Croniscuras
En una noche sin estrellas, mi hermano y yo decidimos aventurarnos en el antiguo sembradío detrás de nuestra casa. La luna apenas iluminaba los campos, creando sombras que se movían con cada susurro del viento. Lo que comenzó como una búsqueda de emociones se convirtió en una pesadilla que perseguirá mis sueños para siempre.
Una nave plateada descendió lentamente, y sombras oscuras emergieron. Mis ojos se llenaron de terror al ver las figuras extraterrestres, con sus cuerpos delgados y ojos penetrantes. Rodearon a mi hermano flotante, examinándolo como si fuera una presa atrapada en su red.
Traté de correr hacia él, pero una fuerza invisible me mantuvo paralizado. Mi hermano, con los ojos desesperados, extendió la mano hacia mí mientras la nave ascendía, desapareciendo en la negrura del espacio.
Cuando la luz de la nave se desvaneció, quedé solo en el sembradío, rodeado por el silencio sepulcral. La realidad de lo que acababa de presenciar se apoderó de mí, y corrí hacia casa, temblando y lleno de una angustia indescriptible.
Las noches siguientes fueron una agonía de insomnio. Cada vez que cerraba los ojos, revivía la escena en el sembradío, viendo a mi hermano elevándose hacia el abrazo frío de lo desconocido.
La vida siguió, pero la sombra de esa noche nunca me abandonó. Investigaciones no arrojaron respuestas, y la gente dudaba de mi historia. Mi hermano fue declarado desaparecido, pero yo sabía la verdad: había sido abducido por seres de otro mundo.
Cada vez que miro al cielo nocturno, me pregunto si mi hermano aún está allí, flotando en algún rincón del universo. El sembradío se ha convertido en un recordatorio constante de esa fatídica noche, un lugar donde los susurros del viento parecen contar la historia de una abducción que marcó mi vida con el sello del horror intergaláctico.
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