viernes, 31 de marzo de 2023

Tortuga: los secretos de la formación que hizo invencibles a los legionarios romanos

  


También llamada «testudo», era utilizada de forma principal en los asedios y, en menor medida, en el campo de batalla

Aquella jornada del siglo I a.C. la situación no era nada halagüeña para las legiones romanas de Marco Antonio. En mitad de la invasión de Praaspa (ubicada en el Imperio parto), una partida de bárbaros tendió una emboscada a los soldados del Triunviro, los rodeó y preparó sus arcos para arrojar sobre ellos un escalofriante torrente de saetas. Como respuesta, y según relató el historiador y cronista Dión Casio, los soldados «formaron la tortuga, juntando los escudos e hincando la rodilla en tierra». Los enemigos, que «jamás habían visto» una formación de combate similar, desenvainaron sus armas y cargaron contra ese castillo de acero entre bramidos.

Mal asunto. Pero los legionarios, menores en número, repelieron una y otra

 vez los ataques bárbaros gracias a la formación en tortuga (o testudo). A continuación, llegó el golpe de gracia. «En esto se levantaron los romanos y, a la voz de mando, desplegaron a la vez toda la legión en formación de combate y, atacando en masa cada uno al que tenía más cerca frente a sí, los destrozaron como soldados bien entrenados frente a quienes están desprevenidos», añadía Dión Casio. Los enemigos de Roma, los mismos que minutos antes ansiaban degollar a los invasores y se creían vencedores, no pudieron hacer más que retirarse iracundos.

La victoria de Marco Antonio demostró, una vez más, la efectividad de la maquinaria de guerra romana y, sobre todo, de la mítica formación de combate en tortuga. Un sistema simple, pero que, como señala a ABC el divulgador histórico Francisco García Campa, fundador de la web «Bellumartis Historia Militar» hace casi diez años y autor de «Cayo Mario, el tercer fundador de Roma» (HRM), otorgó una infinidad de victorias a sus inventores. Y no solo en campo abierto, sino también durante los asedios, en los que la testudo se transformaba en una de las mejores armas de asedio a disposición de los legionarios.

Con todo, y como bien explica Campa en su nuevo podcast sobre estrategia en la Antigua Roma, existían otros tantos sistemas igual de efectivos. Desde la «Triplex acies» (en la que los militares se dividían en tres filas precedidas por los vélites, lo que otorgaba gran movilidad a la unidad), hasta la formación en cuña (en la que se ubicaba a los hombres más robustos al frente de un triángulo equilátero para que la potencia de ataque fuese mayor). Como estas, otras tantas. Sin embargo, ninguna de ellas se ha grabado en nuestras mentes como la testudo por su espectacularidad y, por qué negarlo, por la ingente cantidad de ocasiones en la que hemos visto en la gran pantalla.

Orígenes

Para hallar el origen de esta formación debemos bucear mucho antes del Imperio romano. «Más que buscar el término “testudo” o “tortuga”, tenemos que observar el empleo de los escudos en formaciones cerradas para hacer frente a los proyectiles», desvela Campa. En sus palabras, el historiador romano del siglo I a.C. Tito Livio dejó constancia del uso de una «tortuga» ya en el año 293 a.C. cuando afirmó que, «con los escudos entrelazados sobre sus cabezas», los primeros combatientes de la Ciudad Eterna (por entonces, una república) «hundieron las puertas de Aquilonia». La contienda se saldó a favor de los invasores, que provocaron más de 20.000 bajas.


Aunque la primera mención como tal de esta formación, con nombres y apellidos, la hallamos un siglo antes, de la mano del historiador griego Polibio (quien vivió entre el III y II a.C.). «El nombre de “testudo” proviene de la obra de Polibio en la captura de Heracleum durante la Tercera Guerra de Macedonia en el año 169 a,C.», desvela Campa. Con la obra del autor clásico en la mano, el español rememora sus explicativas palabras:

«El Heracleium fue tomado de una manera peculiar. La ciudad tenía una pared baja no muy grande por un lado y, para atacarla, los romanos emplearon tres manípulos escogidos. Los hombres del primero se taparon la cabeza con sus escudos y se cerraron, por lo que, debido a la densidad de los escudos, se convirtió en un techo de tejas».

De hecho, Campa recuerda que el nombre de «testudo» podría provenir de esta definición de Polibio, y no de la clásica analogía con la tortuga. «Como las tejas se superponen unas a otras para proteger de la lluvia, y en el latín de la época alto imperial “teja” se decía “testa”, el origen puede hallarse ahí», explica. No obstante, tampoco desdeña la posibilidad de que se refiera al cráneo (testa) ya que la formación era utilizada para salvaguardar las cabezas de los soldados de las piedras mientras avanzaban hacia la muralla enemiga. «Sea como sea, ambas opciones son más validas que “tortuga”, ya que a este animal se le conocía como “testudo” porque su caparazón es semejante a las tejas», completa.

¡Formación tortuga!

Como siempre suele suceder, el cine ha extendido muchas verdades y otras tantas mentiras sobre la formación en tortuga. Según explica Stephen Dando-Collins en su magna y divulgativa «Legiones de Roma», para formar la testudo los legionarios se apiñaban en torno al estandarte de la unidad. Los hombres ubicados al frente unían entonces sus escudos en posición vertical, mientras que los soldados ubicados en las filas siguientes hacían otro tanto, pero elevando aquel trozo de metal por encima de sus cabezas de forma horizontal. Si el enemigo tenía posibilidades de atacarles por los flancos o la retaguardia, algunos de los miembros de la unidad debían entonces desplazarse hasta ellos y protegerlos con sus scutum.


