Nació en León un junio del 1081. Fue hija de Alfonso VI y Constanza de Borgoña. El nacimiento de Sancho en 1093 la apartó de la sucesión. En 1093 se casó con Raimundo de Borgoña y el rey Alfonso les dio en feudo el condado de Galicia, un territorio que abarcaba la actual Galicia y el norte de Portugal. En 1096 el rey Alfonso le dio la parte portuguesa a Enrique de Borgoña, que se casó con su hija Teresa.
En septiembre de 1107 falleció el conde Raimundo y Urraca se hizo cargo del gobierno de Galicia. Para entonces ya había tenido dos hijos: Sancha y Alfonso y es probable que siete embarazos fallidos.
Durante la vida de su esposo estaba en la sombra, pero tras su muerte, ella adquirió una relevancia que no perdería. A Urraca se le condicionó el señorío de Galicia, debía permanecer soltera, en caso contrario debía cederlo a su hijo Alfonso.
El 30 de mayo de 1108 falleció el príncipe heredero Sancho en la batalla de Uclés contra los Almoravides. Alfonso de León llamó a sus súbditos para defender las fronteras del reino. Urraca acudió a Segovia con su contingente. Para entonces se había convertido en la virtual heredera del trono.
Para entonces surgieron rivalidades entre los nobles para desposar a la heredera, pero el rey Alfonso, para evitar estos problemas, la prometió con el rey de Aragón Alfonso el Batallador. Esta decisión no gusto a nadie. El soberano reunió en Toledo a los nobles del reino y anuncio a Urraca cómo la sucesora y futura esposa del rey aragonés.
En julio de 1109 murió el rey Alfonso VI y Urraca se convirtió en reina. A los dos meses se casó más por obligación, con Alfonso. En las capitulaciones se determinó que su hijo Alfonso perdería los derechos de sucesión a favor de los hijos nacidos del nuevo matrimonio.
En 1110 tuvo que sofocar una rebelión en Galicia, ya que se rechazaba la pérdida de los derechos de Alfonso. Para colmo la reina se llevaba mal con su esposo, al que acusó de maltrato.
Siguieron años de guerras intestinas en las cuales se pretendía anular el matrimonio de Urraca con Alfonso. Este se aferraba e intervenía militarmente en el reino para imponerse a los nobles y a la reina que no lo querían. Incluso la encerró en un castillo en 1111, pero fue liberada por un partidario. El mismo papa ordenó la anulación del matrimonio argumentando consanguinidad, pero Alfonso de Aragón continuaba aferrado.
La reina, para tener el apoyo de su hijo Alfonso y las huestes gallegas, aceptó que lo coronaran rey de Galicia. Juntos se se enfrentaron a Alfonso de Aragón en la batalla de Candespina, que fue ganada por el rey.
Tras tres años de guerra Alfonso de Aragón se dio cuenta que no podría dominar las tierras de su esposa, por lo que la repudió en 1114.
En 1115 Galicia seguía presionando a la reina para conseguir más autonomía. Cómo ella negó estalló de nuevo una insurrección.
En 1117 las tierras leonesas al sur del Duero eran ambicionadas por la hermana de la reina, Teresa, por el rey de Aragón y por los musulmanes. La reina las cedió a su hijo, con lo que reforzó su poder en la zona.
El reinado de Urraca estuvo inmerso en una constante guerra civil para someter a los partidarios de su hijo y a las ambiciones de su hermana Teresa en Portugal. Sus últimos años de reinado son poco conocidos. Murió en marzo de 1126 a los 44 años de edad y fue sepultada en León.
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