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Pueblos, castillos, ciudades, fortalezas, palacios y muchos más misterios del país luso.
Portugal encierra algunos de los pueblos más bonitos de Europa. Aunque poco conocidos -y mejor, porque así no hay tanta masificación-, el país cuya única frontera es España todavía tiene muchos secretos guardados que, poco a poco, se van descubriendo con el tiempo.
Sintra: de un palacio Disney a uno masón
La Quinta da Felicidade tiene más de 9.000 metros cuadrados que se extienden por el Parque Natural de la comarca, que por sí sola ya es bastante impresionante. Aunque se encuentra bastante vandalizado y escondido, continúa en pie y puede visitarse. La historia de esta magnífica edificación se remonta al año 1986, cuando un empresario portugués quiso satisfacer el capricho de su hija y le regaló esta particular "casa de muñecas". Tanto se esmeró en cumplir el sueño de la niña que pidió a Disneyland París planos y fotos para lograr una réplica lo más cercana posible al castillo de cuento y se le conoce como "Palacio Disney de Sintra". Otro más accesible es la Quinta da Regaleira, un misterioso terreno plagado de masonería, astrología y ciencias ocultas que verdaderamente merece la pena.
Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos) de Évora
Hacia el siglo XVI, unos frailes franciscanos mandaron recubrir las paredes de esta capilla de huesos de cadáveres exhumados del cementerio de Évora, parada obligada lejos de la costa. Esta ciudad del Alentejo central, única de Portugal que pertenece a la Red de ciudades más antiguas de Europa, esconde este escalofriante monumento. La capilla fue ideada así con el objetivo de hacer ver a los feligreses la fragilidad de la vida en la Tierra, en cuya entrada se puede leer un mensaje muy claro: "Nosotros los huesos que estamos aquí, esperamos por los vuestros".
Monsanto, un pueblo incrustado en las rocas
En 1938 fue declarada "Aldea más portuguesa de Portugal" -con un trofeo en forma de gallo de plata que corona la Torre de San Lucas-, pues es considerada como la que mejor ha conservado su esencia desde la época medieval. No solo está bien conservado, sino que también presenta una composición un tanto curiosa. Muchas de sus casas se integran bajo enormes rocas de granito que desafían a la gravedad día tras días, año tras año, sin seguir rodando y aplastando el pueblo como se esperaba, sino todo lo contrario. Rocas y casas han logrado vivir en armonía en el pueblo medieval de Monsanto.
A Serra d'Arga
En la zona del Alto Miño se extienden extensos bosques, prados, ríos y montañas donde conviven lobos con cabras y vacas. Desde lo alto de sus laderas (a 825 metros de altura) se pueden observar en absoluto silencio paisajes con pequeños pueblos rodeados de naturaleza. No todo es urbanización en Portugal y este es un gran ejemplo, donde se pueden seguir senderos para todos los gustos.
Mértola
El distrito de Beja guarda este tranquilo pueblo-museo y puerto fluvial en el que se entremezclan restos de las civilizaciones romana, visigoda, musulmana y cristiana. El pueblo que parece que alguien ha colocado sobre un acantilado sobre el río Guadiana y coronado con un castillo está lleno de historia, encontrando sus orígenes en el Neolítico. A ambos márgenes del río emergen unas cuantas casas blancas con techos anaranjados y unas vistas espectaculares.
Aveiro, la Venecia portuguesa
Al borde del río Aveiro (de agua salada) y aprovechándolo como canal, se abren paso coloridas casas, puentes y góndolas. Tras su estética esconde que es la principal región de fabricación del país, aunque también tiene una importante cantidad de áreas naturales. Se hace llamar la Venecia portuguesa, aunque los oriundos prefieren no llamarla así, puesto que muchos visitantes se decepcionan con esta denominación. De hecho, según las zonas puede recordar incluso más a las casas coloniales de Cuba.
Caldas da Rainha
Esta fue la ciudad de los baños termales de la Reina Leonor, la primera persona que difundió, en el siglo XV, las propiedades curativas de las aguas termales que dan nombre a la ciudad. Al descubrirlas, mandó construir un hospital termal, el primero del mundo que hoy resulta un importante reclamo de la zona. Además, el artista decimonónico de la cerámica Rafael Bordallo Pinheiro, se encargó unos siglos más tarde de dar importancia a la ciudad con la Fábrica de Fainças de Caldas da Rainha. En este lugar también se encuentra el único mercado diario de frutas y verduras al aire libre del país.
Vila Franca do Campo
Aunque para muchos Portugal sea solo el pedazo de tierra adherido a España, cuenta también con el paradisíaco archipiélago de las Azores. En la isla de Sao Miguel se encuentra Vila Franca do Campo, una pequeña villa que en el siglo XV fue capital de la isla, antes del terremoto de 1522. Por aquellos lares pasean pocos visitantes, lo que la convierte en aún más llamativa. A medio kilómetro de distancia está el ilheu de Vila Franca, un islote con una laguna en su interior que las olas no logra alcanzar.
Guimarães
Conocida como la cuna de Portugal, ya que es donde nació el primer rey del país (Alfonso Henríquez, 1109-1185) fue su capital durante la lucha por la independencia. Está repleta de edificios y construcciones medievales, como un castillo fortificado, un palacio del siglo XV o un monasterio gótico. Desde el Monte de Penha, a donde se puede acceder en teleférico, se pueden apreciar unas vistas espectaculares de todo el norte de Portugal.
Como toda frontera creada siglos atrás, Almeida está rodeada por una imponente fortificación en forma de estrella de traza italiana que ha resistido a todos los males del paso del tiempo. Este tipo de fortificación también fue utilizada en el pueblo de Elvas, otra parada obligatoria del Portugal desconocido. No fue hasta 1297 cuando se reconoció como portuguesa, momento en el que el rey español Felipe IV ordenó destruir su muralla que todavía no tenía aquella forma. Pese a que la última batalla que libró esta ciudad fue la invasión de Napoleón, la tradición militar se mantiene en sus calles, albergando un museo dedicado a ello.
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