del Erve. En una esquina de la plaza Hubert II de Beaumont, que en su día era un mercado, recomendamos entrar en el Caf&Couette, corazón de la localidad, para reponer fuerzas y pedir su delicioso tajín de pollo con limones confitados. No es la única delicia que se puede probar en este departamento de Mayenne. Seguir deleitándose con la cocina francesa de producto de proximidad y precio más que razonable es posible en propuestas como el estrella Michelin L’Eveil des Sens de Isabelle y Nicolas Nobis en Mayenne (desde 53 euros) o los restaurantes L’Esprit Cuisine y Racines, en Laval.

Y lo mismo ocurre con los alojamientos. Entre ellos destacamos los llamados chambre d’hôtes, los bed and breakfasts franceses, conducidos por acogedores anfitriones en mansiones espectaculares de la belle époque (como ocurre con la exquisita Maison d’Hercule en Mayenne) o en idílicas fincas con varias casas colindantes e incluso spa (como Le Domaine de Bachmay en Laval). Para los que prefieran dormir en medio de la naturaleza, la oferta incluye glampings, cabañas en los árboles... 

Alojamiento Maison d’Hercule, ubicado en una casona del siglo XIX en Mayenne.

Una experiencia naíf en Laval

Nuestro primer encuentro con la ciudad de Laval (que, por cierto, lleva décadas hermanada con la valenciana Gandia) es a través del río que da nombre a este departamento. Es el Mayenne el eje vertebrador de este territorio con sus algo más de 200 kilómetros de longitud, desde su nacimiento en el Mont des Avaloirs hasta que vierte en el Maine, cerca de Angers. Es navegable en buena parte de su recorrido y en verano es habitual practicar en él deportes acuáticos o alquilar barco-casas flotantes.

Recorremos la orilla del Mayenne a su paso por la ciudad en una mañana de niebla. Entre ella, vislumbramos un antiguo lavadero, el de Saint-Julien, el único que queda de las decenas que poblaban este río y que hoy alberga un museo donde se explica la función de esos lugares públicos tan habituales en las riberas durante finales del siglo XIX y principios del XX. También desde el río y ante el puente viejo (construido en el siglo XIII en el lugar de un antiguo vado galorromano) admiramos el castillo de Laval, con su torre del homenaje de 34 metros de altura, a la que subiremos más tarde tras superar sus claustrofóbicos 60 escalones. Dentro conoceremos su galería defensiva, una de las mejor conservadas del mundo, y desde la que se obtiene una de las vistas más bonitas de la ciudad. Si se visita Laval en Navidad, esa vista será luminosa gracias a su fiesta Les Lumières de Laval. Y si no, se puede disfrutar de otra iluminación, también sorprendente, en otro lugar clave de Laval: el primer museo francés consagrado a las artes autodidactas, al llamado arte naíf.

Calle de Laval.

Los focos del Museo de Arte Naíf y Artes Singulares (MANAS) crean un efecto casi tridimensional en los cuadros que se exponen desde 1967 dentro del castillo de Laval (construido entre los siglos XI y XVI por los señores de Laval, que se convirtieron en gobernadores de Bretaña a finales de la Edad Media). Es el momento de colarse en el mundo interior de todos aquellos creadores no académicos cuya falta de formación no les impidió ejercer su arte. 

Salimos de este universo interior para recorrer las calles medievales de Laval. Cruzamos la Puerta de Beucheresse, la antigua entrada a la ciudad medieval construida en la primera mitad del siglo XI y formada por dos torres que flanquean un estrecho pasaje abovedado. Por ella entró la madera procedente del cercano bosque de Concise para construir todo el entramado de sus famosas casas y en una de sus torres nació uno de los ciudadanos más ilustres de Laval, el pintor naíf Henri Rousseau, el fundador del género. Su tumba no está lejos de aquí… Se ubica en el jardín de la Perrine, entre 100 especies de rosas y árboles de todos los lugares del mundo (incluidas araucarias chilenas). Para llegar a él recorremos el paseo Anne d’Alègre, al pie de la muralla sur de la ciudad, donde mejor se aprecian los matacanes del siglo XV que coronan los muros y donde pastan tranquilamente unas cabritas. 

