El 15 de agosto de 1940 ocurrió un incidente que volvió a tensar las relaciones entre Italia y Grecia. El crucero griego Helle fue torpedeado. Los italianos y británicos se culparon mutuamente, pero los griegos decidieron no dar tanta importancia al asunto, además que el navío ya era obsoleto. No fue hasta 1960 que el antiguo gobernador del Dodecaneso reconoció que la acción fue ordenada por Roma.
El 22 de agosto Atenas consultó a Londres sobre la ayuda que se le brindaría en caso de guerra contra Italia. Se les respondió que sería económica, se evitaría la conquista de Creta y se favorecería a los griegos durante las negociaciones de paz.
Para septiembre de 1940 las relaciones italo-yuguslavas se mejoraron y Roma desmovilizó a sus tropas, aunque se enviaron otras tres divisiones nuevas. Esta acción resto eficacia a la invasión italiana a Grecia que se efectuaría menos de dos meses más tarde.
Mussolini se decidió a atacar Grecia por motivos políticos y estratégicos. Primero, contrarrestar la creciente influencia de Hitler en los Balcanes. Segundo, ganar bases en el Mediterráneo contra los británicos; tercero, tratar de limpiar la mala imagen de las tropas italianas, puestas a prueba durante el ataque a Francia en el verano de 1940.
Fue la intromisión de Hitler en los Balcanes, lo que en última instancia empujó a Italia a declarar la guerra a Grecia. El 12 de octubre de 1940 Hitler envió una misión militar a Rumania para apoyarla con la reorganización de su ejército y la protección de los campos petroleros. Esto disgustó a Mussolini, quien consideró que Alemania violaba lo que era su zona de influencia. Por ese motivo es que se decidió actuar al atacar a un objetivo que, según sus planes, era fácil de someter y que reafirmaría la preponderancia italiana en la región.
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