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Acompañamos a Katia y a Maurice Krafft, la pareja de vulcanólogos que protagonizan este explosivo documental, en su recorrido por los volcanes más peligrosos de la Tierra.
Más de dos décadas de trabajo de campo de estos intrépidos vulcanólogos se retratan en 93 minutos del largometraje Fire of Love dirigido y producido por la aclamada documentalista Sara Dosa, cuyos filmes de trasfondo ecologista y comunitario retratan a personajes con historias asombrosas. En esta ocasión, la directora se centra en el triángulo amoroso que surgió entre la curiosa pareja Krafft y sus queridos gigantes volcánicos, con los que compartieron casi la mitad de sus vidas, llegando a visitar más de 150 volcanes en veinte años de investigación.
Juntos, Katia -geoquímica- y Maurice -geólogo-, hacían la pareja perfecta. Se conocieron en 1966 y en seguida se confesaron su absoluta devoción por los volcanes, con los que ansiaban pasar el resto de sus días. “Somos corredores de la tierra, vivimos al ritmo de la tierra y es la tierra la que decide a dónde tenemos que ir”, declara Maurice en el documental. En efecto, el ritmo de las aventuras de los Krafft estaba marcado por el tiempo de los volcanes; cada vez que alguno mostraba signos de despertar de su letargo, acudían inmediatamente a observarlo de cerca, a tomar notas, a recoger muestras, a filmarlo.
A pesar de que su vida se encontraba entre rocas y nubes de humo, Katia y Maurice se veían obligados a volver a Alsacia de vez en cuando para transformar lo observado en producción científica que les financiara su siguiente viaje. Katia catalogaba las imágenes que tomaban y escribía libros de vulcanología mientras Maurice convertía el material filmado en películas divulgativas y daba conferencias por todo el mundo. En una era pre-drones, las inéditas imágenes que traían de sus expediciones, a escasos metros de enormes explosiones de lava, friendo huevos en rocas ardientes y haciendo parecer de su trabajo un juego de niños, captaron la atención del público, eventualmente convirtiéndose en famosos personajes televisivos. Eran una pareja singular, carismática, con más curiosidad que miedo por lo desconocido…y la cámara les adoraba.
La pareja produjo alrededor de 200 horas de material filmado, que, cuidadosamente seleccionado, cortado y montado por Sara Dosa y su equipo, se ha transformado en este increíble documental. La directora confiesa que estaba fascinada con “la idea de intentar escuchar la historia de personas que han fallecido, contada a través de lo que habían dejado atrás”, pues, a pesar de la intervención de las montadoras el documental, este es, en esencia, un collage hecho a partir del material de archivo grabado por los propios protagonistas. Las imágenes provienen de las grabaciones de la cámara de 16mm que llevaba Maurice, así como las tomadas por la cámara fija de Katia. La temperatura de los cráteres a los que se acercaban podía llegar hasta los 1200ºC, lo que les obligaba a proteger su equipo con aluminio, entre otros materiales, lo que no impidió que algún que otro equipo acabara derritiéndose…
El film, inspirado por el existencialismo de la Nouvelle Vague, enfrenta el efímero tiempo de los hombres con la inmensidad temporal de los ritmos de la tierra, mostrando la humildad científica de Katia y Maurice, que ahondaron en los misterios más profundos de este planeta dejando atrás un legado lleno de luces, pero también cargado de sombras. El compromiso científico de esta pareja de vulcanólogos se centró en la investigación de aquello que se conoce como “gatillo”, es decir, la combinación de minerales, calor, gases y tiempo que eventualmente provocan la erupción volcánica, una pregunta que tristemente no lograron responder antes de 1991, año en el que la repentina erupción del monte Unzen en Japón acabaría con sus vidas.
A pesar de ello, las notas de campo, los datos científicos y las cintas cinematográficas que recopilaron a lo largo de su investigación exhaustiva fueron un material importantísimo para el avance de la vulcanología, pues en ese momento no existían apenas vulcanólogos que estudiasen volcanes activos y que además practicaran la observación a una proximidad extrema que, eventualmente, resultó letal para la pareja.
