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Cuba atraviesa una de sus crisis de salud más profundas. Los médicos de la isla lamentan la falta de recursos y acceso a medicinas mientras la población se siente vulnerable a las enfermedades conocidas y a las desconocidas. La última tiene desconcertados a los especialistas cubanos, hasta ahora incapaces de identificarla, mientras el régimen asegura que tiene el «brote controlado.»
Los consultorios y hospitales cubanos se llenan a diario de pacientes con diferentes dolencias pero los últimos cuatro meses los que acuden se marchan sin una respuesta concreta ni tratamiento que permita paliar en su totalidad unos dolores que, como declaran muchos de ellos, en ocasiones resultan insoportables.
Los síntomas parecen ser los característicos de los «arbovirus», es decir, de aquellos grupos de virus que se transmiten por mosquitos, garrapatas, arañas y otro tipo de insectos o artrópodos. Las personas que lo padecen sienten picores en la piel que van en aumento y terminan con erupciones y llagas visibles. El proceso atraviesa diferentes fases que incluyen dolores musculares y articulares intensos que llegan hasta bloquear el movimiento de aquellos que los sufren además de malestar general y temblores. Todo ello suele ir acompañado de fiebre en aumento y extrema y progresiva debilidad.
Los primeros casos se registraron el pasado mes de julio. Inicialmente los médicos creían que se traba de enfermedades populares en las zonas tropicales como el dengue, la fiebre amarilla, oropouche o el chikungunya, expresión que significa doblado de dolor en africano y que se transmite por la picadura de mosquitos infectados. El tratamiento que están ofreciendo en Cuba ahora es el que se aplica A esta última enfermedad y aunque saben que es distinta, la mayoría, incluidos los médicos, se refiere a ella por este término que resulta familiar entre la población.
El régimen cubano trata de restar importancia a una enfermedad que los más pesimistas advierten que podría convertirse, si no lo es ya, en una pandemia en la isla. Los facultativos dan la voz de alarma, pero sus súplicas no encuentran una reacción favorable en el Gobierno que insiste en que «el brote está controlado.»
No opina lo mismo la doctora Perla María Trujillo Pedroz en su muro de Facebook. La médico se ha convertido en su propia cobaya tras asumir que padece esa enfermedad de transmisión por vía no confirmada. Especializada en Medicina General Integral en el Policlínico Manuel Piti Fajardo de Santo Domingo (Villa Clara), lamenta en su red social que «hoy es un elevado porcentaje de nuestra población» la que está enferma.
Experimentando con su cuerpo, la doctora establece diferentes fases, habla de casos crónicos que se confunden o derivan en artritis y modalidades variadas de diferentes reumas. Sin saber con precisión lo que afrontan afirma: «¿Qué esto es un fallo en el SNS? (Sistema Nacional de Salud) Claro que sí lo es, sin lugar a dudas, y pasará factura.»
No hay diagnóstico certeroPerla María Trujillo PedrozMédico cubana
En la última entrada sobre el problema en FB advierte: «No hubo ni hay hasta el momento: saneamiento ambiental suficiente y efectivo, ni tampoco medios diagnósticos suficientes para establecer un diagnóstico certero (de ahí la incredulidad antes las cifras de afectados de chikungunya [como se refiere al mal no identificado] que exponen las fuentes oficiales), tampoco ha existido un abastecimiento farmacológico acorde a las demandas para afrontar los síntomas y signos de esta enfermedad.»
En cuanto las preocupaciones de los pacientes y las dudas sobre la eficacia del tratamiento, la doctora admite que hay que asumir lo que tienen a su alcance. «Ahora les digo algo, esta nueva estrategia de salud: Juzvinza, [el fármaco] viene a ser una alternativa a nivel terciario y estará dirigida sólo a pacientes seleccionados, con criterios de reumatológica, y donde se compruebe el carácter crónico de la enfermedad y la recidiva al tratamiento convencional. Es decir, para muchos puede ser una última salida, dentro de lo conocido.»
La publicación digital 14ymedio recoge el testimonio de Juan Carlos, un hombre de La Habana que se recupera de la infección a la que se refiere como «el virus». «Primero me dieron dolores musculares leves. Esa noche tuve fiebre altísima y temblores. Al amanecer me vi todo el cuerpo lleno de rash (erupción cutánea). Para las once de la mañana ya no me podía mover de la cama. Se me hicieron llagas en la boca y se me despellejó la cara», comenta. «Moverme me provocaba dolor. Por suerte tuve a mi novia, que me hizo sopa y me daba paracetamol. Pensé en la gente que no tiene a nadie, porque moverse de un salón a otro era una proeza».
De acuerdo a sus declaraciones al medio, caminar por La Habana se ha convertido en un escenario muy triste. «Esta semana estuve varias veces en la cafetería de un amigo. La gente llegaba media zombie, con los ojos rojos e hinchados. Varios negocios de la zona están cerrados porque los trabajadores se contagiaron también.»

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