1º. Tras ganar el largo ciclo de guerras civiles intermitentes (306-24) que siguió a la abdicación de Diocleciano, el emperador Constantino I volvió a reunificar el Imperio, siendo el primero en gobernarlo de forma única desde hacia 41 años, y lo hizo durante 13 años (324-37). Disponiendo de paz interna, y tras una serie de campañas junto con su hijo mayor Constantino II en el Rin, el emperador se propuso un gran objetivo: recuperar la Dacia abandonada por Aureliano 50 años antes, y dar un escarmiento a los godos, que habían respaldado a su cuñado.
2º. El 5 de julio de 328, el propio emperador inauguró el “Puente de Constantino” sobre el Danubio, el puente fluvial más grande de la antigüedad, mayor que el erigido en su día por Trajano: con una anchura de 5,7 metros, una longitud de 2,437 km, de los cuales 1,317 k lo hacían sobre el río Danubio, con pilares de mampostería y superestructura de madera. Lanzó una campaña al norte de río devastando el territorio de los godos, que en el 329 respondieron invadiendo Mesia, pero siendo expulsados.
3º. La gran guerra llegó hacia el 331, cuando se produjo una disputa entre godos y sármatas; éstos pidieron ayuda a Constantino, que envió al mayor de sus hijos, el Cesar Constantino II, que en una dura campaña invernal en el 332, sometió a los godos y “casi 100.000 godos fueron destruidos por el hambre y el frío por el Cesar Constantino”. La derrota fue tan contundente que incluso el rey godo Ariarico envió a su hijo como rehén; el tributo pagado por los romanos para mantener la paz fue cancelado, y los godos quedaron sometidos a los romanos con cierto grado de autonomía, y debieron aportar 40.000 al emperador cuando se lo exigiese. Esta situación duraría 34 años, y Constantino I construyó gran cantidad de fortalezas para mantenerlos sojuzgados.
4º. Sin embargo, los sármatas, para defenderse de los godos, habían armado a sus “siervos” o “esclavos”, en lo que debemos entender quizás más que a “esclavos” en nuestro concepto actual, como a un campesinado sometidos de forma clientelar a los aristócratas sármatas. El caso es que se produjo un estallido social y “los esclavos se hicieron dueños de la situación, levantando sus escudos contra sus amos y los expulsaron de sus tierras”. Los nobles sármatas pidieron ayuda a Constantino I, que los acogió, y que tanto por la oportunidad, como por el temor a que sucediese algo similar en el Imperio, invadió Sarmatia en el 334, y la sometió. Enroló a muchos en sus tropas, y a otra gran cantidad de sármatas (300.000 según las exageradas fuentes) los distribuyó en colonias en Tracia, Mesia, Macedonia e Italia para que cultivasen los campos.
5º. En dos campañas más (335 y 336) mal documentadas, Constantino I venció a los vándalos y recuperó los territorios de la antigua Dacia abandonada por Aureliano. Dado que Diocleciano había recuperado territorios en Oriente a los persas, y a que las diferentes tribus germanas (francos, alamanes, burgundios, marcomanos, quados) y numerosos territorios en Oriente (Armenia, Iberia, Albania) era vasallos de Roma, la extensión del Imperio romano lograda por Constantino I el Grande era similar a la alcanzada bajo Septimio Severo y su dinastía 100 años antes.
6º. Pero Constantino I tenía otra gran campaña en mente, en Oriente, contra los persas sasánidas, herederos geopolíticos de los partos. A la antigua disputa por el reino de Armenia, vasallo de los romanos, pero culturalmente próximo a los persas, se añadía ahora la cuestión religiosa. Durante las persecuciones de Decio, Valeriano y Diocleciano, muchos cristianos se refugiaron en el imperio persa; pero ahora que el emperador romano protegía dicha doctrina, los reyes persas los veían con desconfianza: que los reyes armenios (301) fuesen los primeros en adoptar el cristianos como religión oficial (mucho antes que los romanos) no ayudó. En el 335 Constantino había entregado el gobierno de las provincias del Oriente romano a su segundo hijo, Constancio II, de 18 años, para preparar una campaña contra los persas, reuniendo suministros y numerosas tropas. Los persas atacaron Armenia y Mesopotamia en el 336, tomando Amida; pero el joven Constancio II contratacó, y aplastó a los persas en la batalla de Narasara, dando muerte a su general Narsés, y recapturó Amida, que convirtió en un gran bastión.
7º. En invierno del 337, en Constantinopla, Constantino I rechazó a los enviados persas. Se preparaba para partir en primavera, cuando a sus 65 años, enfermó, y su estado se agravando rápidamente con las semanas: ni las curas en baños termales en Nicomedia lo mejoraron. Incapaz de regresar a Constantinopla, siguiendo la tradición de entonces de no bautizarse hasta morir, pidió ser bautizado en Nicomedia, para limpiar sus pecados: el obispo arriano Eusebio de Nicomedia lo hizo. Murió el 22 de mayo del 337, y ello obligó a su hijo Constancio II a volver a Constantinopla para proceder al entierro y consolidar la situación.
8º. Los hechos más trascendentales del reinado de Constantino I son su simpatía hacia el cristianismo y la conversión de este credo, de facto, en la religión del Imperio; así como la fundación de Constantinopla, que convertida en la capital oriental del Imperio, fue el dique que contuvo durante casi 600 años las invasiones musulmanas hacia Europa oriental. Sin embargo, sobre ambos hechos ya he escrito, y en especial al tema religioso, se le da una atención preferente. Por ello, hoy he querido reseñar otro aspecto menos conocido del reinado de Constantino I: sus gestas militares que le llevaron a recuperar a Dacia y retornar al Imperio a unas fronteras similares a las de su máxima extensión territorial permanente con la dinastía Severa.
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