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El británico Nicholas Reeves se agarra a unos jeroglíficos borrados en la cámara funeraria del faraón niño para señalar que pertenece a una estructura mucho más grande.
Nicholas Reeves, el arqueólogo que lleva años defendiendo la rebatida teoría de que la tumba de Tutankamón esconde otra estructura en la que se habría enterrado a Nefertiti, vuelve a la carga. En una ampliación de su obra de referencia, Tutankamón completo, que verá la luz a finales de octubre, el egiptólogo y antiguo conservador del Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo Británico incluye nuevas pruebas que supuestamente respaldan su hipótesis de que el enterramiento del faraón niño es simplemente la sección exterior de una tumba mucho más grande «preparada y aún ocupada por» su madrastra, la esposa de Akenatón.
La presencia de cámaras funerarias más allá de las estructuras que descubrió Howard Carter hace un siglo es un tema que ha generado enorme polémica en los últimos años. En 2015, Reeves publicó en una revista científica un estudio explicando que en la pared norte de la cámara funeraria, debajo de las pinturas con escenas rituales sobre el viaje al más allá de Tutankamón, había dos líneas paralelas verticales que quizá indicasen la presencia de una puerta. En las conclusiones sugirió que la tumba del faraón niño estaba originalmente destinada a Nefertiti, cuya tumba nunca ha sido descubierta, y que su enterramiento se encontraba al otro lado del mencionado muro.Nicholas Reeves, el arqueólogo que lleva años defendiendo la rebatida teoría de que la tumba de Tutankamón esconde otra estructura en la que se habría enterrado a Nefertiti, vuelve a la carga. En una ampliación de su obra de referencia, Tutankamón completo, que verá la luz a finales de octubre, el egiptólogo y antiguo conservador del Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo Británico incluye nuevas pruebas que supuestamente respaldan su hipótesis de que el enterramiento del faraón niño es simplemente la sección exterior de una tumba mucho más grande «preparada y aún ocupada por» su madrastra, la esposa de Akenatón.
La presencia de cámaras funerarias más allá de las estructuras que descubrió Howard Carter hace un siglo es un tema que ha generado enorme polémica en los últimos años. En 2015, Reeves publicó en una revista científica un estudio explicando que en la pared norte de la cámara funeraria, debajo de las pinturas con escenas rituales sobre el viaje al más allá de Tutankamón, había dos líneas paralelas verticales que quizá indicasen la presencia de una puerta. En las conclusiones sugirió que la tumba del faraón niño estaba originalmente destinada a Nefertiti, cuya tumba nunca ha sido descubierta, y que su enterramiento se encontraba al otro lado del mencionado muro.
Ese mismo año, un equipo japonés analizó con georradar el enterramiento, situado en el Valle de los Reyes. Según sus resultados, detrás de la pared norte no solo había un espacio en la roca, sino que se detectó metal y material orgánico. Desde entonces, otras investigaciones han radiografiado la tumba. Los equipos de National Geographic y la Universidad de Turín, que realizó tres escaneados independientes, no encontraron nada. El Consejo Supremo de Antigüedades egipcio se agarró a estos resultados para descartar definitivamente la teoría de Reeves. Otro análisis en 2020, del que se informó en un artículo en Nature pero sus conclusiones nunca fueron publicadas, hablaba de «un espacio desconocido». Sin embargo, ha sido rechazado por razones técnicas.
En resumen, según los estudios efectuados con la última tecnología de radiografía de la tumba, el balance es de 5 a 1 a favor de la opinión de que no hay más estancias ocultas. Pero Reeves se ha mantenido firme en su creencia basándose en los análisis de las pinturas de la cámara funeraria de Tutankamón. En 2019 ya publicó un estudio en el que apuntaba, apoyándose en cuestiones estilísticas, que el muro norte había sido repintado. El investigador sugería que la tumba estaba en un principio predestinada para Nefertiti, pero los planes cambiaron con la muerte prematura e inesperada del faraón niño a sus 19 años, h. 1324 a.C. También las técnicas pictóricas de los otros tres muros son distintas. La respuesta de Reeves es que fueron realizadas en periodos diferentes.
No obstante, la clave del asunto se encuentra en las tres escenas que representan el viaje hacia el más allá de Tutankamón, en las que aparecen el propio faraón, su sucesor, Ay, y el dios Osiris. «Ahora puedo demostrar que bajo los cartuchos [el símbolo oval en el que se inscribían los nombres reales] de Ay hay cartuchos de Tutankamón, lo que prueba que la escena originalmente representaba a Tutankamón enterrando a su predecesora, Nefertiti. De otra forma no habría existido esa decoración en la tumba», ha explicado el egiptólogo británico a The Guardian.
«Esta conclusión —ha añadido— se confirma totalmente en los perfiles faciales de las figuras: la nariz chata y la barbilla regordeta de [la figura] actualmente identificada como Ay sigue precisamente los rasgos faciales estandarizados para las representaciones oficiales de Tutankamón al comienzo de su reinado [durante el de su padre, Akenatón, se había registrado una revolución religiosa que también afectó al arte]. La figura de la momia presenta los rasgos indiscutibles de Nefertiti. Por lo tanto, la escena se había concebido como una imagen de Tutankamón oficiando en el entierro de su predecesora».
Amparándose en estas hipótesis y evidencias, Nicholas Reeves ha señalado que se necesitan más investigaciones. El Consejo Supremo de Antigüedades ya ha dejado claro en varias ocasiones que no habrá más estudios con georradar y que ni mucho menos permitirá hacer un agujero en la pared —las vibraciones podrían dañar las pinturas— para resolver definitivamente el debate. Él, de momento, seguirá defendiendo que Tutankamón se parece a un «intruso» dentro de una tumba real significativamente más grande.
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