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Paraísos de interior para unas vacaciones perfectas
Ni playas paradisíacas donde se mecen las palmeras, ni megalópolis ultramodernas con sobredosis de planes. Hay quien prefiere simple y llanamente los pueblos, pequeños y tranquilos, sencillos y manejables, para entregarse a la calma perfecta. Aquí van cinco maravillosas propuestas rurales para estas vacaciones:
Puebla de Guadalupe (Cáceres)
Su nombre remite irremediablemente al famoso monumento, ya se sabe, el Real Monasterio de Guadalupe, el imponente complejo amurallado en el que descansa la Virgen morena. Pero nadie que llegue hasta aquí debería perderse el lujo de conocer también el adyacente Puebla de Guadalupe, un pueblo con uno de los cascos históricos mejor conservados de Extremadura. Un apacible entramado de callejuelas porticadas, plazuelas recoletas y casas adornadas con balcones floridos, que cuenta además con un bello parador de merecida fama gastronómica. Por supuesto, la visión del monasterio resulta majestuosa desde la plaza de Santa María.
Dueñas (Palencia)
Asentado junto a los montes Torozos, y declarado por su bellezaConjunto Histórico Artístico, este pueblo palentino es ideal para unas vacaciones tranquilas. Aquí encontraremos joyas como la Casa de Napoleón, que fue el cuartel general de José Bonaparte durante la invasión francesa, y el monasterio cisterciense de San Isidro, más conocido como La Trapa, donde al caer la tarde los cantos gregorianos propician un viaje en el tiempo.
También el Palacio de los Buendía, en el que Fernando de Aragón concertó su casamiento con Isabel de Castilla y en el que ambos vieron nacer a su hija primogénita. Además, y para refrescarnos, encontraremos agua. La del río Carrión, que vuelca su caudal en el Pisuerga, y la del Canal de Castilla, una suerte de río artificial que es una obra maestra de la ingeniería hidráulica.
Peratallada (Girona)
Pura expresión de la belleza que exhibe la Costa Brava tierra adentro, descubrir este minúsculo pueblo trazado de piedra supone sumergirse en un cuento medieval, en una mítica historia que uno se imagina arrancada de un libro de caballerías. De ello dan fe sus laberínticas calles de piedra, el castillo solemne que preside el lugar, las enredaderas estrangulando los muros, el repique de las campanas… Aquí todo es armónico, sin estridencias, fiel a sus orígenes. Un lugar único para unas vacaciones pausadas, pero realmente inolvidables.
Ochagavía (Navarra)
El verano no puede ser más idílico en este pequeño pueblo asentado al norte del Valle de Salazar, en la comarca del Roncal. En Ochagavía, el Pirineo navarro dibuja el horizonte, mientras que río Anduña se abre paso y divide esta localidad formada por caseríos de grandes portones y balcones repletos de flores. Aquí se viene a merodear por sus calles estrechas, a asomarse a su puente de piedra o a subir hasta la ermita de Muskilda para admirar la grandiosidad del entorno. Por si fuera poco, es una de las puertas de entrada a la Selva de Irati por lo que también se puede aprovechar para descubrir el hayedo.
Orbaneja del Castillo (Burgos)
De belleza anda sobrada también esta localidad burgalesa, declarada Conjunto Histórico Artístico. Porque en ella, más allá de pintorescas callejuelas de arquitectura típica, encontramos la que está considerada una de las imágenes más fotogénicas de España: una poderosa cascada que brota de la Cueva del Agua y se precipita sobre el pueblo para caer directamente en el cauce del Ebro.
El torrente, de 25 metros de altura, nace, corre, salta y muere en unos pocos segundos para al fin explotar en la roca musgosa y dividir en dos el caserío. Una estampa increíble.
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