viernes, 21 de abril de 2023

Canal Historia : La venganza de Gálvez

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Gerónimo Galvez fue un piloto español del siglo XXVII nacido en Cartagena, España. Desde muy joven navegó por el mediterráneo, haciendolo más tarde por el Océano Atlántico. Se había casado joven con Solina una guapa mujer, cuyo padre había muerto en los calabozos del Santo Oficio y su madre moría poco después de pena. Siendo ella sospechosa también ante los inquisidores, ambos emigraron a Nueva España en 1687.

Después de pasar un año en Veracruz, se trasladaron a Acapulco, donde en 1689 le ofrecieron hacerse cargo como piloto, del galeón Santa Rosa de Lima para llevarlo a Manila. La línea de galeones del Pacífico necesitaba por lo menos de doce pilotos experimentados para su servicio, pero era casi imposible conseguirlos por lo largo y peligroso de la travesía y porque muchos se enriquecían en un par de viajes y dejaban entonces el oficio, para trasladarse definitivamente  a España y disfrutar de su pequeña fortuna sin los sobresaltos del mar.

El sueldo de los pilotos era sólo de setecientos pesos de oro al año, pero tenían permitido el llevar algo de mercancía en la nave y con eso y el contrabando, al que eran muy afectos, en dos viajes redondos se hacían ricos. El cargo de piloto era muy importante en los galeones de Manila, pues generalmente el capitán de la nave era algún señor principal que hacía el viaje y no sabía mucho de las cosas de mar, por lo cual el piloto resultaba ser el verdadero capitán en todo lo referente al manejo de la nave y así se explica que se les permitieran muchas irregularidades, especialmente el contrabando.

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Acapulco en 1700

Gerónimo y Solina vivieron felices durante tres años, aunque las separaciones eran largas pues sólo lograban estar juntos dos meses cada año, mientras se descargaba y cargaba el galeón en Acapulco. Cuando éste zarpaba Solina quedaba sola en su casa, sin apenas salir, si no era para pasear alguna tarde por la playa, bajo el fuerte de San Diego.

En 1692 un joven cortesano de Madrid , llamado Sebastián de la Plana, llegó a Acapulco para viajar a Manila. En una de las posadas del puerto conoció a Solina. La pretendió e intentó seducirla pero ella lo rechazó. Entonces, cuando ella paseaba por la playa, la raptó con la ayuda de unos delincuentes, y abusó de ella.  Al volver a su casa, Solina se encerró, no le contó a nadie lo sucedido, escribió una carta a su esposo y a los pocos días murió. Días mas tarde, Sebastián de la Plana embarcó para Manila y Gálvez llegaba a Acapulco en el Santa Rosa.

Al enterarse de lo ocurrido y leer la carta de su esposa, Gálvez hizo una lápida en el cementerio de Acapulco, con una inscripción inacabada anunciando su venganza. En ManilaSebastián de la Plana trató de ocultar su identidad cambiándose el nombre y dejándose la barba. Además se había hecho desfigurar la cara por un cirujano que le produjo quemaduras.

Pasado el tiempo Gálvez volvió a Manila y contrató espías para que buscaran a Sebastián, por todo Filipinas, China y Japón. Incluso les dijo que fueran a las posesiones portuguesas de Molucas, Macao y Goa. Durante ese tiempo Gálvez, hizo otro viaje a Nueva España. Seis años duró la búsqueda y en ellos gastó todas sus ganancias, pero no desesperaba y en cada viaje recorría las Filipinas, ofreciendo dinero a quien le diera noticias de su enemigo y comisionando cada vez mayor número de espías.

Por fin uno de los agentes localizó a Sebastián en Macao, donde se había puesto al servicio de los portugueses. El agente le engañó, le dijo que aquella historia estaba ya olvidada y que fuese con él a Manila donde existía la perspectiva de casarse con una viuda rica.

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Bahía de Manila en 1847

Cuando llegaron a ManilaGálvez acababa de llegar en el galeón desde Acapulco, que fué amarrado en el muelle de Cavite como era habitual. Fue informado de la presencia de Sebastián en la ciudad y entonces se preparó para capturarlo. El agente engañó de nuevo a Sebastián y le hizo subir al buque con el pretexto de un negocio de contrabando. Gálvez le estaba esperando, cuando lo vio, lo afrentó y le dio una oportunidad para combatir en un duelo a muerte. De tal manera que se ataron cada uno las manos izquierdas a la del otro, dejando libre la derecha con un puñal cada uno. Aunque Sebastián recibió varias puñaladas consiguió zafarse y huir por la jarcia del navío. Gálvez le siguió con el puñal entre los dientes, pero antes de alcanzarle, Sebastián cayó sobre cubierta rompiéndose varios huesos.manila mapa

Entonces llevaron al herido a un bote de remos, cruzaron de noche la bahía de Manila e instalaron al herido en un camastro en una vieja casa de la calle Rada en un barrio de mala fama. Gálvez le enseñó una miniatura con la imagen de su esposa. El sentenciado pidió agua, un médico y confesión, todo lo cual le fue negado. Gálvez le dijo que estaba allí para morir y le puso delante el relicario con la imagen de Solina para que no dejara de verla.

Así estuvo tres días, ya que la parálisis producida por la caída le había dejado medio cuerpo paralizado y su captor lo vigiló sin descanso. Finalmente murió, haciéndose cargo de su cadáver los frailes de la Misericordia, enterrándolo en algún lugar desconocido.

Gálvez regresó en su séptimo y último viaje a Acapulco, donde se retiró. Desde entonces peregrinó por los santuarios de Nueva España y con frecuencia volvía a la tumba de su amada. Hasta que un día fue encontrado muerto junto a ella con el relicario en la mano. Fue enterrado por los monjes del convento de San Hipólito.




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