El resultado era un muto infranqueable para los proyectiles lanzados desde los arcos o desde una posición elevada (como, por ejemplo, piedras). Así lo dejó escrito el mencionado Dión Casio en su «Historia Romana»:

«La tortuga es como sigue y se forma de la siguiente manera. Los animales y carros que llevan los bagajes, los soldados que no usan escudo y los jinetes se colocan en medio de la legión. Y, de los que llevan armas defensivas, unos, los que van armados con los escudos alargados, curvados y cilíndricos, se colocan en el exterior formando un rectángulo y, mirando hacia ellos y con las armas dirigidas hacia delante, protegen a los demás, y los otros, los que van armados con escudos planos, diseminándose por el centro, levantando los escudos por encima de sí mismos y de todos los demás, de modo que en toda la legión no se ve otra cosa más que escudos, y así todos ellos quedan cubiertos de la lluvia de proyectiles bajo la capa protectora cubierta con los escudos».

Por su parte, Flavio Josefo describió la formación (en el contexto de un asedio) de este modo en su obra «La guerra contra los judíos»:

«Los romanos que iban en las primeras filas, cubiertos con sus escudos, se acercaban al muro, y los les seguían por semejante orden se juntaban con los otros; se ocupaban de hacer una estrategia formando una cobertura llamada testudine, o escudo de tortuga, de manera que las flechas que daban encima se deslizaban sin dañar; así que los soldados romanos cavaban el muro sin recibir daño».

Diversas funciones

Pero, entonces… ¿cuándo se usaba la formación en tortuga?, ¿durante los asaltos a posiciones contrarias muy bien defendidas o en mitad del campo de batalla?

Según Campa, lo habitual era que sirviera de protección a los legionarios mientras avanzaban hacia los muros enemigos debido a que los proyectiles rebotaban contra los escudos. Pero, además, esta táctica podía también hacer las veces de improvisada máquina de asedio. «Las fuentes clásicas nos dicen que, una vez cerca de los muros, los legionarios de las filas posteriores se agachaban y los otros se ponían de pie. Eso convertía el techo de escudos en una rampa por la que otra unidad podía acceder al emplazamiento enemigo. Se conocía como fastigiata testudo a esta modificación de la formación clásica que permitía, además, que las grandes rocas se deslizaran por el tejado, reduciendo en parte el daño del impacto», añade.

No obstante, también era utilizada en el campo de batalla cuando el enemigo, como le sucedió a Marco Antonio, rodeaba a los soldados. «Su capacidad de hizo que fuese empleada como última defensa por las legiones romanas cuando eran atacadas por tropas con gran número de proyectiles», sentencia. Por desgracia, la escasa movilidad que ofrecía una vez formada hacía que fuese una locura utilizarla para atacar al contrario. Por último, no era extraño que se emplease para superar algunos osbstáculos. «También se podían usar fuera del campo de batalla como una suerte de puente portátil para el paso de huecos o pequeñas hondonadas», completa el divulgador español.

Así resumió el propio Dión Casio estas funciones:

«La cubierta de escudos es tan resistente que algunos andan por encima de ella; es más, cuantas veces pasan por lugares hondos o estrechos, los caballos y los carros avanzan sobre ella. Tal es la disposición de esta formación, y de ahí ha tomado el nombre de tortuga, por la resistencia y protección que ofrece. Los romanos la utilizan en dos ubicaciones: cuando se acercan para atacar una fortaleza, y muchas veces hacen subir a algunos hasta la misma muralla, o cuando alguna vez son rodeados por los arqueros: entonces se agachan todos juntos (pues también a los caballos se les ha enseñado a doblar las rodillas y tumbarse) dando a los enemigos la impresión como si estuviesen cansados y, en un momento dado, se levantan de arrepentirse cuando el enemigo está cerca y les infunden un enorme pánico. Tal clase de formación es esa tortuga».

Severo error

Pero, a pesar de que era muy efectiva si se utilizaba con sabiduría, emplear esta formación a la ligera podía salir muy caro al general de turno. Un claro ejemplo de ello se sucedió, en palabras de Campa, durante la batalla de Carras, en el año 53 a.C. En la misma, se emplearon las testudos para hacer frente a los arqueros partos. Con lo que no contaron era con que, junto a ellos, había centenares de lanceros y caballeros equipados con armadura pesada (catafractos). Así narró Polibio el error:


«Porque si decidieran entrelazar sus escudos con el fin de evitar las flechas por la cercanía de su descarga, los lanceros se lanzaban sobre ellos con rapidez, derribando a algunos y al menos dispersando a los demás; y si extendían sus filas para evitar esto, eran golpeados con las flechas. Entonces muchos murieron por el miedo a la carga de los lanceros, y muchos murieron acorralados por los jinetes. Otros fueron derribados por las lanzas o fueron arrastrados con las mismas luego de ser atravesados».

Campa lo explica a ABC de una forma más sencilla: «La escasa movilidad hizo que una continua lluvia de proyectiles fuera perforando los escudos. Además, por su escasa capacidad de respuesta a los ataques cuerpo a cuerpo, los catafractos persas lanceraon poco a poco a los apretados soldados romanos. Con todo, con el paso de los años las legiones romanas perfeccionaron sus técnicas defensivas contra este tipo de adversarios, lo que dio lugar a una formación de escudos que se conoció como “fulcum”. Pero eso ya es otra historia».



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