Aunque Maurice y Katia recorrieron el mundo entero en busca de respuestas, el documental de Fire of Love se centra en una decena de volcanes que por su belleza, o por la terrible destrucción que provocaron, fascinaron, removieron y conmovieron a esta inusual pareja. Iniciemos junto a ellos esta apasionante aventura.
El monte Etna: el primer amor de Katia
La primera explosión volcánica que Katia Krafft experimentó fue siendo tan sólo una niña. Había convencido a sus padres de que le llevaran a conocer de cerca los volcanes y consiguió ver las coladas de lava del Etna, un volcán activo situado en la costa este de Sicilia, Italia.
Lugar donde se refugiaban las fraguas de Hefesto -dios de la forja y el fuego- según la mitología griega, el Etna se encuentra entre uno de los volcanes más activos del mundo. Se considera un volcán activo aquel que ha erupcionado en los últimos 10.000 años y que mantiene el potencial de desarrollar alguna actividad eruptiva en un futuro indeterminado, pero el caso del Etna es particular, pues casi siempre se encuentra en erupción. Esto atrae a muchos curiosos que esperan con expectación las corrientes de lava, el flujo piroclástico e incluso los relámpagos, que sólo algunos aciertan a contemplar.
Sin embargo, para los habitantes de la zona las coladas de humo y el ruido del volcán son una constante, acostumbrados a vivir bajo la amenaza de una erupción. A pesar de ello, el volcán se conoce bajo el nombre de “gigante bueno”, pues salvo lentos ríos de lava que, de vez en cuando, arrasan bosques, atraviesan carreteras e incluso amenazan los pueblos colindantes, el volcán no es explosivo.
La presencia omnipresente de semejante fuerza volcánica confiere a la zona una vitalidad extraordinaria, ya que el paisaje se encuentra en continuo cambio. Precisamente este carácter creador de los volcanes fue lo que enamoró a Katia cuando era tan sólo una niña, fascinándola de tal forma que dedicaría el resto de sus días a profundizar en su conocimiento.
El monte Stromboli: el primer flechazo de Maurice
El primer volcán que fascinó a Maurice a la temprana edad de 7 años no se encontraba demasiado lejos del Etna. En el archipiélago volcánico de las Islas Eolias, a unos 65km de Sicilia, se eleva a 924 metros sobre el nivel del mar el implacable Stromboli, el volcán con tres cráteres activos de los que salieron los personajes de Julio Verne en su obra Viaje al Centro de la Tierra.
El carácter activo del volcán se manifiesta en frecuentes explosiones que forman coladas de lava que desembocan en el mar. De nuevo, la convivencia de los habitantes de la isla con el volcán es relativamente amable, pues las explosiones son pequeñas aunque regulares desde hace al menos 2000 años.
Cautivados por el desafío que representa la subida a la cima de este volcán, miles de turistas acuden a la isla cada año para embarcarse en un trekking de todo menos corriente. Las expediciones, que por motivos de seguridad son obligatoriamente guiadas y en grupos de 20 personas, comienzan alrededor de las seis de la tarde con el objetivo de alcanzar las bocas eruptivas al caer la noche. A medida que avanza el ascenso las explosiones, que se repiten cada 20 minutos aproximadamente, se hacen más inmersivas, intensificando el rugido, el temblor del suelo y las columnas de humo que se alcanzan a ver al levantar la vista. Los estallidos del volcán emiten lava que suele alcanzar los 200 metros de altura, haciendo inolvidable la experiencia para todo aquel que se atreva con ella.
Este volcán tan especial, que auspició allá por los años 50 la historia de amor entre el director neorrealista Roberto Rossellini y la actriz Ingrid Bergman durante el rodaje de Stromboli, Tierra de Dios, se convertiría también en el inicio de la apasionada fascinación de Maurice Krafft por los volcanes.
