xavierCadalso
La Orden del Temple es el grupo religioso y militar más estudiado de la Historia. Millones de personas sienten apasionado interés y atracción por estos caballeros, el brazo armado de la Iglesia, quienes iniciaron en la Edad Media una Santa Cruzada que pretendía rescatar Jerusalén de la ocupación turca. El poder que llegaron a atesorar también los destruyó. Custodios de grandes tesoros y secretos, se les acusó de herejes y fueron exterminados en la mayor parte de Europa. Su legado es inmenso, tan inmenso como la relevancia de sus secretos…
Jerusalén había sido tomada por los turcos y los cristianos se creían en el deber de recuperar ese territorio por ser la cuna de su Mesías, la tierra de Jesucristo. En realidad, las tres religiones monoteístas han batallado por hacerse con este lugar desde el origen de la fe. Los tres grandes libros se gestaron en ellas: el Corán, la Torá y la Biblia. Y aún hoy en día estos enclaves son escenarios de constantes conflictos.
Grandes historiadores afirman que durante la Primera Cruzada a Tierra Santa los Templarios realizaron unas excavaciones en el Templo de Salomón en las que hallaron reliquias de trascendental importancia para la orden, para el cristianismo y para la humanidad.
Nunca se ha esclarecido la magnitud ni el objeto de tales secretos, aunque mucho se ha especulado sobre su custodia del Santo Grial o el posible hallazgo del Arca de la Alianza. Lo que sí parece cierto es que las reliquias encontradas en Jerusalén tuvieron que ser de considerable trascendencia, sólo así se explica su creciente expansión territorial y su gran potencial económico. Llegaron a desarrollar un ejército que batalló en toda Europa y se sabe que contaban con una flota naval desgraciadamente desaparecida. Este último dato lanzó la hipótesis de que hubiesen llegado antes que nadie al Nuevo Mundo, incluso que la Orden tuviese allí su propia organización de acogida para los perseguidos siglos más tarde y que tal vez su secreto haya viajado a América.
En cualquier caso, era costumbre extendida en el siglo XII que toda ermita, iglesia o monasterio con pretensiones de atraer feligreses debería contar con reliquias de cierto valor. A mayor relevancia del objeto venerado, mayor afluencia de creyentes y mayor prestigio para el recinto sagrado. Por esta causa los Templarios pasaron de la pobreza a la riqueza en un periodo de tiempo relativamente breve y nobles, reyes y papas, temieron su poder y hasta se endeudaron con ellos.
Guerreros y Monjes
Una hermandad que luchaba por conseguir una aristocracia del espíritu sin intereses particulares. Sin embargo, el alcance de su empresa y sus acertadas estrategias lograron convertirlos en la milicia más poderosa de toda la Edad Media, como si fueran los elegidos de Dios.
Desde su fundación durante la Primera Cruzada por Hugo de Payens y el rey de Jerusalén, Balduino II, en el día de Navidad de 1119 y en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, la Orden de los Caballeros Templarios (Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, que fue su denominación original) se autoimpuso la misión de defender los Santos Lugares de la amenaza musulmana y a los peregrinos cristianos que a ellos se acercaran, desde Jerusalén a Santiago de Compostela. Desde entonces su poder fue aumentando década a década en Tierra Santa y Europa occidental, llegando a constituir un estado dentro del estado, sólo obligado a rendir cuentas al Papa pero siempre a través del Gran Maestre.
Se trataba de unos guerreros de gran habilidad y resistencia con excelente capacidad estratégica y organizativa. Añadiendo su dimensión espiritual (se trataba de monjes-guerreros), pues conjugaban su actividad militar con unos estrictos votos de pobreza, castidad, piedad y obediencia y una vida de austeridad extrema y absoluto servicio a su misión, la defensa del cristianismo. Su disciplina, valentía, capacidad de sufrimiento y lealtad a sus principios pronto los convirtieron, frente a la frecuente desorganización de los cruzados, en la mayor fuerza de combate en Tierra Santa. Su estacionamiento permanente allí posibilitó el conocimiento del terreno y del enemigo musulmán. El Temple se instaló, inmediatamente tras su creación en Jerusalén, en Europa occidental y de forma muy notable en la península ibérica.
