CanalNochesInquietantes
Me llamo Ana, y nunca olvidaré esos días en los que la realidad y la pesadilla se entrelazaron. Todo comenzó una noche, cuando vi a mi hijo, Diego, de cinco años, hablar solo en su habitación. Al principio, lo consideré normal; los niños a menudo tienen amigos imaginarios. Pero una noche, lo encontré fuera, en el patio, balanceándose en los columpios a la medianoche. Estaba segura de que era sonámbulo, hasta que me dijo que estaba jugando con Pazu, su amiga.
Cada noche, el ritual se repetía. Diego salía, hablaba y reía con su invisible amiga. Traté de convencerme de que era solo una fase. Pero una tarde, todo cambió. Entré en su habitación y lo encontré construyendo algo que llamó "el resorte de Pazu". Cuando lo regañé por el desorden, él simplemente sonrió y dijo que Pazu estaba ayudando.
Frustrada, me dirigí al espejo del tocador para calmarme, y entonces lo vi. En el reflejo, había una figura oscura envuelta en una túnica, parada justo detrás de Diego. Me giré, pero no había nadie allí. Al mirar de nuevo al espejo, la figura seguía ahí, mirándome con ojos que parecían tragarse la luz.
Esa noche, Diego desapareció. Lo busqué frenéticamente, gritando su nombre, hasta que lo encontré en el patio, balanceándose en los columpios. Pero no estaba solo. Pazu, la figura oscura, estaba ahí, balanceándolo. Sus ojos se encontraron con los míos, y sentí un frío paralizante recorrer mi espina dorsal.
Corrí hacia Diego, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Pazu se disolvió en la oscuridad, llevándose a mi hijo con ella. El columpio seguía moviéndose, como si el vacío mismo lo empujara.
Desde esa noche, el patio quedó en silencio. Los columpios nunca más se movieron, y la habitación de Diego permaneció intacta, como un santuario a la memoria de mi hijo. A veces, por la noche, juro escuchar sus risas y conversaciones, susurros que se desvanecen tan pronto como intento aferrarme a ellos.
Pero lo que más temo es el espejo. Cada vez que paso frente a él, temo ver esos ojos oscuros, temo que Pazu vuelva por mí. Y en lo más profundo de mi ser, una parte de mí desea verla, con la esperanza de encontrar a mi hijo una vez más en su oscuro abrazo.
Autor: Noches inquietantes
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