1968. Los paisajes volcánicos de Islandia
En cuanto a actividad volcánica se refiere, Islandia es una de las zonas más activas de la Tierra, experimentando una media de actividad volcánica cada cinco años. A pesar del poder destructivo de los volcanes, su elevada presencia en esta isla es la fuerza creadora de sus paisajes más impresionantes, como sus característicos campos de lava negra, sus alucinantes géiseres o sus famosas piscinas geotérmicas.
Los Krafft eligieron el paisaje esencialmente volcánico de Islandia como destino para su primer -aunque precario- viaje científico, financiado por una escasa beca y un coche donado que les permitió recorrer la isla y comprobar -respectivamente- que habían encontrado a su compañero de aventuras en lo que sería una rápida e intensa historia de amor.
El Monte Nyiragongo ¿un volcán amable?
Cuando Katia y Maurice Krafft llegaron a la cima del Monte Nyiragongo en 1973 no dudaron ni dos segundos antes de meterse dentro del cráter del volcán, que se convirtió en su casa durante dos semanas.
El Nyiragongo es un volcán situado en la República del Congo -conocida como Zaire cuando los Krafft la visitaron- cuyo cráter tiene unos 2km de ancho y un semi permanente lago de lava, que se encontraba activo cuando la pareja de vulcanólogos se instaló en su interior. Fascinados por las constantes erupciones de lava ardiente, se llegaron a encontrar muy cómodos cerca de este tipo de volcanes, que ellos llamaban los volcanes amables, los volcanes rojos.
Como vulcanólogos, Katia y Maurice se intentaban alejar de clasificaciones excesivas, prefiriendo tratar cada volcán como si tuviera una identidad propia y singular. Sin embargo, llegaron a distinguir entre dos tipos diferentes de volcanes, los rojos y los grises. El primer tipo, al que pertenece el Nyiragongo, está originado por la separación de dos placas tectónicas que generan un punto caliente en el suelo del océano que eventualmente sube hacia la superficie en forma de magma, rellenando los huecos creados por el desplazamiento y creando un nuevo suelo. Al salir a la superficie, la lava forma ríos ardientes que siguen una trayectoria más o menos predecible, reduciendo su peligrosidad.
A pesar de estas observaciones, en 1977 la pareja volvía a Nyiragongo tras el aviso de una breve pero intensa erupción en la que se dieron los flujos de lava más rápidos jamás registrados (por encima de los 95 km/h). Katia y Maurice experimentaron por primera vez la temible fuerza de sus amados volcanes cuando descubrieron la destrucción sembrada en las proximidades del Nyiragongo, que había dejado 2.000 muertos en menos de 30 minutos.
Un pasado de destrucción y un futuro incierto no parecen inquietar a los intrépidos turistas que tras 5 horas de caminata llegan a la cima para contemplar el lago de lava más grande del mundo, que unos 700 metros más abajo hierve burbujeante a más de 1.000ºC. En palabras del fotógrafo Carsten Peter, que lleva 30 años recorriendo los volcanes del mundo: “Aquí sientes el volcán. Es un rugido de baja frecuencia que retumba por todo tu cuerpo, es como estar dentro de un altavoz gigante”. Al caer la noche comienza el espectáculo de olas de lava que deslumbran entre las nubes de gas humeante a cualquiera que se asome a sus fauces. El ascenso a la cima es exigente, pero para muchos no cabe duda de que la experiencia lo compensa.
Nevado del Ruiz, Colombia. Crónica de un desastre anunciado
En 1985 los geocientíficos -entre los que se encontraban Katia y Maurice- alertaron a las autoridades colombianas de que Nevado del Ruiz, situado en el cinturón volcánico de los Andes colombianos, tenía un 100% de posibilidades de erupcionar próximamente. A pesar de la demanda popular -respaldada por la evidencia científica- a favor de la elaboración de un plan de evacuación y sistemas de aviso, el gobierno lo consideró demasiado caro y nunca se llegó a efectuar, una decisión que se cobró la vida de 25.000 personas: la segunda erupción volcánica más devastadora del siglo pasado.
