La primera invasión musulmana de África del norte, ordenada por el califa Omar, comenzó en el año 647. Un ejército de 20.000 árabes marchó desde Medina en Arabia en dirección a esta zona del continente africano. A este se sumó otro contingente de 20.000 soldados en Menfis. Abdallah ibn al-Sa’ad los condujo hasta el Exarcado de África bizantino. Este ejército tomó Tripolitania (en la actual Libia). Gregorio el Patricio, el gobernador local bizantino, había declarado su independencia del Imperio Bizantino en el norte de África. Reuniendo a sus aliados, se enfrentó a la invasión islámica pero cayó derrotado en la batalla de Sufétula, una ciudad ubicada a unos 100 kilómetros de Cartago. Con la muerte de Gregorio su sucesor, seguramente Genadio, logró la retirada de los árabes a cambio de aceptar el pago de un importante tributo. Esta campaña duró quince meses, regresando las fuerzas de Abdallah a Egipto en el año 648.
La campaña de conquista musulmana del norte de África fue pronto interrumpida, a pesar del éxito inicial, al estallar una guerra civil entre diferentes facciones árabes rivales que llevaron hasta el asesinato del califa Omar en el año 656. Este fue reemplazado por Ali Ibn Abi Talib, quien a su vez fue también asesinado en 661. La dinastía hereditaria omeya, formada principalmente por califas árabes seculares, se estableció entonces en Damasco y el califa Muawiya I comenzó la consolidación de su imperio desde el Mar de Aral hasta la frontera occidental de Egipto. Instauró un gobernador omeya en Egipto que estaría radicado en al-Fustat, y de este modo puso en marcha una extensión de su poder que se mantendría durante los siguientes dos siglos. Posteriormente, continuó la invasión de sus vecinos no musulmanes, atacando Sicilia y Anatolia (en Asia Menor) en el 663. En el año 664 Kabul, en Afganistán, cayó ante los ejércitos invasores musulmanes.
Segunda invasión
Entre los años 665 y 689, una nueva invasión del Norte de África tuvo lugar. Comenzó con el objetivo de proteger Egipto "de un ataque sobre el flanco de la Cirenaica bizantina".[5] Un "ejército de 40.000 musulmanes avanzó a través del desierto hasta Barca, conquistándola, y marchó entonces hasta la vecina Cartago". En el curso de este proceso, un ejército de más de 30.000 soldados bizantinos fue derrotado.
A continuación llegó una fuerza de 10 000 árabes liderados por el general Uqba ibn Nafi. Saliendo desde Damasco, el ejército marchó sobre el Magreb y tomó la vanguardia de la invasión en marcha. En el año 670 la ciudad de Kairouan (unos 160 kilómetros al sur de la moderna Túnez) se estableció como refugio y base para futuras operaciones. La ciudad fue convertida en la capital de la provincia islámica de Ifriqiya, que cubriría las regiones costeras de lo que son hoy Libia occidental, Túnez y el este de Argelia.
Tras estos eventos, el intrépido general "se zambulló en el corazón del campo, atravesó la tierra salvaje en la que sus sucesores erigieron espléndidas capitales como la ciudad de Fez en el actual Marruecos, y al cabo penetraron hasta la orilla del Atlántico y el gran desierto". Durante su conquista del Magreb (la zona que se ubica en el área de África del norte occidental) asedió la ciudad costera de Bugía así como Tingi o Tánger, apabullando lo que en su día había sido la provincia romana de Mauritania Tingitana.
En este punto se detuvo y parcialmente volvió atrás. Luis García de Valdeavellano escribe:
En su lugar contra los bizantinos y los bereberes, los jefes tribales árabes habían extendido sus dominios africanos enormemente, y en fecha tan temprana como el año 682 Uqba había alcanzado las costas del Atlántico, pero fue incapaz de ocupar Tánger, y esto le forzó a volver hacia las Montañas del Atlas.
