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El país con medio pie en Europa y otro medio en Asia es un gran infravalorado que tiene muchas experiencias que ofrecer.
En lo más profundo de la Capadocia, una región turca considerada de las más bonitas de la Tierra, se esconde Ortahisar. Pasa desapercibida, pues sus casas parecen esculpidas de la propia montaña, pero es la más grande y antigua del distrito de Ürgüp. Un lugar donde todavía hay quien se desplaza a caballo, donde existen las llamadas chimeneas de hadas y por cuyo cielo vuelan globos de colores cada día no puede pasar desapercibido.
Se cuenta que el fundador de la ciudad emigró desde Khorasan junto a sus nueve hermanos a principios del siglo XVIII, aunque hay evidencias que apuntan que ya estaba habitada desde el siglo XI. Los hermanos construyeron nueve viviendas independientes y, a partir de ahí, comenzaron a dar forma a Ortahisar. Sin embargo, no fue declarado municipio hasta 1916 y oficialmente ciudad perteneciente a la República de Turquía en 1923.
Dos castillos conectados
Al contrario de lo que suele ser común, el castillo que los vecinos llaman Sivrikoya está en el centro del pueblo, a 200 metros de la plaza principal, y es un claro ejemplo de arquitectura excavada en la roca. Las casas son del mismo material, de piedra, y las calles empedradas conjuntan a la perfección con los llamativos colores que tanto caracterizan a esta región de Asia Menor. La naturaleza se conserva casi como cuando los nueve hermanos llegaron hace tres siglos, destacando el entorno de cañones, arroyos, valles y construcciones que parecen hechas de arena.
Desde lo alto del Sivrikoya se puede avistar el segundo castillo más grande de la ciudad, el de Ishak, de la época bizantina (siglos X y XI). Se dice que existió un pasadizo que conectaba ambas fortalezas por el subsuelo y que desapareció al construirse la ciudad. Esta afirmación se mantiene en leyenda, ya que no ha podido demostrarse ni su veracidad ni su falsedad. Como si estuvieran incrustados en las rocas, aparecen los principales edificios: la Iglesia de Santa Nino, el Palacio de Justicia, el Monasterio de Halaç o las iglesias de los Balcanes.
El paisaje de Ortahisar es único en el entorno de Anatolia Central, aunque ninguno de los parajes cercanos se queda atrás. Las caprichosas formas en las que se enmarcan las rocas que distinguen este lugar, se crearon a causa de la lava y arena volcánica. Es por eso que aparecen como un espectáculo lunar, con cientos de cavernas y pueblos excavados en las rocas, como lo está Ortahisar, un impresionante conjunto de rocas que ha acabado siendo una gran ciudad.
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