Desvelando la historia, ¿Quién derrotó a la Armada Invencible?
Hacia 1559 el Imperio español se había consolidado como la máxima potencia de Europa al derrotar a Francia. Para entonces, Isabel de Inglaterra había ascendido al trono tras la muerte de María, esposa de Felipe II de España.
Isabel restauró la iglesia anglicana en contra del catolicismo, lo que irritó al rey Felipe, sin embargo, la convivencia pacífica entre ambos monarcas perduró por diez años.
Para 1568 los corsarios ingleses atacaban el comercio de España con sus colonias. En 1570 el papa Pío V excomulgó a Isabel y Felipe II participó en las tramas internas de Inglaterra para destronar a Isabel e instaurar a María Estuardo. Isabel respondió con ayuda financiera y militar a las provincias rebeldes de los Países Bajos.
El ataque de Drake en 1585 a las costas de Galicia fue el detonante para la guerra anglo-española.
Felipe II diseñó un plan contra Inglaterra en el que se reuniría una enorme flota cuyo grueso zarparía de Lisboa. Esta recibió el nombre de Grande y Felicísima Armada. La flota debía atacar el sur de Inglaterra para permitir que los tercios estacionados en Flandes desembarcaran en las costas de la isla Británica y derrocaran a Isabel.
El almirante de Castilla Álvaro de Bazán debía dirigirla, pero murió y le sustituyó Alonso Pérez de Guzmán. La armada estaba compuesta por 137 barcos. De ellos, 122 entraron en el canal de la Mancha en el mes de julio de 1588.
Desde el inicio las tormentas y mal clima causaron el naufragio de muchos barcos. En Plymouth se libró una escaramuza contra 70 naves inglesas. Cabe destacar, que Isabel había reformado su armada y se había dotado de cañones cuyos disparos tenían mayor alcance. Los combates contra los ingleses fueron meros hostigamientos de estos, más que una batalla real. Los españoles en cambio, tratan de rehuir estos ataques, a la espera de las tropas de Flandes.
El mal tiempo y los continuos ataques de los ingleses llevaron a la Armada Invencible a rodear las islas británicas para buscar el retorno a España. Unos 87 navíos lograron regresar. La misión de permitir el desembarco de los tercios y derrocar a Isabel se había perdido para siempre.
Cabe destacar que la flota estaba mal pertrechada. La coordinación y la logística se volvieron insoportables, por lo que la operación estaba condenada al fracaso.
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