Esta temprana implantación tiene una explicación puramente material: la imperiosa necesidad de obtener recursos económicos para la Orden a través de las encomiendas (territorios controlados por un comendador que los explotaba para la Orden). Estos recursos se transferían anualmente a Oriente a través de la extraordinaria red financiera de los templarios para sufragar los enormes gastos que su presencia allí ocasionaba (conocido como responsio). Pero al margen de esta actividad económica, fue en los Reinos de Aragón, Castilla y León y Portugal donde desarrollaron una labor similar a la que tenían encomendada en Tierra Santa: la lucha contra el Islam a través de su participación en la llamada Reconquista.
En la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307 un nutrido grupo de guardias del rey francés Felipe IV ‘El Hermoso’ forzaron la entrada de forma simultánea e inesperada en los cientos de encomiendas y capitanías de los caballeros templarios en toda Francia así como en su cuartel general en París. Este recinto fortificado situado al oeste de la Bastilla y rodeado de calles que pertenecían a la Orden del Temple constituía la residencia de Jacques de Molay, el anciano Gran Maestre de los Caballeros Templarios y víctima, junto con más de 500 templarios franceses, de la codicia del rey capeto. Expulsados y desposeídos de sus propiedades, la razón de tan súbita y sorprendente agresión contó con el visto bueno del Papa Clemente V y tenía que ver sobre todo con asuntos económicos. Los activos financieros de la Orden del Temple y sus propiedades inmobiliarias (cerca de 800 castillos, más de 6.000 caballos, miles de casas y una flota de barcos, además de oro y plata), sumados a las leyendas de tesoros y riquezas supuestamente traídas de Tierra Santa y sobre todo a su papel como acreedores de Felipe IV convencieron al arruinado rey francés de que la única manera de saldar sus cuentas con los templarios era eliminarlos.
Falsamente acusados de herejía, sodomía y paganismo, y con confesiones extraídas mediante terribles torturas, fueron, uno a uno, condenados a muerte con la forzada aquiescencia del Papa. De este modo su patrimonio en Francia fue expropiado, pasando primero a la corona francesa y luego a los Caballeros Hospitalarios. El Gran Maestre Jacques de Molay, tras un encarcelamiento de 7 años durante los que sufrió grandes padecimientos, murió en la hoguera en 1314, si bien años antes ya había quedado claro que la Orden del Temple como tal jamás recuperaría su lugar en la sociedad medieval.
Los Templarios en España
Sin embargo fue diferente el trato que recibieron los caballeros en tierras peninsulares debido al relevante papel que representaron para la Reconquista de España contra el Al-Andalús. Inestimable fue su participación en la batalla de las Navas de Tolosa para expulsar a los árabes de tierras hispanas. Sin duda tanto en España como en Portugal podemos recrearnos como en ningún otro lugar del espíritu templario a través de los espacios en los que se desarrolló su historia.
España en el siglo XII era un llamativo mosaico de culturas. Musulmanes, judíos y cristianos convivían en la Península Ibérica creyendo, cada religión, estar en posesión de la verdad. En palabras de la historiadora María Lara Martínez: «…había más judíos en Sefarad que en Palestina y, en definitiva, las tres culturas se creían dueñas del Jardín de las Hespérides«.
Cuatro entidades políticas representaban a los cristianos peninsulares: los condados catalanes con sede central en Barcelona; Aragón y Navarra bajo el mando de Alfonso I el Batallador; el Reino de León y Castilla gobernado por Alfonso VII y el condado de Portugal, cuyo trono pertenecía al primo del rey castellano-leonés Alfonso Enríquez. España veía en el islam un referente cultural del que podía aprender y también un enemigo acérrimo, pues siendo la sociedad medieval teocéntrica y feudal, las grandes religiones monoteístas no sólo suponían una opción de fe, eran todo un sistema político y económico con espíritu imperialista.
Los templarios participaron activamente en las conquistas cristianas de -entre otras plazas- Valencia, Mallorca, Caspe, Córdoba o Sevilla, así como en la defensa de Lisboa o la de Coimbra, por lo que recibieron vastos territorios, ciudades enteras, castillos y conventos como pago. En casi dos siglos de presencia de estos caballeros han dado lugar a un riquísimo patrimonio de iglesias y castillos que -en el caso de la Península Ibérica- se extienden por casi la totalidad del territorio.