Además, y siguiendo a Gibbon, Uqba, "este Alejandro mahometano, quien suspiraba por nuevos mundos, fue incapaz de preservar sus conquistas recientes. Por la deserción universal de los griegos y africanos debió retirarse desde las costas atlánticas". En su vuelta, sus fuerzas fueron emboscados en la conocida como Batalla de Vescera por una coalición bereber y bizantina cerca de Biskra. Uqba fue derrotado y muerto en esta batalla.
Entonces, añade Gibbon, "el tercer general o gobernador de África, Zuheir, se vengó y encontró el destino de su predecesor. Venció a los nativos en multitud de batallas, fue derrocado por un ejército poderoso que Constantinopla había enviado para ayudar a Cartago".
Mientras, una nueva guerra civil entre rivales de la monarquía estaba desgarrando Arabia y Siria. Resultó en una serie de cuatro califas entre la muerte de Muawiya en 680 y la ascensión de Abd al-Malik ibn Marwan (Abdalmalek) en 685 y no terminó hasta 692 con la muerte del líder rebelde.
Tercera invasión
Este último evento trajo de vuelta el orden doméstico, permitiendo al califa reiniciar la conquista islámica del norte de África. Comenzó por la reconquista de Ifriqiya. Gibbon escribe:
El estandarte fue entregado al gobernador de Egipto, Hassan, y todo activo de este reino, incluyendo un ejército de cuarenta mil hombres, se consagró al importante servicio. En las diferentes vicisitudes de la guerra, las provincias interiores se habían ganado y perdido alternativamente a favor de los sarracenos. Pero las plazas costeras todavía seguían en manos de los griegos, los predecesores de Hassan habían respectado el nombre y las fortificaciones de Cartago, y el número de sus defensores se reclutaban a partir de fugitivos de Cabes y Trípoli. Las armas de Hassan fueron atrevidas y más afortunadas: redujo y sometió a pillaje las metrópolis de África, y la mención de escaleras para trepar puede justificar la sospecha de que anticipó, a través de un asalto sorpresivo, la operación más tediosa de un asedio regular. Pero el Imperio Bizantino respondió con tropas enviadas desde Constantinopla, a las que se unieron soldados y barcos desde Sicilia y un poderoso contingente de visigodos desde Hispania. Esto forzó al ejército invasor árabe a retirarse hasta Kairouan. Entonces, escribe Gibbon, "los cristianos tomaron tierra; los ciudadanos clamaron ante la enseña de la cruz, y el inverno fue perdido ociosamente en el sueño de la victoria o liberación".
La primavera siguiente, sin embargo, los árabes lanzaron un nuevo asalto por mar y tierra, forzando a los bizantinos y a sus aliados a evacuar Cartago. Los árabes destruyeron totalmente la ciudad y la prendieron fuego hasta los cimientos, dejando el área desolada durante los dos siguientes siglos. Se luchó otra batalla cerca de Utica donde los árabes volvieron a resultar victoriosos, forzando a los bizantinos a dejar esta parte del Norte de África para siempre.
Esto fue seguido por una rebelión bereber contra los nuevos señores árabes. Gibbon escribe: Bajo el estandarte de su reina Cahina, las tribus independientes lograron un cierto grado de unión y disciplina. Y dado que los moros respetaban en sus mujeres un cierto carácter de profetas, atacaron a los invasores con un entusiasmo similar al suyo propio. Las bandas veteranas de Hassan no estaban bien preparadas para la defensa de África: las conquistas de una era fueron perdidas en un solo día; y el señor árabe, abrumado por el torrente, se retiró a los confines de Egipto.
Cinco años pasaron antes de que Hassan recibiera tropas renovadas y frescas del califa. Mientras tanto los pueblos de las ciudades del Norte de África se dedicaron a fastidiarse mutuamente bajo un reinado bereber de destrucción. Así, Hassan fue bienvenido cuando regresó. Gibbon escribe que "los amigos de la sociedad civil conspiraron contra los salvajes de la tierra; y las profetas reales cayeron en su primera batalla".
En el año 698, los árabes habían conquistado la mayor parte del norte de África a los bizantinos. El área fue dividida en tres provincias: Egipto con su gobernador en al-Fustat, Ifriqiya con su gobernador en Kairuán, y el Magreb (en torno al moderno Marruecos) con su gobernador en Tánger.
