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Hay algo hipnótico en los acantilados que los hace irresistibles. Esa mezcla de vértigo y libertad que sentimos al asomarnos al borde, el rugido constante del mar golpeando la roca, la sensación de estar frente a un paisaje indomable… Sin duda, son lugares muy especiales que trasmiten mucho sin necesidad de grandes artificios. Una poco de altura y un mar de fondo son suficientes para que nos creamos en un escenario de película que puede ser desde la más románica hasta la de una cruel batalla.
Y sí, aunque al nombrar acantilados nuestros pensamientos se van lejos, a países como Irlanda o Noruega, en España tenemos maravillosos ejemplos de acantilados preciosos, de esos que bien merecen un viaje para poder verlos en vivo y en directo. Aquí una selección de algunos de los más impresionantes.
1. Flysch de Zumaia (Guipúzcoa)
Más que un acantilado, es una lección de geología a cielo abierto. Entre las playas de Itzurun y Santiago se extiende el flysch, una impresionante formación de capas rocosas que se alzan y se inclinan como páginas gigantes de un libro. Cada franja cuenta miles (o millones) de años de historia de la Tierra, registrando cambios climáticos, movimientos de placas y hasta la huella del meteorito que acabó con los dinosaurios.
La mejor forma de admirarlo es pasear por la playa de Itzurun en marea baja o seguir la Ruta del Flysch por lo alto de los acantilados, con vistas que combinan el Cantábrico más salvaje con este paisaje que parece sacado de otro mundo. No es casualidad que haya aparecido en películas y series como Juego de Tronos.
2. Cabo de Formentor (Mallorca)
Un clásico de las fotos del verano. Está situado en el punto más septentrional de Mallorca y forma un magnífico balcón natural donde la Serra de Tramuntana se despide lanzándose al mar en vertical. Dramatismo por los cuatro costados. El cabo de Formentor combina acantilados de más de 300 metros con miradores espectaculares como el de Es Colomer, donde los atardeceres no necesitan filtros para ser perfectos.
La carretera que conduce hasta aquí, estrecha y serpenteante, pero hay que destacar que cada curva te regala un paisaje nuevo, más impresionante que el anterior. Al final del camino espera el faro, solitario y rodeado de azul por todas partes.
3. Cabo Ortegal (A Coruña, Galicia)
El faro, pintado de blanco y rojo, es el único guardián de este extremo del mundo. Desde aquí, la vista se pierde hacia el infinito y uno entiende por qué este rincón ha inspirado tantas leyendas de mar. A pocos kilómetros, el mirador de Vixía Herbeira permite asomarse a los acantilados más altos de la Europa continental, con 613 metros sobre el mar, un vértigo inolvidable.
4. Acantilados de Mesa Roldán (Cabo de Gata, Almería)
Y de la verde Galicia nos vamos a la árida Almería. En pleno Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, los acantilados de Mesa Roldán sorprenden en un paisaje árido que parece sacado de otro planeta. Desde la cima, coronada por un faro y una antigua torre vigía, las vistas abarcan calas escondidas, aguas turquesas y el perfil recortado de la costa almeriense. Aquí, el Mediterráneo demuestra que también sabe rugir con fuerza.
Es un lugar perfecto para ver atardeceres y para seguir rutas de senderismo que bordean la costa, con el rumor del mar como banda sonora. Los cinéfilos reconocerán el entorno, ya que ha sido escenario de películas y series como (de nuevo) Juego de Tronos.
5. Acantilados de Los Gigantes (Tenerife)
Su nombre no engaña, estas moles de roca volcánica se elevan entre 300 y 600 metros sobre el Atlántico, creando un muro imponente como si de gigantes reales se tratase. Los antiguos guanches los llamaban "la muralla del infierno" y creían que allí terminaba el mundo. Hoy, ese horizonte dramático es uno de los paisajes más visitados de Tenerife. Lo mejor es contemplarlos desde el mar, en barco o kayak, para apreciar su magnitud y los contrastes de colores que la luz crea sobre la roca. Y, con un poco de suerte, el espectáculo se completa con el avistamiento de delfines o ballenas en libertad.

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