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Muchos exploradores que viajan para descubrir ‘El Tesoro de Petra’ no llegan a conocer el monasterio Ad Deir.
En el año 2022 Jordania recibió 4,6 millones de viajeros, de los cuales casi un millón pasaron por Petra para descubrir este importante enclave arqueológico y capital del antiguo reino nabateo. La ‘ciudad rosa’, como se la conoce, constituye un auténtico espectáculo para la vista y son tantos los exploradores que a diario visitan el magnífico Tesoro de Petra que, en ocasiones, resulta imposible poder disfrutar del entorno. A pesar de ello, también existe un remoto rincón que poca gente se anima a visitar y que supone una joya nabatea única. ¿Nos acompañas a descubrirlo?
A pesar de los miles de viajeros que cada día llegan a contemplar el Tesoro de Petra, debe saber el lector que no es fácil llegar hasta allí. El lugar solo es accesible a través de dos puntos: un estrecho sendero de montaña o un cañón de un kilómetro y medio de longitud y de hasta 200 metros de altura. Este cañón, el Siq, es el acceso principal para llegar al corazón de Petra.
Siq, un cañón espectacular
El explorador avanza a través del cañón Siq, que nada tiene que envidiar a los cañones más impresionantes del mundo; este se va volviendo cada vez más angosto y oscuro hasta que, de pronto, iluminado por el sol a través de una grieta, se divisa el Khazneh o Tesoro de Petra. Una experiencia mágica e inolvidable, digna de provocar el Síndrome de Stendhal.
Si bien la llegada a este enclave es de una belleza y un magnetismo brutales, la cantidad de viajeros que llegan casi formando una procesión, hacen que el resultado no sea el mismo. La masificación del lugar hace que la contemplación del Tesoro quede un poco deslucida.
El Tesoro de Petra, masificado
Una vez descubierto el Khazneh se suele completar la visita a esta ciudad escondida paseando por la Avenida de las Fachadas. En ella se puede contemplar una hilera de tumbas talladas en la propia piedra.
Toca caminar de nuevo para llegar al Anfiteatro Romano o Teatro Nabateo. También está excavado, como casi todas las edificaciones del yacimiento, en la roca y cuentan que podía albergar a más de 8.000 personas. Y sí, fue edificado por los nabateos pero los romanos lo modificaron y ampliaron con posterioridad. De ahí su nombre.
Imprescindibles también son la Iglesia Bizantina, el Gran Templo, el edificio Qasr al-Bint o las tumbas reales. Y, aquí, el común de los viajeros habría terminado su visita.
El remoto rincón de Petra
Aquellos enamorados de esta ciudad excavada en la roca que cuentan con buena condición física, deciden ir más allá y se encaminan hasta el monasterio Ad Deir, situado en un remoto rincón de Petra y que supone una joya nabatea única.
A todo lo andado hay que sumar un trayecto de unos dos kilómetros de distancia y con un desnivel importante. Hay tramos planos, pero algunos cuentan con una serie de escalones que hacen que sea necesario pararse a tomar aire y disfrutar de las vistas.
Si mira el viajero hacia arriba, podrá vislumbrar a través de las rocas la punta de Ad Deir y, tras un último esfuerzo, habrá llegado a su destino. El monasterio cuenta con una monumental fachada de roca tallada en un altiplano con una panorámica de la ciudad de Petra sobrecogedora. Con 48 metros de alto y 47 metros de ancho, Ad Deir es más grande que el Tesoro.
Construido a mediados del siglo I d.C. se erigió como lugar de culto, ya que se realizaban banquetes rituales. Los beduinos le dieron el nombre de Monasterio porque en el interior todavía se pueden contemplar cruces de la época bizantina, cuando se utilizó como capilla.
Y, si al viajero aun le quedan fuerzas, le recomendamos seguir caminando hasta un punto llamado ‘End of the World Coffee’. Está señalizado y es una cafetería tetería que, como su nombre indica, parece estar al final del mundo. En definitiva, merece la pena hacer el esfuerzo y descubrir el remoto rincón de Petra que poca gente visita y que es una joya nabatea única.
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