Nevado del Ruiz forma parte del Parque Nacional Natural Los Nevados, uno de los mayores complejos volcánicos del país. En particular, este volcán lleva en activo cerca de dos millones de años y, según la clasificación de los Krafft, se trata de un volcán gris. Esta tipología de volcanes se forma cuando dos placas tectónicas chocan, generando una presión y un calor que crecen progresivamente hasta que se produce una liberación cataclísmica. “Los volcanes grises son los volcanes que matan”, decían los Krafft, pero también es cierto que sus cenizas son capaces de crear la tierra más fértil del mundo.
Tras comprobar la falta de concienciación global que existía ante el peligro destructor de estos volcanes, los Krafft hicieron de su vida una misión dedicada a investigar los volcanes más letales del mundo, los volcanes grises, empezando por las colinas cubiertas de ceniza de Nevado del Ruiz. Su trabajo no fue en vano, como demostró la evacuación del monte Pinatubo (Filipinas) en 1991, una operación que se atribuye a la pareja y a los vídeos que montaron con el objetivo de educar a las comunidades que se forman en las proximidades de los volcanes y a sus instituciones.
El Parque Nacional Natural Los Nevados se declaró en 1974 Área Protegida con el objetivo de preservar los últimos tres glaciares que quedan en el país colombiano. Las cumbres de nieve que se encuentran en este Parque atraen a una gran cantidad de turistas, especialmente a la cumbre del Nevado del Ruiz, que destaca por su biodiversidad frente al resto. La elevada altura de estos glaciares configura una serie de pisos térmicos que albergan distintos ecosistemas según su altura. Una ruta por este paisaje nos transporta desde los selváticos aguacerales -también conocidos como “la montaña que siempre llueve”-, al desierto de la soledad, donde los inmensos cráteres configuran un paisaje lunar. Los habitantes locales alertan de que queda poco tiempo antes de que el calentamiento global acabe con estas cumbres de nieves perpetuas, pero con la organización rigurosa del Parque y el respeto de los viajeros, es posible que aún podamos disfrutar de este mágico paisaje por un tiempo.
Monte Unzen, Japón. De héroes a leyendas
En 1991, tras un letargo de 200 años, el monte Unzen amenazaba con despertar. Katia y Maurice recibieron la rutinaria alerta y se dirigieron hacia la isla de Kyushu, en Japón, residencia de este complejo volcánico que sigue activo a día de hoy. Tristemente, esta será su última expedición. Katia, con 44 años y Maurice, con 45, fueron atrapados por el flujo piroclástico mientras tomaban imágenes de la erupción. Tal era el amor de los Krafft por los volcanes que su deseo no era otro que el de morir cerca de uno algún día. Al final, tanto Katia como Maurice asumían el riesgo de su trabajo con naturalidad, llegando a preferir “una vida intensa y corta que una monótona y larga”, como explica Maurice en el documental.
El monte Unzen pertenece al Parque Nacional de Unzen, que consta de un rico paisaje natural lleno de aguas termales que expulsan vapor blanco a través de sus cráteres. Las aguas en esta zona casi alcanzan los 100ºC, por lo que los baños termales, también conocidos como onsen, son muy populares en la zona de Unzen, ideales para recuperarse tras una excursión. A pesar de ser un volcán activo, a día de hoy es posible subir a la cima de Unzen - hasta los 1.359 metros de altura- para disfrutar de sus impresionantes vistas.
Con este último volcán llegamos al fin de nuestra ruta, guiada tanto por las aventuras de los Krafft como por la mirada de Sara Dosa, quien espera que la gente vea en Fire of Love “una historia sobre la capacidad de sentir de la naturaleza y su poder y se enamoren de nuestro planeta como lo hicieron Katia y Maurice”.
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