El rey Fernando II de León donó la ciudad de Ponferrada a los Templarios en 1178, aunque fue Alfonso IX quien firmó al fin el acuerdo que les permitió disfrutar de la propiedad a partir de 1211. Incluso Alfonso I de Aragón llegó a legarles todo su reino en 1134, aunque no se acató por completo su voluntad. No es de extrañar, pues, que en todos estos reinos peninsulares se evitaran a partir de 1307 las persecuciones, torturas y ejecuciones de templarios que se vieron en Francia; ni que a pesar del edicto papal de 1311 declarando la suspensión del Temple sus caballeros fueran en gran medida respetados y en muchos casos transferidos a otras órdenes, como la Órden del Hospital, la Órden de Calatrava (creada en Castilla en fecha tan temprana como 1164), o la Órden de Montesa (Aragón) y la Orden de Cristo (Portugal), que heredaron muchas propiedades de estos monjes guerreros, tanto encomiendas como castillos. Es por esto que en Aragón y Portugal, donde los templarios se instalaron en torno a 1130 (Teresa de Portugal les donó el Castillo de Soure en 1128), y en Castilla y León, donde lo hicieron poco más tarde, pervivió -a diferencia de Francia- el legado templario, que ha llegado hasta nuestros días en muchos casos extraordinariamente conservado.
Los principales monumentos que protagonizaron encomiendas templarias siguen el propio trazado de la constelación jacobea, extendiéndose desde ella en todas direcciones como si de un haz de luz múltiple se tratara. Hoy componen un patrimonio histórico-artístico de primera magnitud. Entre las joyas más destacables se encuentran, además del castillo de Ponferrada, el castillo de Monzón en Huesca, el de Peñíscola en Castellón, el de Miravet en Tarragona, el de Caravaca en Murcia, la Ermita de San Bartolomé y la iglesia de San Polo en Soria o la iglesia de la Vera Cruz en Segovia.
Secretos y leyendas
Durante nueve años, los nueve caballeros fundadores de la Orden del Temple no admitieron ninguna adhesión a la misma. Vivían en Jerusalén en las ruinas originales del Templo de Salomón que Balduino II de Judea les había cedido, siendo en ese tiempo parte de la mezquita de Al-Aqsa. Muchos autores atribuyen este aislamiento al descubrimiento durante unas excavaciones, del gran tesoro del cristianismo, con hallazgos tales como el Arca de la Alianza, el Santo Grial, la Mesa de Salomón, reliquias como el dedo de San Juan Bautista y documentos históricos de sumo interés para el Papa.
El poema «Parzival» escrito entre 1200 y 1207 por el poeta Wolfram von Eschenbach relaciona directamente a los Caballeros Templarios con la custodia del Santo Grial y una importante reliquia que él denomina «Mandylion» y se corresponde con la Sábana Santa o Santo Sudario de Cristo.
Otras leyendas acusan a los templarios de adoraciones a ídolos de carácter satánico, como la figura de «Baphomet», una deidad, representada por una imagen pseudohumana de un macho cabrio, que contiene dentro de sí elementos heterodoxos asociados al cristianismo de la época medieval. El término es poco conocido en sí mismo y si lo es se debe, casi exclusivamente, a la aparición de un término similar en el proceso que sirvió para aniquilar la Orden del Temple. De hecho, este fue uno de los pilares sobre el que los inquisidores del rey francés Felipe ‘el Hermoso’ basaron el grueso de las acusaciones de herejía, junto a otros cargos infundados que presuntamente habían cometido el Gran Mastre, Jacques de Molay, y los Templarios, que incluían, renegar de Jesús, pisar la Cruz de Cristo en sus ritos, practicar la sodomia y bestialismo. Actualmente la mayoría de los historiadores afirman que el rey de Francia dio por buenas todas las acusaciones para acabar con la poderosa Orden del Temple y hacerse con sus bienes.
También se ha especulado en numerosas tesis sobre su veneración a María Magdalena como compañera de Cristo. Son curiosas sus imágenes de Vírgenes negras y hay quien especula con que los Templarios fueron los primeros en llegar al Nuevo Mundo con el objeto de seguir protegiendo sus tesoros que enlazan la imaginería de la Capilla Rosslyn, en Escocia, con motivos de la flora americana. Se dice que la Orden del Temple deseaba crear un nuevo paraíso lejos del alcance y la autoridad del Papa y partieron hacia América desde el puerto de La Rochelle en Francia.
Pese al tesón de investigadores expertos, jamás se ha encontrado el gran tesoro del Temple. El último Gran Maestre, Jacques de Molay, antes de morir en la hoguera lanzó una maldición contra Felipe IV de Francia y contra el papa Clemente V. Ambos murieron ese mismo año y los tres hijos varones del rey no obtuvieron descendencia. Incluso se considera la Revolución Francesa fruto de su venganza. También Molay les advirtió que la orden viviría para siempre; de ahí la leyenda que cuenta que los tesoros fueron trasladados desde La Rochelle a un lugar seguro (México, Inglaterra) en donde la Orden se reorganizaría.