Laval y su castillo.

Ya en las calles del centro, las casas con entramado de madera son las protagonistas (maison à colombages o maison à pans de bois, en francés). En la Grande Rue se encuentra la Maison du Pou Volant, monumento histórico francés. Es la más antigua de Laval (data de 1423) y del oeste de Francia y actualmente se encuentra en el número 28 de esta gran vía que era el camino antiguo de París a Bretaña. La dataron mediante dendrocronología, a través del estudio de los anillos de los árboles que la decoran. 

Juegos de mesa en Mayenne 

Y vamos de castillo en castillo. Estamos en el de Mayenne, también a orillas del homónimo río, como se encuentra el de Laval. Hace gala de sus más de mil años de historia, desde que empezó siendo, poco antes del año 1000, un palacio de época carolingia, uno de los pocos restos de arquitectura civil o militar de esa época que aún se conservan en Europa. En la Edad Media se convirtió en fortaleza y en el siglo XVII, en prisión. Se pueden observar restos de todas estas etapas dentro del museo arqueológico que hoy ocupa el castillo, al que se le añadió un ala moderna para albergar la recepción, exposiciones, la librería, salas educativas… Un museo que cuenta con el sello Turismo y Discapacidad y que atesora la colección de piezas de juegos de mesa más importante encontrada en Francia y que se puede admirar en la sala gótica. Entre ellas, 37 piezas de ajedrez y 53 del actual backgammon (derivado del antiguo Ludus duodecim scriptorum), que datan de los siglos X al XII. El museo nos muestra de qué parte de diversos huesos de cetáceos, bovinos, cérvidos y hasta elefantes fueron sacadas y talladas estas piezas con las que mataba el tiempo libre la aristocracia medieval. ¿Hace una partida?

Orilla del río Mayenne con el castillo de la ciudad a su izquierda.

También se exponen multitud de piezas arqueológicas encontradas en el mismo castillo y en todo el departamento. Hasta 2.700 metálicas, por ejemplo, atesora este museo (bisagras, punzones, cerraduras, llaves...). Por cierto, el palacio carolingio guarda relación con la iglesia de Santa María del Naranco, en Oviedo. Nos lo indica el director del museo, Mathieu Grandet: ambas construcciones siguen principios arquitectónicos similares y las dos se hicieron en piedra, cuando la mayoría de las construcciones de la época estaban realizadas en madera y tierra, lo que provocó su desaparición. Gracias a ello, ni el palacio de Mayenne ni Santa María fueron destruidos. 

A la salida del castillo observamos su jardín de inspiración medieval, que se diseñó siguiendo documentos sobre plantas y jardines de la Edad Media. Y en los alrededores vemos el Teatro Municipal, construido en piedra de sillería en 1890, y el antiguo Juzgado de Paz, de 1907. Otros edificios reseñables de la ciudad son la bella basílica de Notre-Dame-des-Miracles, ubicada hoy donde en el siglo XI había una pequeña capilla dedicada a Santa Ana, y el Mémorial des Déportés de la Mayenne, un lugar de visita único en la región que rinde homenaje a los mayeneses deportados a los campos de concentración o exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. 

Café-librería Le Quai des Flâneurs a los pies del castillo de Mayenne, con su dueño, Clément.

Desde el Mémorial andamos unos 10 minutos hasta el viejo palacio de la Barre Ducale, en su día ayuntamiento y ubicado en la plaza Louis de Hercé de la ciudad. Su antiguo campanario está coronado con una estatua del duque Armand de La Meilleraye y en la fachada del edificio se pueden admirar dos relojes de sol donde aparecen atributos masones. Relojes que nos recuerdan qué rápido se nos ha pasado el tiempo, incluso en estos días lentos por Mayenne. 

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