domingo, 28 de mayo de 2023

Canal Historia : Los «Inmortales» no hacen honor a su nombre


El ejército persa contaba entre sus filas con un cuerpo de élite, conocido como los «Inmortales». Era una fuerza compuesta de 10.000 hombres, y debían su nombre al hecho de que en la batalla, cuando uno de ellos caía, otro ocupaba de inmediato su lugar en la formación de ataque.
Para aterrrorizar a sus enemigos, los Inmortales concedían una importancia extraordinaria a su aspecto. Según relata Jenofonte, estos soldados vestían túnicas de color rojo e iban pertrechados de cascos, espinilleras y escudos de bronce. Las puntas de las lanzas eran de plata, pero a un millar de ellos se les había concedido el honor de lucirlas de oro.
Este cuerpo de élite disfrutaba de algunos lujos impensables para otros soldados. Siempre les acompañaba una caravana en la que viajaban mujeres y disponían de criados, ataviados también con lujosos ropajes.
Los Inmortales consecharon numerosas victorias en sucesivas campañas por Asia Menor o Egipto, en donde arrollaron a todos los ejércitos que se interponían en su camino. Su fama traspasó fronteras y llegaron a ser temidos por los griegos, cuyos guerreros no se atrevían ni siquiera a nombrarlos.
Pero serían precisamente los griegos los que acabarían con el prestigio de esta temible fuerza de choque. Los Inmortales dejaron de hacer honor a su nombre en 490 a. C., en la batalla de Maratón. Milcíades, al frente de 11.000 griegos, derrotaría a los ejércitos del rey Darío, que sumaban más de 150.000 guerreros, incluyendo a los Inmortales. De todos modos, la mayor parte de este ejército no llegó a ser desembarcado. Confiados en su victoria, solo fueron enviados a tierra unos 20.000.
Milcíades extendió sus líneas a través de un valle para no ser rodeado por los flancos. Pese a la debilidad de su centro, las alas pudieron contener el ataque enemigo. Seguidamente los griegos pasaron al ataque, provocando el pánico en las filas persas, incluyendo a los Inmortales. Los hombres de Darío huyeron corriendo hacia sus barcos, dejando tras de sí unos 6.400 muertos. Por su parte, los griegos tan solo contabilizaron la pérdida de 192 efectivos.
Esta sería la primera ocasión en la que los Inmortales, hasta entonces considerados invencibles, serían derrotados en el campo de batalla. Pero no sería la última; en el 334 a. C., Alejandro Magno se enfrentaría a ellos en el río Gránico, en Asia Menor, dispuesto a abrirse paso hacia Mileto y Halicarnaso.
Al frente de sus 35.000 macedonios, cruzó el Gránico y se enfrentó al ejército persa de Memmón de Rodas, compuesto por 40.000 soldados, entre los que había que incluir un numeroso grupo de mercenarios griegos.
Alejandro avanzó con su caballería pesada, dispersando a la caballería ligera persa, para después enviar a su falange de lanceros contra los Inmortales, que no pudieron oponer resistencia a la infanteria macedonia. A partir de entonces, el prestigio de los Inmortales ya no sería más que un recuerdo, al igual que el poderío militar del imperio persa.

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 Carlo   Magno

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