En 1867, una idea salió a la luz cuando un equipo arqueológico británico excavó en el sitio del Monte del Templo en Jerusalén. Descubrieron un túnel de 350 metros de largo y se extiende desde la Fortaleza de los Templarios al oeste hasta el puerto de la ciudad al este. El túnel cruza el barrio pisano y en el pasado era un pasillo subterráneo estratégico que conectaba el palacio al puerto. Armaduras templarias y varias piezas de su armamento se encontraron como prueba de que los túneles habían sido utilizados por ellos.
Hoy en día existen numerosas organizaciones que se afirman templarias; cada una cuenta con sus freires o maestres, poseen rituales de iniciación y pertenecen a ellas personajes poderosos del ámbito político y aristocrático. Estas asociaciones son discretas, pero no secretas. Resulta imposible saber si alguna guarda auténtica relación con la fundación original. Los templarios, ahora, tienen páginas en internet y están localizables. En su gran mayoría son profesionales, con cierto nivel de ingresos y con capacidad para sustentar las órdenes con sus cuotas mensuales. Dicen que hay más de 400 asociaciones templarias en el mundo y algunas incluso aseguran ser las herederas legítimas de los templarios de la antigüedad. Es complicado saberlo: en el siglo XIV se acabó con los templarios en la hoguera y sólo con el romanticismo fueron recuperados. Además, por el voto de castidad no podían tener hijos y no podría, pues, haber herederos físicos. En total, en el mundo habrá unos 55.000 afiliados, en 44 países, apenas unos cientos en España.
La Noche Templaria en pleno siglo XXI
Son numerosas las celebraciones que en la actualidad recrean los rituales y las costumbres de la Orden del Temple en toda la Península Ibérica. Sin que suponga por parte de sus participantes pertenencia alguna a una contemporánea organización templaria, los habitantes de la ciudad española de Ponferrada, así como visitantes y curiosos, se dan cita bajo la primera luna llena del verano a orillas de río Sil, para vivir la recreación de una noche mágica, impregnada de un misterio ancestral.
Los congregados se visten ataviados como personajes de la Edad Media y forman una procesión que sigue al Gran Maestre Frey Guido de Garda, desde la Glorieta del Temple hasta el Castillo Templario. El acto sella un compromiso de paz y eterna amistad entre los caballeros y la ciudad, y como prueba de ello, el ‘Gran Maestre’ y su séquito entregan dentro del castillo los tesoros que trajeron de Tierra Santa (el Arca de la Alianza y el Santo Grial) a los ciudadanos, en muestra de confianza y fraternidad.
Aunque se trate simplemente de una simulación con el fin de evocar tiempos legendarios, esta tradición convierte durante el inicio del verano a la ciudad de Ponferrada en una fiesta. La Noche Templaria ilumina con sus antorchas la edificación medieval y por unas horas, España vuelve al pasado legendario que tanta inspiración ha regalado al arte y la literatura (numerosas esculturas adornan las plazas y las calles de nuestras ciudades, como la erigida a Ramón Berenguer III, primer caballero templario, situada en Barcelona o el Templario tallado en madera que encontramos en la localidad leonesa de Priaranza del Bierzo. La literatura cuenta con innumerables citas y obras enteras dedicadas a estudiar el mito de esta orden «El Señor de Bembibre», de Gil y Carrasco, «El Péndulo de Foucault» de Humberto Eco o «La Catedral» de César Mallorquí son solo algunas, así como «La lápida templaria» del español Juan Eslava Galán; incluso el poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer evoca a los Templarios en su leyenda «El Monte de las Ánimas».
En torno a la entrega de los tesoros traídos de Jerusalén y la procesión de los caballeros se organizan jornadas gastronómicas, mercados medievales, se lanzan fuegos artificiales y hay animaciones culturales de diversa índole: danzas, juegos para niños. Este año 2017 las fiestas ponferradinas se celebraron desde el 28 de junio al 2 de julio y una vez más, la ciudad del Puente de Hierro se llenó de cruces rojas, espadas medievales y marchas de fuego. Entonces la alegría y el vino inundan las almenas.
