La llegada de Estrombíquides elevó las naves atenienses hasta los ciento ocho. Con ellas se sintieron fuertes para ir contra los espartanos, pero estos, esa vez, no se sintieron seguros para combatir y decidieron retirarse. Después enviaron a Clearco, con cuarenta naves, con el sátrapa Farnabazo para ir a pedirle las pagas, que Tisafernes no estaba cumpliendo.
Clearco cumplió la misión y después se le mandó que fuera a Bizancio para incitarla a la rebelión. Cuando el espartano iba a cumplir la misión lo tomó una tormenta que dispersó sus naves. Sin embargo, diez de ellas lograron arribar a la citada ciudad, que se alzó en su favor. Los atenienses, al enterarse, enviaron una flota de ocho naves para ir a recuperarla y se libró una batalla.
Entre tanto, en Samos, los líderes de la armada ateniense, en especial Trasíbulo, esperaba el regreso de Alcibíades, por lo que convenció al resto de los capitanes para proclamar un edicto en el que se le otorgaba el perdón. Trasíbulo fue después con Tisafernes y Alcibíades. Esperaba que, con el decreto, el sátrapa persa les diera su favor y apoyo financiero. Su siguiente acción fue llevar al exgeneral ateniense a Samos, en donde este pronunció un esperanzador discurso para restablecer la hegemonía de Atenas con el favor del persa Tisafernes y a la vez causar desconfianza de los espartanos hacia los persas.
Alcibíades les dijo a los generales en Samos que Tisafernes había prometido pagar los sueldos de los soldados, marinos y remeros de la armada y también que les mandaría como refuerzo a la flota fenicia. De esta suerte, los líderes atenienses tuvieron gran confianza en él, que le dieron el mando de la armada. Estaban tan entusiasmados, que le sugirieron ir al Pireo para derrocar a los cuatrocientos y restablecer la República, pero Alcibíades lo eludió y les dijo que era peligroso. En su lugar fue con Tisafernes para mostrarle que tenía la confianza de los atenienses y que toda su actuación sería en conveniencia con él.
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