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En sus poemas épicos, la Ilíada y la Odisea, el poeta griego Homero (en torno a 750 a.C.) contó la historia de la guerra de Troya, un asedio de diez años a la ciudad de Troya realizado por una alianza de ciudades-estado griegas. Troya también es conocida por su nombre latinizado, Ilión, y estaba en la costa noroccidental de Anatolia, en la actual Turquía.
La ciudad estuvo habitada continuamente desde la Edad de Bronce temprana (en torno a 3000-2200 a.C.) durante unos 4.000 años hasta que dos grandes terremotos la destruyeron en 1300 d.C. y cayó en decadencia. Los descubrimientos arqueológicos sugieren que había una pequeña comunidad bizantina en Troya en el siglo XII d.C., pero el poderoso reino de las epopeyas de Homero se había perdido en la historia, a pesar de seguir vivo en la imaginación popular.
En el siglo XIX, se creía que Hisarlik era el emplazamiento de la antigua Troya. Su ubicación en una colina cerca de Tevfikiye, en los Dardanelos, que conecta los mares Negro y Egeo, era una posición estratégicamente importante porque dominaba una ruta comercial principal. Los arqueólogos empezaron a excavar las capas de los diferentes asentamientos, que, con el tiempo, habían formado un montículo de 20 metros (65 pies) de altura, y estas capas se denominaron con números, de Troya I a Troya IX. Hasta la fecha, se han descubierto nueve ciudades y 46 niveles de ocupación, lo que demuestra que no hubo una sola Troya sino una sucesión de civilizaciones que ocuparon el área.
Que la Guerra de Troya fuera un evento histórico de la Edad de Bronce tardía (en torno a 1700-1000 a.C.) o simplemente una historia de la mitología griega sigue siendo objeto de debate académico, pero está generalmente aceptado que la ciudad de la Ilíada de Homero se ha encontrado y está asociada con tres arqueólogos famosos: Heinrich Schliemann, Wilhelm Dörpfeld y Carl Blegen.
Heinrich Schliemann: el encuentro y la casi pérdida de Troya
Johann Ludwig Heinrich Julius Schliemann (1822-1890) saltó la fama mundial en 1873 cuando afirmó haber descubierto Troya. Schliemann era un hombre de negocios alemán y un arqueólogo pionero, aunque sin formación fascinado con la idea de Troya desde que vio una imagen de la ciudad ardiendo en un libro titulado Weltgeschichte für Kinder ("Historia mundial para niños") cuando tenía siete años.
Era hijo de un párroco luterano y el quinto de siete hermanos; era un lingüista extraordinario, hablaba más de 15 idiomas y empezó a viajar a una edad temprana. Quería emigrar a Sudamérica y aceptó un puesto de camarero a bordo de un buque con destino a La Guajira, Colombia, que naufragó frente a las costas holandesas en 1841. Se quedó en Ámsterdam y trabajó como contable para un mercader de la ciudad, donde aprendió francés, holandés e inglés: las principales lenguas del comercio de la época.
En 1846, Heinrich Schliemann se convirtió en agente de la casa comerciar alemana B. H. Schröder & Co. y fue enviado a San Petersburgo porque era el único empleado que hablaba ruso. Aquí fue donde Schliemann empezó a amasar su fortuna: comerció con tinte índigo y nitrato de potasio antes de llegar a California en 1851 y obtener ganancias multimillonarias durante la fiebre del oro americana.
Heinrich Schliemann se jubiló en 1858 a los 36 años tras regresar a Europa y casarse con su primera esposa, Ekaterina Petrovna Lyschin (1826-1896), nacida en Rusia. Tras su jubilación, pasaba el tiempo recorriendo los enclaves arqueológicos clásicos, y en 1868 conoció a Frank Calvert (1828-1908), un diplomático británico expatriado cuya familia inglesa levantina poseía tierras en Hisarlik, incluida la mitad oriental del montículo de Hisarlik (la mitad occidental pertenecía al gobierno turco).
Calvert estudió el lugar, excavó trincheras y estaba convencido de haber encontrado la Troya homérica, pero carecía de la financiación para realizar más excavaciones. Calvert invitó a Schliemann a cenar porque reconoció que el empresario alemán contaba tanto con una enorme fortuna como con una determinación feroz de encontrar Troya. Los dos hombres se embarcaron en una asociación y Heinrich Schliemann empezó las excavaciones en 1870. Se llevó consigo a su segunda esposa, mucho menor que él, la griega Sofía Engastromenou (1852-1932), con quien se había casado en 1869 tras divorciarse de Ekaterina.