Fue Dan Brown quien puso de moda a los templarios con su ‘bestseller’ «El código da Vinci». El escritor se hizo rico mezclando intriga y leyendas que han perseguido a los templarios: como si los primeros templarios hubiesen encontrado en excavaciones en la Explanada del Templo unos secretos que podían poner en duda todas las creencias de la Iglesia…
La Orden del Temple es el grupo religioso y militar más estudiado de la Historia. Millones de personas sienten apasionado interés y atracción por estos caballeros, el brazo armado de la Iglesia, quienes iniciaron en la Edad Media una Santa Cruzada que pretendía rescatar Jerusalén de la ocupación turca. El poder que llegaron a atesorar también los destruyó. Custodios de grandes tesoros y secretos, se les acusó de herejes y fueron exterminados en la mayor parte de Europa. Su legado es inmenso, tan inmenso como la relevancia de sus secretos…
Jerusalén había sido tomada por los turcos y los cristianos se creían en el deber de recuperar ese territorio por ser la cuna de su Mesías, la tierra de Jesucristo. En realidad, las tres religiones monoteístas han batallado por hacerse con este lugar desde el origen de la fe. Los tres grandes libros se gestaron en ellas: el Corán, la Torá y la Biblia. Y aún hoy en día estos enclaves son escenarios de constantes conflictos.
Grandes historiadores afirman que durante la Primera Cruzada a Tierra Santa los Templarios realizaron unas excavaciones en el Templo de Salomón en las que hallaron reliquias de trascendental importancia para la orden, para el cristianismo y para la humanidad.
Nunca se ha esclarecido la magnitud ni el objeto de tales secretos, aunque mucho se ha especulado sobre su custodia del Santo Grial o el posible hallazgo del Arca de la Alianza. Lo que sí parece cierto es que las reliquias encontradas en Jerusalén tuvieron que ser de considerable trascendencia, sólo así se explica su creciente expansión territorial y su gran potencial económico. Llegaron a desarrollar un ejército que batalló en toda Europa y se sabe que contaban con una flota naval desgraciadamente desaparecida. Este último dato lanzó la hipótesis de que hubiesen llegado antes que nadie al Nuevo Mundo, incluso que la Orden tuviese allí su propia organización de acogida para los perseguidos siglos más tarde y que tal vez su secreto haya viajado a América.
En cualquier caso, era costumbre extendida en el siglo XII que toda ermita, iglesia o monasterio con pretensiones de atraer feligreses debería contar con reliquias de cierto valor. A mayor relevancia del objeto venerado, mayor afluencia de creyentes y mayor prestigio para el recinto sagrado. Por esta causa los Templarios pasaron de la pobreza a la riqueza en un periodo de tiempo relativamente breve y nobles, reyes y papas, temieron su poder y hasta se endeudaron con ellos.
Guerreros y Monjes
Una hermandad que luchaba por conseguir una aristocracia del espíritu sin intereses particulares. Sin embargo, el alcance de su empresa y sus acertadas estrategias lograron convertirlos en la milicia más poderosa de toda la Edad Media, como si fueran los elegidos de Dios.
Desde su fundación durante la Primera Cruzada por Hugo de Payens y el rey de Jerusalén, Balduino II, en el día de Navidad de 1119 y en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, la Orden de los Caballeros Templarios (Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, que fue su denominación original) se autoimpuso la misión de defender los Santos Lugares de la amenaza musulmana y a los peregrinos cristianos que a ellos se acercaran, desde Jerusalén a Santiago de Compostela. Desde entonces su poder fue aumentando década a década en Tierra Santa y Europa occidental, llegando a constituir un estado dentro del estado, sólo obligado a rendir cuentas al Papa pero siempre a través del Gran Maestre.
Se trataba de unos guerreros de gran habilidad y resistencia con excelente capacidad estratégica y organizativa. Añadiendo su dimensión espiritual (se trataba de monjes-guerreros), pues conjugaban su actividad militar con unos estrictos votos de pobreza, castidad, piedad y obediencia y una vida de austeridad extrema y absoluto servicio a su misión, la defensa del cristianismo. Su disciplina, valentía, capacidad de sufrimiento y lealtad a sus principios pronto los convirtieron, frente a la frecuente desorganización de los cruzados, en la mayor fuerza de combate en Tierra Santa. Su estacionamiento permanente allí posibilitó el conocimiento del terreno y del enemigo musulmán. El Temple se instaló, inmediatamente tras su creación en Jerusalén, en Europa occidental y de forma muy notable en la península ibérica.
Esta temprana implantación tiene una explicación puramente material: la imperiosa necesidad de obtener recursos económicos para la Orden a través de las encomiendas (territorios controlados por un comendador que los explotaba para la Orden). Estos recursos se transferían anualmente a Oriente a través de la extraordinaria red financiera de los templarios para sufragar los enormes gastos que su presencia allí ocasionaba (conocido como responsio). Pero al margen de esta actividad económica, fue en los Reinos de Aragón, Castilla y León y Portugal donde desarrollaron una labor similar a la que tenían encomendada en Tierra Santa: la lucha contra el Islam a través de su participación en la llamada Reconquista.
