lunes, 27 de marzo de 2023

La tragedia de Napoleón en Rusia, en las cartas íntimas de sus soldados: «Caminábamos sobre muertos congelados»

 

 


El cuadro 'Retirada de Rusia', pintado por Édouard Swebach en 1838 MUSEO LOUVRE
El cuadro ‘Retirada de Rusia’, pintado por Édouard Swebach en 1838 MUSEO LOUVRE

El 24 de junio de 1812, el emperador cruzaba el río Niemen con 615.000 hombres, de los cuales solo regresaron unos pocos de miles

Carta desde Plonsk, ciudad al norte de Polonia, 30 de mayo de 1812: «Papá, dentro de poco te veré en el café, leyendo con avidez los boletines que contendrán las grandes hazañas de la ‘Grande Armée’. Te regocijarás en mis victorias y dirás: ‘Mi hijo estaba allí’. Dios no me abandonará y velará por mí en medio de las bayonetas erizadas que querrán desgarrarme el pecho, pero no te preocupes, la guerra no será larga. Una buena batalla y vamos directos a San Petersburgo.Piensa que en lugar de cuarenta mil polacos que el emperador creía que iba a conseguir aquí, son cien mil los que han dejado su hogar para servirle».

Faltaba menos de un mes para que los primeros regimientos de Napoleón cruzaran el río Niemen y Fauvel, un soldado cualquiera de los 615.000 que participaron en aquella descomunal conquista, intentaba tranquilizar a su familia a miles de kilómetros de distancia. Un oficial desconocido que, sin embargo, no sabía que no iba a regresar a casa, ni volver a abrazar a sus padres y que, por supuesto, no sería citado en ningún libro de historia. Si hubiera podido ver el futuro, seguramente habría preferido, incluso, que lo mataran antes, en vez de sufrir aquella lenta agonía de marchas extenuantes, torturas, hambre, enfermedad y frío extremo. Su ignorancia le ayudó a mantener el ánimo alto. «Entraremos en Rusia y tendremos que pegarnos un poco para abrir paso y continuar tranquilamente», escribía también a su familia, confiado, un granadero llamado Delvau.

Todavía estaban bien alimentados, disfrutaban de un sol radiante y se sabían comandados por un Napoleón de 42 años al que nadie superaba en grandeza. En la década anterior había protagonizado una serie de deslumbrantes hazañas militares en Italia, Francia y Egipto, había sido coronado en Notre Dame y continuado su asombrosa cadena de victorias en AusterlitzJena y Friedland. En el verano de 1812, dominaba todo el continente desde el Atlántico hasta el río Niemen… pero más allá, nada. Se le resistía la vasta región de Rusia, hasta que se sintió preparado para conquistarla y extender su dominio a Asia.

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