Los métodos de excavación de Schliemann se han puesto en entredicho. Schliemann contrató a una plantilla de entre 80 y 160 hombres diarios y excavaron una zanja de 14 metros (45 pies) a lo largo del lugar, desechando la tierra y los escombros de las capas que consideraba que eran demasiado tardías para pertenecer a Troya. Schliemann asumió que la capa más profunda, Troya 1, era la ciudad de Troya, con lo que destruyó la "Troya real" que se identificaría más adelante en las capas superiores. Usaron picos, palas, dinamita y casi destruyeron el lugar, por lo que muchos eruditos profesionales acusaron a Heinrich Schliemann de ser un cazatesoros más que un arqueólogo. Kenneth Carl, un estudioso clásico dijo en su serie de charlas sobre Asia Menor que Schliemann había logrado lo que los griegos no consiguieron: tirar abajo las murallas.
En mayo de 1873, Schliemann dijo haber descubierto el "Tesoro de Príamo," un botín de oro, artefactos valiosos, joyería, incluida la famosa diadema de oro (un tocado real) que llevaba su esposa, Sofía, en una fotografía de 1874. Schliemann equiparó el Tesoro de Príamo con las riquezas mencionadas en el Libro 24 de la Ilíada. El Tesoro de Príamo se descubrió en Troya II, una capa que mostraba indicios de incendio, pero Príamo habría sido rey de Troya durante la época de Troya VI (1750-1300 a.C.) o Troya VIIa (en torno a 1300-1180 a.C.).
La controversia se centró en los diarios de Schliemann sobre la excavación, que estaban incompletos. También identificó varios artefactos erróneamente, y las fechas de algunos descubrimientos eran vagas. Esto causó ciertas acusaciones, entre ellas que Heinrich Schliemann no había dicho la verdad y que combinó sus descubrimientos con los artefactos que encontró en otras partes de la excavación. Schliemann normalmente dibujaba los objetos que encontraba, pero en vez de eso el Tesoro de Príamo fue fotografiado y ninguno de los artefactos se mencionó en la documentación temprana. ¿Acaso su determinación por encontrar la legendaria Troya hizo que falsificara sus descubrimientos? Esta es una pregunta que se viene repitiendo desde entonces, y no ayudó que Schliemann después admitiera que había exagerado la presencia de su esposa, Sofía, cuando descubrieron el Tesoro de Príamo. De hecho, Sofía estaba en aquel momento en Atenas con su familia tras la muerte de su padre.
Schliemann sacó el Tesoro de Príamo (unos 8.000 objetos) de Turquía a escondidas. La mayor parte de la colección acabó en el Museo Neues de Berlín, y durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se escondió bajo el Zoo de Berlín. Los soldados soviéticos descubrieron el botín y lo transportaron a Moscú, donde se expuso en el Museo Nacional Pushkin de Bellas Artes, donde todavía se encuentran la mayoría de los objetos. El Tesoro de Príamo se ha datado en 2200 a.C. o antes, con lo que es al menos 1.000 años anterior a la Troya homérica. Schliemann también empaquetó cerámica, joyas de oro, teteras de bronce y figuritas y lo envió a Europa o se lo vendió a coleccionistas privados.
En 1876, el gobierno turco presentó una demanda contra Schliemann, que salió inmediatamente del país y se dirigió a Grecia, donde empezó sus excavaciones en Micenas. Allí descubrió la "Máscara de Agamenón" de la edad de Bronce griega, la máscara funeraria dorada del famoso rey de la antigua Micenas que lideró al ejército griego en la Guerra de Troya de la Ilíada de Homero. Este descubrimiento también fue controvertido, ya que algunos críticos acusaron a Schliemann de haberla falsificado. Las investigaciones modernas científicas sugieren que las cejas separadas del rey mitológico de Micenas son estilísticamente diferentes a las de otras máscaras mortuorias del lugar.
A pesar de todo, Heinrich Schliemann se convirtió en una celebridad internacional, pasó más de 20 años y siete temporadas de excavación en Troya, ahondando y ensanchando lo que se conoce como la Zanja de Schliemann y destruyendo material valioso en el proceso. Nunca reconoció el trabajo de Frank Calvert, a quien quizá se podría considerar el verdadero descubridor de la Troya de Homero.
Aunque los métodos arqueológicos de Schliemann fueran a menudo brutales, está considerado como el padre de la arqueología moderna, pero haría falta el trabajo de otro arqueólogo, un pionero de la excavación estratigráfica, para trasladar la atención de Schliemann de las capas inferiores de Troya a las superiores.