Musa ibn Nusair, un exitoso general yemení en la campaña, fue hecho gobernador de Ifriqiya y dada la responsabilidad de someter una renovada rebelión bereber y convertir a la población al islam. Musa y sus dos hijos prevalecieron sobre los rebeldes y esclavizaron a 300.000 presos. La porción para el califa fue de 60.000 de estos cautivos. El califa los vendió como esclavos, utilizando los ingresos de su venta para enriquecer el tesoro público. Otros 30.000 presos fueron empujados al servicio militar.
Musa también tuvo que lidiar con el acoso constante de la armada bizantina. De modo que construyó una armada propia que logró conquistar las islas cristianas de Ibiza, Mallorca y Menorca. Avanzando sobre el Magreb, sus fuerzas tomaron Argel en el 700.
El fin de la conquista barbara
Hacia el año 709 todo el norte de África estaba bajo control del califato árabe. La única excepción posible era Ceuta en las Columnas de Hércules africanas. Gibbon afirma: "en aquel tiempo, así como en el presente, los reyes de España eran propietarios de la fortaleza de Ceuta (...) Musa, en su orgullo de victoria, fue expulsado de las murallas de Ceuta, bajo la vigilancia valiente de Don Julián, el general de los godos".
Otras fuertes, sin embargo, mantienen que Ceuta representaba el último bastión bizantino en África y que Julián, a quien los árabes llaman Ilyan, era un exarca o gobernador bizantino. Valdeavellano ofrece otra posibilidad: que "como parece más probable, este pudiera haber sido un bereber que era el señor y amo de la tribu católica de Gomera". En cualquier caso, como hábil diplomático adepto a la política visigótica, bereber y árabe, Julián podrían también haberse sometido a Musa en unos términos que le permitieran retener su título y mando.
En este tiempo la población de Ceuta incluía a numerosos refugiados de la guerra visigótica que había estalado en Hispania (las modernas Portugal y España). Estos incluían familiares y confederados del anterior rey Witiza, cristianos arrianos escapando de las conversiones forzadas por la iglesia católica visigótica, y judíos perseguidos. Quizás fueron ellos, según el testimonio de Don Julián, quienes clamaron por la ayuda de los musulmanes del Norte de África para derrotar a Rodrigo, el nuevo rey visigodo.
Tal y como Gibbon lo plantea, Musa recibió un mensaje inesperado de Julián, "quien le ofrecía su lugar, en persona, y su espada" al líder musulmán a cambio por su ayuda en la guerra civil. Aunque "sus dominios [de Julián] eran amplios, sus seguidores numerosos y atrevidos", él "tenía escasa esperanza y mucho que temer del nuevo reino". Y era demasiado débil para desafiar a Rodrigo directamente. Así que pensó en la ayuda de Musa.
Para Musa, Julián, "por sus dominios andaluces y mauritanos, (...) guardaba en sus manos las llaves de la monarquía hispánica". De modo que Musa ordenó varias primeras razzias iniciales sobre la costa sur de la península ibérica en el año 710. En la primavera de ese mismo año Tariq ibn Ziyad (un bereber, esclavo liberado y general musulmán) tomó Tánger. Musa entonces lo hizo gobernador, apoyado por un ejército de 1700 hombres.
El siguiente año, 711, Musa mandó a Tariq invadir Hispania por el islam. Desembarcando desde Ceuta en barcos facilitados por Julián, Tariq se sumergió en la península ibérica, derrotando a Rodrigo en la batalla de Guadalete, y asediando a continuación la capital visigótica de Toledo. Él y sus aliados tomaron además Córdoba, Écija Granada, Málaga, Sevilla y otras ciudades. Durante este proceso, Tariq estaba en realidad conquistando Iberia para el islam antes que tomando partido en la guerra civil visigótica. Y haciendo esto estableció fuera de toda duda que Ceuta, el último bastión cristiano en el Norte de África, era ahora parte del imperio árabe. De esta manera, la conquista musulmana de la península ibérica llevó a su final la total conquista islámica del Norte de África.
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