Después de una jornada extenuante de trabajo, me dejé caer en mi cama con un suspiro de fatiga. El mundo parecía difuminarse en las sombras de mi habitación mientras la consciencia se me escapaba en busca del descanso. Pero el alivio que ansiaba se convirtió rápidamente en un tormento.
En mi sueño, estaba atada a la mesa de la sala de juntas de mi oficina, mis muñecas y tobillos se hundían en la presión de unas cuerdas invisibles que me inmovilizaban. La habitación estaba rodeada de figuras encapuchadas que observaban con una quietud perturbadora. Sus rostros estaban ocultos, pero sentía la intensidad de sus miradas clavándose en mí. Mientras luchaba por liberarme, sus risas guturales se elevaban en un crescendo de mofa y crueldad.
La desesperación me ahogaba, y con un sobresalto, mi mente regresó a mi habitación. La luz de la luna se filtraba a través de las rendijas de la ventana, bañando todo con su pálida luz. Mi frente estaba perlada de sudor y el calor de mi cuerpo me impulsaba a levantarme por agua. Pero mi cuerpo se negaba a obedecer. No podía moverme; estaba atrapada en la parálisis del sueño.
Entonces, un humo negro empezó a serpentear hacia dentro desde la ventana, acumulándose en el techo justo encima de mí. Se condensó en una forma espectral con facciones grotescas, una calavera que se cernía sobre mí con una lentitud espantosa. Sus ojos vacíos me perforaban el alma, y su presencia era tan abrumadora que mis lágrimas brotaban sin control. La distancia entre nosotros se disipaba hasta que pude sentir su aliento putrefacto. Su lengua fétida y larga se deslizó sobre mi rostro, y el terror me consumió hasta el punto de perder la consciencia.
Desperté con las primeras luces del alba. Todo había sido un sueño, una pesadilla vívida, me dije mientras me dirigía a la ducha para sacudirme el miedo. Pero al salir, mi móvil vibró con un mensaje de un número desconocido que heló la sangre en mis venas:
"Lo que viviste esta noche no fue una pesadilla. Yo, la Muerte, te fui a visitar. Además, un compañero de tu trabajo quiere verte destruida, ve con cuidado, te prevengo porque eres buena"
El mensaje, inesperado y ominoso, borró cualquier rastro de duda sobre la realidad de mis terrores nocturnos. El miedo se convirtió en una sombra constante, una pregunta sin respuesta que me perseguía: ¿Fue realmente una advertencia de la Muerte? Y si así fue, ¿cuándo volvería a visitarme?
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