Wilhem Dörpfeld
Wilhelm Dörpfeld (1853-1940) era un arquitecto alemán nacido en Prusia que, al igual que Schliemann, creía firmemente en la realidad histórica de los lugares mencionados en las epopeyas de Homero. Hoy en día está enterrado en Grecia, en la isla de Léucade, a vista del paisaje que afirmó que era la Ítaca de Homero.
Dörpfeld estudió en la Bauakademie (la Academia de Arquitectura) de Berlín de 1873 a 1876, donde se especializó en arquitectura antigua griega. También estudió griego antiguo y en 1877 fue enviado a Olimpia en el Peloponeso a excavar el templo de Hera. El joven arquitecto desarrolló la teoría de la "madera podrida" mientras trabajaba en el lugar, que sugería que las columnas de piedra del peristilo encontradas in situ eran originalmente de madera. Wilhem Dörpfeld también desarrolló técnicas de campo básicas a partir de sus observaciones y su documentación detallada para interpretar y datar edificios históricos, una práctica conocida como Bauforschung.
Heinrich Schliemann visitó Olimpia en 1881 y conoció a Wilhem Dörpfeld, que lo llevó de tour por las excavaciones . Schliemann invitó a Dörpfeld a trabajar con él en Troya y ayudarlo con sus excavaciones en la temporada de 1882. Schliemann había dividido el lugar en nueve capas, que numeró desde la más profunda hasta la más superficial, al revés de la técnica inversa aceptada.
Dörpfeld corrigió la identificación de Schliemann de Troya II como la Troya de Homero. Troya II era un extenso asentamiento de la primera Edad de Bronce con fortificaciones e indicios de haber sido destruida en un incendio, lo que hizo que Schliemann, en su entusiasmo por encontrar la ciudad, declarara que había dado con ella. Dörpfeld consideraba que la legendaria ciudad se hallaba en las capas de Troya VI o Troya VII, y excavó minuciosamente capa por capa.
El arquitecto alemán fue un pionero de la excavación estratigráfica, gracias a la cual fue identificando sistemáticamente los artefactos de cada capa de tierra y sedimentos, identificándolos meticulosamente y estudiando la relación entre unas capas y otras. En Troya VI, Dörpfeld reveló una ciudad con una ciudadela rodeada de murallas defensivas, un megaron (un salón grande central rectangular), alfarería y joyas, además de indicios de un incendio. Todo ello concordaba con las descripciones del palacio del rey Príamo en la Ilíada. Dörpfeld arguyó que Troya VI era la candidata más probable a ser la legendaria ciudad y que Heinrich Schliemann había excavado a través de ella.
En 1890, Heinrich Schliemann se desplomó y murió en la calle en Nápoles a los 68 años a causa de una infección de oído, con lo que su mujer Sofía asumió la responsabilidad de financiar las excavaciones en Troya. Wilhelm Dörpfeld trabajó dos temporadas más allí, en 1893 y 1894, durante las cuales reveló las enormes murallas defensivas de piedra de 5 metros (16 pies) de grosor que rodeaban la ciudadela con varias torres grandes, edificios públicos tales como talleres y almacenes, entradas y casas de ladrillos de barro, todo lo cual sugería la existencia de una ciudad con una compleja estructura social y económica.
Sofía se dedicó plenamente a promover el trabajo y el legado de Heinirich Schliemann tras la muerte de su marido. Viajó a muchos lugares, dio charlas y publicó, con la ayuda del arqueólogo Alfred Brueckner, la autobiografía de Heinrich Schliemann, Selbstbiographie. Sofía Schliemann siguió financiando las excavaciones de Micenas y se le atribuye el descubrimiento de la tumba de Clitemnestra. Conocida por su trabajo filantrópico en Grecia, vivió el resto de sus días en Atenas y murió a los 80 años. Su hijo Agamemnon Schliemann (1878-1954) fue el embajador griego a los Estados Unidos en 1914.
En 1887, Wilhelm Dörpfeld fue nombrado director del Instituto Arqueológico Alemán de Atenas, un puesto que mantuvo hasta 1912. Excavó o estudió varios lugares de Grecia: los cimientos del Hecatompedón, del Templo de Apolo en Vasses y el antiguo teatro de Epidauro.
Wilhelm Dörpfeld aportó rigor y un enfoque más meticuloso a la arqueología y recalcó la importancia de documentar sus descubrimientos al detalle. Ayudó a proporcionar un testimonio más exacto de la historia de Troya y fue, según el arqueólogo británico Sir Arthur John Evans (1851-1941) el mayor descubrimiento de Schliemann.