En la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307 un nutrido grupo de guardias del rey francés Felipe IV ‘El Hermoso’ forzaron la entrada de forma simultánea e inesperada en los cientos de encomiendas y capitanías de los caballeros templarios en toda Francia así como en su cuartel general en París. Este recinto fortificado situado al oeste de la Bastilla y rodeado de calles que pertenecían a la Orden del Temple constituía la residencia de Jacques de Molay, el anciano Gran Maestre de los Caballeros Templarios y víctima, junto con más de 500 templarios franceses, de la codicia del rey capeto. Expulsados y desposeídos de sus propiedades, la razón de tan súbita y sorprendente agresión contó con el visto bueno del Papa Clemente V y tenía que ver sobre todo con asuntos económicos. Los activos financieros de la Orden del Temple y sus propiedades inmobiliarias (cerca de 800 castillos, más de 6.000 caballos, miles de casas y una flota de barcos, además de oro y plata), sumados a las leyendas de tesoros y riquezas supuestamente traídas de Tierra Santa y sobre todo a su papel como acreedores de Felipe IV convencieron al arruinado rey francés de que la única manera de saldar sus cuentas con los templarios era eliminarlos.
Falsamente acusados de herejía, sodomía y paganismo, y con confesiones extraídas mediante terribles torturas, fueron, uno a uno, condenados a muerte con la forzada aquiescencia del Papa. De este modo su patrimonio en Francia fue expropiado, pasando primero a la corona francesa y luego a los Caballeros Hospitalarios. El Gran Maestre Jacques de Molay, tras un encarcelamiento de 7 años durante los que sufrió grandes padecimientos, murió en la hoguera en 1314, si bien años antes ya había quedado claro que la Orden del Temple como tal jamás recuperaría su lugar en la sociedad medieval.
Los Templarios en España
Sin embargo fue diferente el trato que recibieron los caballeros en tierras peninsulares debido al relevante papel que representaron para la Reconquista de España contra el Al-Andalús. Inestimable fue su participación en la batalla de las Navas de Tolosa para expulsar a los árabes de tierras hispanas. Sin duda tanto en España como en Portugal podemos recrearnos como en ningún otro lugar del espíritu templario a través de los espacios en los que se desarrolló su historia.
España en el siglo XII era un llamativo mosaico de culturas. Musulmanes, judíos y cristianos convivían en la Península Ibérica creyendo, cada religión, estar en posesión de la verdad. En palabras de la historiadora María Lara Martínez: «…había más judíos en Sefarad que en Palestina y, en definitiva, las tres culturas se creían dueñas del Jardín de las Hespérides«.
Cuatro entidades políticas representaban a los cristianos peninsulares: los condados catalanes con sede central en Barcelona; Aragón y Navarra bajo el mando de Alfonso I el Batallador; el Reino de León y Castilla gobernado por Alfonso VII y el condado de Portugal, cuyo trono pertenecía al primo del rey castellano-leonés Alfonso Enríquez. España veía en el islam un referente cultural del que podía aprender y también un enemigo acérrimo, pues siendo la sociedad medieval teocéntrica y feudal, las grandes religiones monoteístas no sólo suponían una opción de fe, eran todo un sistema político y económico con espíritu imperialista.
Los templarios participaron activamente en las conquistas cristianas de -entre otras plazas- Valencia, Mallorca, Caspe, Córdoba o Sevilla, así como en la defensa de Lisboa o la de Coimbra, por lo que recibieron vastos territorios, ciudades enteras, castillos y conventos como pago. En casi dos siglos de presencia de estos caballeros han dado lugar a un riquísimo patrimonio de iglesias y castillos que -en el caso de la Península Ibérica- se extienden por casi la totalidad del territorio.
