CanalNochesInquietantes
Mi nombre es Elena, y soy fotógrafa de paisajes. Siempre busqué capturar la belleza cruda y natural de Chile, pero lo que encontré en el Paso de los Caracoles fue algo que jamás esperaba: una experiencia que desafía toda explicación lógica.
Era una tarde de otoño cuando emprendí el viaje por el Paso de los Caracoles, una ruta famosa por sus curvas cerradas y vistas impresionantes. Armada con mi cámara, estaba decidida a capturar el atardecer desde los puntos más altos. Sin embargo, a medida que ascendía, una espesa niebla comenzó a cubrir las montañas, transformando el paisaje en un escenario etéreo.
La radio del coche empezó a emitir un zumbido estático. Fue entonces cuando vi a un hombre parado al borde del camino. Vestía ropas gastadas y su mirada parecía perdida, fija en el vacío. Algo en su presencia me hizo estremecer, pero seguí adelante, atribuyendo su aparición a un viajero solitario.
Cuando la noche cayó, la ruta se volvió más desafiante. Las curvas del camino se enroscaban como serpientes entre la niebla. Y allí estaba él de nuevo, el mismo hombre, esta vez más cerca de la carretera. Su mirada se encontró con la mía, y sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Aceleré, intentando dejar atrás esa figura inquietante.
Llegué a un mirador, un lugar donde la ruta se ensanchaba y permitía detenerse a admirar la vista. Apagué el motor y tomé mi cámara, pero una sensación de vigilancia me invadió. Al girar, lo vi: el hombre estaba de pie, a unos metros de distancia, mirándome fijamente. Su expresión era de profunda tristeza y desesperación.
Levanté mi cámara, y a través del lente, vi algo que heló mi sangre: su rostro parecía desvanecerse en la bruma, como si fuera parte del mismo aire que respiraba. En ese instante, una voz quebrada surgió de la niebla: "Ayúdame, por favor." Era él, pero su voz sonaba distante, como un eco de un tiempo olvidado.
Dejé caer la cámara y corrí hacia el coche. Mientras me alejaba, su voz se desvanecía en el viento. Al llegar a casa, investigué y descubrí que años atrás, un hombre había desaparecido en el Paso de los Caracoles. Nunca lo encontraron.
Desde entonces, no he vuelto a esa carretera. Aunque sigo fotografiando paisajes, evito aquel lugar donde la belleza se encuentra con el misterio, y donde las almas perdidas parecen vagar, eternas, en la bruma del Paso de los Caracoles.
Nunca olvidaré esa noche en los Caminos de los Caracoles en Chile. Mi nombre es Andrés y lo que viví en esa carretera serpenteante, flanqueada por escarpadas montañas, aún me persigue en mis pesadillas.
Era un viaje de rutina desde Santiago hacia el norte. A pesar de ser un conductor experimentado, siempre he respetado la fama de peligrosidad de esa ruta, especialmente de noche. La luna llena iluminaba el camino, creando sombras danzantes que se movían al ritmo de los sinuosos giros.
A medida que ascendía, la radio comenzó a emitir estática. Fue entonces cuando lo vi por primera vez: una figura solitaria parada al borde de la carretera. Al acercarme, disminuí la velocidad. Era un hombre de aspecto desaliñado, con una mirada vacía y penetrante. Algo en él me heló la sangre. Aceleré al pasar a su lado, pero no pude evitar verlo en el espejo retrovisor. Estaba inmóvil, mirándome.
Más adelante, la neblina se hizo más densa, tragándose la luz de la luna. Entonces, ocurrió. De repente, el mismo hombre apareció en medio de la carretera. Pisé el freno con todas mis fuerzas, pero el coche patinó y giró fuera de control. Por un instante, todo fue un torbellino de luces y oscuridad.
Cuando el coche se detuvo, estaba al borde del precipicio. El hombre había desaparecido. Mi corazón latía desbocado. Salí del coche temblando, buscando alguna señal de él, pero solo encontré la neblina y el silencio.
Logré llegar a un pequeño pueblo cercano donde conté mi experiencia. Los lugareños me miraron con una mezcla de pena y miedo. Uno de ellos, un anciano, me dijo en voz baja: "Ese es el espíritu de un viajero que murió en esos mismos giros hace años. Dicen que aún busca a alguien que lo lleve de regreso a casa."
Desde esa noche, evito los Caminos de los Caracoles, especialmente bajo la luz de la luna llena. A veces, en mis sueños, aún veo al hombre de la carretera, con sus ojos vacíos, esperándome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario