viernes, 21 de abril de 2023

Canal FSemana Historia y Roma : ROMA, LA GRAN POTENCIA DEPORTADORA DE OTROS PUEBLOS. EL EJEMPLO DE LOS LIGURES

 


Escrito por Federico Romero Díaz

Para nosotros, habitantes del siglo XXI, la palabra deportación nos evoca irremediablemente las grandes y dramáticas deportaciones del siglo pasado, cuando los totalitarismos fascistas o comunistas movían pueblos y naciones enteras como si de piezas de un tablero de ajedrez se tratara. Era una herramienta de represión política o incluso un útil instrumento a utilizar en el marco de campañas de limpieza étnica. No obstante como en otros muchos aspectos no hay nada nuevo en el horizonte. Los traslados forzosos de naciones y pueblos ya se dieron con bastante frecuencia en la Antigüedad, siendo Roma, pueblo de gente práctica, uno de los estados que con más frecuencia y acierto obligó a otros pueblos y a veces a naciones enteras a trasladarse muy lejos, en ocasiones miles de kilómetros, de los territorios de sus ancestros.

Deportación de ligures desde el puerto de Luna a Beneventum en el Sanmio. 180 a. C.

A pesar de usar esta herramienta con frecuencia, el carácter y la finalidad con la que lo hacía era bastante diferente de las realizadas en nuestro pasado más reciente. La mejor manera de comprender el sentido que para Roma tenía mover un pueblo hostil a otra zona lejana de sus tierras de origen es analizar uno de los ejemplos mejor conocidos: la deportación de los ligures apuanos.

Liguria es un territorio costero y montañoso situado al noroeste de la península italiana. Su situación era estratégica pues por ella pasaban las principales vías de comunicación que unían Roma con el Sur de la Galia. Sus habitantes, divididos en diferentes tribus, eran muy hostiles al poder predominante del momento: Roma. Eran continuas las emboscadas y ataques a los comerciantes y soldados romanos, así como los intentos de asalto y conquista a las colonias que Roma había fundado en la zona, principalmente Piaciencia y Cremona.


En la primavera del 180 a.C. los consules Bebio Tamfilo y Cornelio Cetego derrotaron a los hostiles Ligures Apuanos que ocupaban la parte más oriental de la Liguria. Los dos romanos, tras consultar con el Senado por carta, tomaron la decisión de trasladarlos de sus montañas a cientos de kilómetros, en concreto a una porción de ager publicus que había pertenecido a los Taurasinos y que permanecía vacío tras las devastaciones de guerras anteriores en la zona. 

Ligures tienden una emboscada a una columna del ejercito romano.

Según Tito Livio fueron deportadas más de cuarenta mil personas, incluyendo mujeres y niños. Roma proporcionó dinero público para que los exiliados pudieran establecerse y dotar sus nuevas casas. Encargó del reparto de tierras y medios a cinco personas nombradas "ex profeso" por el Senado. A estas cuarenta mil personas debemos añadir otras siete mil más, enviadas por mar desde el puerto de Luna al año siguiente para colonizar la misma zona en la que se habían asentado sus compatriotas el año anterior.

El Senado romano cumplió un doble objetivo, por un lado pacificó Liguria, tierra que estaba en continua rebelión contra Roma, y por otro lado colonizó y puso en explotación con notable éxito unas tierras de labor que hasta ese momento estaban sin cultivar. La tierra asignada era similar a la tierra de la que procedían los ligures apuanos, pero era menos montañosa y mucho más fértil y productiva. Según las noticias que tenemos con posterioridad los ligures se integraron perfectamente en el Sanmio, donde convivieron sin problemas con veteranos de las legiones de Publio Cornelio Escipión que habían recibido tierras muy cerca de las suyas entre los años 201 y 199 a.C. hay constancia de que muchos siglos después, en el siglo IV d.C., los descendientes de esos ligures seguían habitando la zona a la que Roma había deportado a sus antepasados, hacía ya casi 500 años.



A pesar de las teorías de algunos autores como Barzanó, que defiende la existencia de un pacto de mutuo acuerdo entre romanos y apuanos, parece parece claro que el traslado de los ligures al Sanmio no fue un acuerdo , sino una imposición, un castigo impuesto por sus continuas rebeliones contra la presencia romana.

Picentes, lusitanos, piratas cilicios, ligures frinates y estatelates, campanos, etc fueron algunos de los muchos pueblos expulsados por la poderosa Roma de sus tierras ancestrales. En ocasiones solo se exiliaba a las élites de los pueblos vencidos, sin embargo en otros muchos casos el pueblo al completo era el condenado a abandonar sus tierras ancestrales para marchar a nuevas ciudades o reubicarse en otras preexistentes que dispusieran de tierra sin ocupar. En unos casos la deportación era a solo unas decenas de kilómetros, bajando a estos pueblos de las montañas al llano, aunque en otras, como la que hemos tratado los deportados eran trasladados cientos de kilómetros, o incluso a miles como fue el caso de los piratas cilicios obligados a vivir en la Cirenaica, Acaya o Calabria. En cualquier caso las deportaciones eran, como es evidente, un castigo del Estado romano contra un pueblo enemigo que había mostrado su enconamiento y hostilidad a Roma que cumplía así dos objetivos; desarraigaba a estos pueblos, dejándolos sin esperanza de volver a sus tierras ancestrales y por otro romanizaba a los deportados que tras ser recibir sus nuevos campos de cultivo daban el primer paso que les permitiría entrar en la civilización urbana propia del modo de vivir de la sociedad romana.

A modo de conclusión debemos decir que en todos los casos conocidos los pueblos deportados se integraron correctamente en sus nuevas tierras sin crear problemas militares significativos, convirtiéndose esta política en un importante instrumento de colonización agraria que beneficiaria enormemente a Roma.

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