Carl Blegen
La otra gran figura que participó en las excavaciones de Troya fue Carl William Blegen (1887-1971), un arqueólogo americano de ascendencia noruega. Blegen fue el primer arqueólogo profesional en gestionar la excavación del lugar entre 1932 y 1938, donde lideró siete expediciones anuales. Estudió en Yale, en la Universidad de Minnesota y fue profesor de arqueología clásica en la Universidad de Cincinnati entre 1927-1957, especializado en la prehistoria griega.
Blegen simpatizó hasta cierto punto con los métodos imprudentes de Heinrich Schliemann porque decía que, en 1876, no se conocían las técnicas científicas de excavación. Sin embargo, no estaba de acuerdo con la opinión de Dörpfeld de que Troya VI mostrara indicios de un incendio y de destrucción a causa de una guerra y concluyó que la ciudad se había destruido a causa de un violento terremoto en torno a 1300 d.C. Mientras trabajaba para refinar la estratigrafía de Dörpfeld, Blegen encontró pruebas fehacientes que sugerían que Troya VIIa (en torno a 1300-1180 a.C.) había sido testigo de un largo asedio y que acabó siendo saqueada. Su equipo encontró puntas de flecha de estilo griego enterradas en las paredes, esqueletos sin enterrar, huesos de animales, edificios quemados y otros edificios divididos en habitaciones que podrían haber dado cobijo a familias en busca de refugio. Blegen dató la caída de Troya en torno a 1250 a.C.
Sin embargo, hay indicios nuevos descubiertos por un equipo internacional liderado por el arqueólogo alemán-estadounidense Manfred Korfmann (1942-2005) de la Universidad de Tubingen que sugieren que Schliemann, Dörpfeld y Blegen no hicieron más que excavar en torno al área de la ciudadela y que había una ciudad baja mucho más grande y densamente poblada fuera de las murallas.
La capa de Troya VIIb era una delimitación para Blegen entre dos fases muy diferentes de la historia de Troya. En esa capa descubrió cerámicas que mostraban influencias de los Balcanes del sureste y una arquitectura nueva, como por ejemplo casas más sencillas, lo que lo llevó a considerar la clara posibilidad de que los inmigrantes balcánicos hubieran sustituido a los habitantes anteriores. Por supuesto, esto indicaba la destrucción de la ciudad en la capa de Troya VIIa, además de ser una prueba de la historia de la Troya homérica.
Uno de los objetivos de Blegen era buscar cementerios en Troya, y en 1932 descubrió "Un lugar de incineración", a 90 metros (295 pies) al noroeste de la ciudadela. En este lugar había urnas para enterramientos y ánforas, así como huesos quemados. Blegen interpretó este lugar como una prueba de las cremaciones contemporáneas de Troya VIIa. La extensa obra de Blegen, que en la década de 1980 retomaría Brian Rose, antiguo profesor de clásicas en la Universidad de Cincinnati, reveló una ciudad de la Edad de Bronce tardía con una población de entre 5.000 y 6.000 habitantes, que abarcaba aproximadamente 35 hectáreas (86 acres) y estaba rodeada de un muro almenado de fortificación y un foso en forma de U.
En 1939, Carl Blegen se marchó de Troya para excavar en Grecia, donde encontró 600 tablillas de arcilla inscritas con escritura lineal B, una forma de griego primitiva, que databan de finales del siglo XIV y del siglo XIII a.C. Blegen también descubrió el palacio micénico de Néstor en Pilos, descrito en la Ilíada de Homero.
Del mito a la realidad
A pesar de los métodos controvertidos de Schliemann, su contrabando de artefactos valiosos y su negativa a darle crédito a Frank Calvert, Heinrich descubrió la Troya de Homero, demostrando así que la Ilíada estaba basada en hechos históricos. Destruyó las capas superiores de la Troya de la Edad de Bronce, y los arqueólogos posteriores lo tildaron de cazatesoros ostentoso, pero a pesar de ello sus excavaciones popularizaron la arqueología.
Wilhelm Dörpfeld y Carl Blegen le aportaron su rigor científico y las técnicas de excavación sistemáticas a Troya, documentaron meticulosamente la ubicación de cada artefacto descubierto y estudiaron el contexto en el que se encontró. Blegen, especialmente, discernió la posibilidad de una Guerra de Troya histórica cuando encontró evidencias de destrucción humana en Troya VIIa.
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