El rey Fernando II de León donó la ciudad de Ponferrada a los Templarios en 1178, aunque fue Alfonso IX quien firmó al fin el acuerdo que les permitió disfrutar de la propiedad a partir de 1211. Incluso Alfonso I de Aragón llegó a legarles todo su reino en 1134, aunque no se acató por completo su voluntad. No es de extrañar, pues, que en todos estos reinos peninsulares se evitaran a partir de 1307 las persecuciones, torturas y ejecuciones de templarios que se vieron en Francia; ni que a pesar del edicto papal de 1311 declarando la suspensión del Temple sus caballeros fueran en gran medida respetados y en muchos casos transferidos a otras órdenes, como la Órden del Hospital, la Órden de Calatrava (creada en Castilla en fecha tan temprana como 1164), o la Órden de Montesa (Aragón) y la Orden de Cristo (Portugal), que heredaron muchas propiedades de estos monjes guerreros, tanto encomiendas como castillos. Es por esto que en Aragón y Portugal, donde los templarios se instalaron en torno a 1130 (Teresa de Portugal les donó el Castillo de Soure en 1128), y en Castilla y León, donde lo hicieron poco más tarde, pervivió -a diferencia de Francia- el legado templario, que ha llegado hasta nuestros días en muchos casos extraordinariamente conservado.
Los principales monumentos que protagonizaron encomiendas templarias siguen el propio trazado de la constelación jacobea, extendiéndose desde ella en todas direcciones como si de un haz de luz múltiple se tratara. Hoy componen un patrimonio histórico-artístico de primera magnitud. Entre las joyas más destacables se encuentran, además del castillo de Ponferrada, el castillo de Monzón en Huesca, el de Peñíscola en Castellón, el de Miravet en Tarragona, el de Caravaca en Murcia, la Ermita de San Bartolomé y la iglesia de San Polo en Soria o la iglesia de la Vera Cruz en Segovia.
Secretos y leyendas
Durante nueve años, los nueve caballeros fundadores de la Orden del Temple no admitieron ninguna adhesión a la misma. Vivían en Jerusalén en las ruinas originales del Templo de Salomón que Balduino II de Judea les había cedido, siendo en ese tiempo parte de la mezquita de Al-Aqsa. Muchos autores atribuyen este aislamiento al descubrimiento durante unas excavaciones, del gran tesoro del cristianismo, con hallazgos tales como el Arca de la Alianza, el Santo Grial, la Mesa de Salomón, reliquias como el dedo de San Juan Bautista y documentos históricos de sumo interés para el Papa.
El poema «Parzival» escrito entre 1200 y 1207 por el poeta Wolfram von Eschenbach relaciona directamente a los Caballeros Templarios con la custodia del Santo Grial y una importante reliquia que él denomina «Mandylion» y se corresponde con la Sábana Santa o Santo Sudario de Cristo.
Otras leyendas acusan a los templarios de adoraciones a ídolos de carácter satánico, como la figura de «Baphomet», una deidad, representada por una imagen pseudohumana de un macho cabrio, que contiene dentro de sí elementos heterodoxos asociados al cristianismo de la época medieval. El término es poco conocido en sí mismo y si lo es se debe, casi exclusivamente, a la aparición de un término similar en el proceso que sirvió para aniquilar la Orden del Temple. De hecho, este fue uno de los pilares sobre el que los inquisidores del rey francés Felipe ‘el Hermoso’ basaron el grueso de las acusaciones de herejía, junto a otros cargos infundados que presuntamente habían cometido el Gran Mastre, Jacques de Molay, y los Templarios, que incluían, renegar de Jesús, pisar la Cruz de Cristo en sus ritos, practicar la sodomia y bestialismo. Actualmente la mayoría de los historiadores afirman que el rey de Francia dio por buenas todas las acusaciones para acabar con la poderosa Orden del Temple y hacerse con sus bienes.
También se ha especulado en numerosas tesis sobre su veneración a María Magdalena como compañera de Cristo. Son curiosas sus imágenes de Vírgenes negras y hay quien especula con que los Templarios fueron los primeros en llegar al Nuevo Mundo con el objeto de seguir protegiendo sus tesoros que enlazan la imaginería de la Capilla Rosslyn, en Escocia, con motivos de la flora americana. Se dice que la Orden del Temple deseaba crear un nuevo paraíso lejos del alcance y la autoridad del Papa y partieron hacia América desde el puerto de La Rochelle en Francia.
Pese al tesón de investigadores expertos, jamás se ha encontrado el gran tesoro del Temple. El último Gran Maestre, Jacques de Molay, antes de morir en la hoguera lanzó una maldición contra Felipe IV de Francia y contra el papa Clemente V. Ambos murieron ese mismo año y los tres hijos varones del rey no obtuvieron descendencia. Incluso se considera la Revolución Francesa fruto de su venganza. También Molay les advirtió que la orden viviría para siempre; de ahí la leyenda que cuenta que los tesoros fueron trasladados desde La Rochelle a un lugar seguro (México, Inglaterra) en donde la Orden se reorganizaría.
