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Te descubrimos 5 calas de aguas turquesas a las que solo acuden los locales.
La pequeña de las Pitiusas es un paraíso encontrado en medio del mar Mediterráneo, un baúl de rincones escondidos, de arenales y playas de aguas transparentes donde huir del mundo y encontrarse uno mismo.
Formentera es casi virgen, un 70% de su territorio natural está protegido. La posibilidad de situarte a la orilla del mar, mirar a un lado y otro el paisaje costero, sin contemplar apenas edificaciones, excepto algunos núcleos de población y pequeños hoteles con encanto, es un privilegio que sólo podemos experimentar aquí
Entre sus múltiples playas y calas escondidas, hemos seleccionado 5 que seguro te conquistarán para siempre.
Cala en Baster: cuevas y aguas vírgenes
Los autóctonos certifican que esta playa de rocas es uno de los lugares más especiales e incomparables de la isla. Se trata de un refugio de pescadores rodeado de elevadas paredes calizas en las que destacan los varaderos tradicionales escarbados como cuevas en el marés.
Para acceder a ella con facilidad, saldremos de la población de Sant Ferran de Ses Roques, donde previamente podemos visitar su iglesia, la plaza y la mítica Fonda Pepe, centro neurálgico del ambiente hippie en los años setenta. Desde Sant Ferran nos dirigiremos hacia la costa de Tramuntana que ocupa la parte norte central de la isla y es principalmente de roca baja. Su carácter agreste hace que parezca que esta playa nunca haya sido explorada. Es casi virgen, con sus ‘paredes de acantilados’, y resulta perfecta para la ‘práctica del snorkel’. Todo un refugio natural.
Caló des Mort: el rincón de los pescadores
Esta cala es una estampa perfecta de la Formentera marinera de antaño con un paisaje espectacular de aguas claras y arena blanca. Con una anchura de solo 70 metros, es todavía un rincón poco conocido debido a que se encuentra entre rocas rodeada de casetas de pescador que se alzan bajo los acantilados del este de Migjorn.
Puedes acceder a pie fácilmente tomando alguno de los muchos desvíos hacia el sur en la carretera principal que recorre Migjorn, una vez pasado el pueblo de Sant Ferran en dirección a La Mola. Un rincón idílico para bañarse en aguas cristalinas con una suave brisa mediterránea.
Moli Marroig: las aguas más turquesas
Este tesoro natural es idóneo para aislarse de todo y desconectar. Aquí apenas se escucha más que el sonido del mar. Situado al norte de la isla, entre la playa de Ses Illetes y la de Es Cavall d’En Borràs, queda aislada del turismo por su orografía rocosa. Su pasarela de madera se adentra en el mar como si de un embarcadero se tratase y en sus aguas cristalinas podrás disfrutar de un baño y un fondo marino espectacular para practicar snorkel, dada la gran presencia de posidonia.
Para llegar hasta aquí debemos tomar rumbo Illetes y una vez allí, caminar apenas un kilómetro hasta el restaurante Es Molí de Sal, que se encuentra justo al lado de esta cala escondida de aguas turquesas.
Es Ram: oasis de paz
Aunque para llegar a ella haya que andar por un sendero agreste, la recompensa no podría ser mejor: una cala digna de esas postales que parecen haber dejado de existir. Un verdadero oasis de paz donde la palabra estrés no existe.
Es Ram se encuentra entre las playas de La Mola y Migjorn, a escasos metros del Caló des Morts. Solo hay que seguir el sendero desde esta última cala hasta llegar a una pequeña playa de arena blanca, altos acantilados y formaciones rocosas.
Es Cupinar
Es la última playa del Migjorn y podremos llegar hasta ella paseando desde la playa de Es Arenals o, en su defecto, por carretera hacia Es Caló. Allí podemos dejar el coche en alguno de los párquines cercanos y seguir a pie. El acceso es fácil y, al regreso, podemos parar a tomar algo en el quiosco Bartolo, todo un clásico en la isla con platillos de la gastronomía típica pitiusa.
Formentera sigue perteneciendo a los nativos, que nos dejan descubrir sus secretos si compartimos su filosofía respetuosa y tranquila. Una isla de atmósfera inigualable y aguas únicas que ahora puedes conocer
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