En 1867, una idea salió a la luz cuando un equipo arqueológico británico excavó en el sitio del Monte del Templo en Jerusalén. Descubrieron un túnel de 350 metros de largo y se extiende desde la Fortaleza de los Templarios al oeste hasta el puerto de la ciudad al este. El túnel cruza el barrio pisano y en el pasado era un pasillo subterráneo estratégico que conectaba el palacio al puerto. Armaduras templarias y varias piezas de su armamento se encontraron como prueba de que los túneles habían sido utilizados por ellos.
Hoy en día existen numerosas organizaciones que se afirman templarias; cada una cuenta con sus freires o maestres, poseen rituales de iniciación y pertenecen a ellas personajes poderosos del ámbito político y aristocrático. Estas asociaciones son discretas, pero no secretas. Resulta imposible saber si alguna guarda auténtica relación con la fundación original. Los templarios, ahora, tienen páginas en internet y están localizables. En su gran mayoría son profesionales, con cierto nivel de ingresos y con capacidad para sustentar las órdenes con sus cuotas mensuales. Dicen que hay más de 400 asociaciones templarias en el mundo y algunas incluso aseguran ser las herederas legítimas de los templarios de la antigüedad. Es complicado saberlo: en el siglo XIV se acabó con los templarios en la hoguera y sólo con el romanticismo fueron recuperados. Además, por el voto de castidad no podían tener hijos y no podría, pues, haber herederos físicos. En total, en el mundo habrá unos 55.000 afiliados, en 44 países, apenas unos cientos en España.
La Noche Templaria en pleno siglo XXI
Son numerosas las celebraciones que en la actualidad recrean los rituales y las costumbres de la Orden del Temple en toda la Península Ibérica. Sin que suponga por parte de sus participantes pertenencia alguna a una contemporánea organización templaria, los habitantes de la ciudad española de Ponferrada, así como visitantes y curiosos, se dan cita bajo la primera luna llena del verano a orillas de río Sil, para vivir la recreación de una noche mágica, impregnada de un misterio ancestral.
Los congregados se visten ataviados como personajes de la Edad Media y forman una procesión que sigue al Gran Maestre Frey Guido de Garda, desde la Glorieta del Temple hasta el Castillo Templario. El acto sella un compromiso de paz y eterna amistad entre los caballeros y la ciudad, y como prueba de ello, el ‘Gran Maestre’ y su séquito entregan dentro del castillo los tesoros que trajeron de Tierra Santa (el Arca de la Alianza y el Santo Grial) a los ciudadanos, en muestra de confianza y fraternidad.
Aunque se trate simplemente de una simulación con el fin de evocar tiempos legendarios, esta tradición convierte durante el inicio del verano a la ciudad de Ponferrada en una fiesta. La Noche Templaria ilumina con sus antorchas la edificación medieval y por unas horas, España vuelve al pasado legendario que tanta inspiración ha regalado al arte y la literatura (numerosas esculturas adornan las plazas y las calles de nuestras ciudades, como la erigida a Ramón Berenguer III, primer caballero templario, situada en Barcelona o el Templario tallado en madera que encontramos en la localidad leonesa de Priaranza del Bierzo. La literatura cuenta con innumerables citas y obras enteras dedicadas a estudiar el mito de esta orden «El Señor de Bembibre», de Gil y Carrasco, «El Péndulo de Foucault» de Humberto Eco o «La Catedral» de César Mallorquí son solo algunas, así como «La lápida templaria» del español Juan Eslava Galán; incluso el poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer evoca a los Templarios en su leyenda «El Monte de las Ánimas».
En torno a la entrega de los tesoros traídos de Jerusalén y la procesión de los caballeros se organizan jornadas gastronómicas, mercados medievales, se lanzan fuegos artificiales y hay animaciones culturales de diversa índole: danzas, juegos para niños. Este año 2017 las fiestas ponferradinas se celebraron desde el 28 de junio al 2 de julio y una vez más, la ciudad del Puente de Hierro se llenó de cruces rojas, espadas medievales y marchas de fuego. Entonces la alegría y el vino inundan las almenas.
Fue Dan Brown quien puso de moda a los templarios con su ‘bestseller’ «El código da Vinci». El escritor se hizo rico mezclando intriga y leyendas que han perseguido a los templarios: como si los primeros templarios hubiesen encontrado en excavaciones en la Explanada del Templo unos secretos que podían poner en duda todas las creencias de la Iglesia…
No hay comentarios:
Publicar un comentario