CanalViajar
Esta isla situada a 15 kilómetros de Nagasaki se ha convertido en un punto de referencia para los amantes del turismo dark, ya que esconde una oscura historia.
Cuando uno se acerca navegando por el mar de Japón y vislumbra la isla de Hashima, lo primero que le viene a la mente es su similitud con un barco acorazado. Los imponentes diques de hormigón convierten la isla en una mole que se muestra impertérrita ante las adversas situaciones climatológicas que ha vivido, incluso cuando se convirtió en una de las zonas con mayor densidad de población del mundo a mediados del siglo pasado.
Hashima, también conocida como Gunkanjima, es en la actualidad una más del medio millar de islas deshabitadas en el archipiélago japonés y hoy supone un enclave único para los amantes del turismo dark, gracias a su aspecto fantasmagórico y la oscura historia que aguarda entre esos diques que guardan similitud con un barco acorazado.
Hashima y su veta de carbón
Debemos remontarnos a 1885 cuando Japón buscaba nuevos enclaves para seguir impulsando la industria del carbón. Y en Hashima apareció su edén soñado. Se perforaron varios túneles verticales de casi 200 metros que desvelaron una veta en el subsuelo junto a esta isla deshabitada que empezó a recibir habitantes.
Con el paso de los años, Hashima creció de tal manera que llegó a albergar más de 150 edificios en sus 6 hectáreas de superficie y, a pesar de contar con unas condiciones climáticas muy adversas (debido principalmente a los fuertes vientos que azotan la zona y una humedad que rozaba el 95 %), se convirtió en hogar de unas 6.000 familias que sobrevivían gracias a la extracción del carbón.
La forma de barco acorazado se debe a la construcción de grandes diques para frenar un poco la intensidad del oleaje y los fuertes vientos, pero acabaron convirtiendo la isla en una ratonera de la que sus habitantes no podían escapar. Y es que la calidad del aire (impregnada con los vapores emanados por la actividad minera, el polvo y la humedad) acabó produciendo diversas enfermedades respiratorias y dermatológicas a sus habitantes. Las condiciones de trabajo eran duras, pero no cesaba de llegar gente a la isla dispuesta a trabajar.
Abandono gradual de Hashima
Algo más de medio siglo después, en la década de los 60, el mundo dio un giro y el petróleo empezó a reemplazar al carbón como la principal fuente de energía de Japón. Las vetas de carbón se agotaban y, sin trabajo, los residentes fueron abandonando Hashima de forma gradual. Ya en 1974 cuando la empresa propietaria de la isla (que no lo hemos mencionado pero seguro que te suena, ya que se trata de Mitsubishi) decidió clausurar sus plantas de carbón, las familias se vieron abocadas a dejar el que había sido su hogar durante parte de sus vidas.
Ya deshabitada, esta isla con forma de barco acorazado se convirtió en un centro de peregrinación para los amantes del turismo dark debido a la situación de abandono de sus edificios (algunos en ruinas) y un aire fantasmagórico propio de una película de terror; de hecho, a día de hoy es posible visitarla, pero puede suponer un riesgo para el viajero debido al derrumbe que se produce en algunos edificios de la que, en su día, fue una de las islas con mayor densidad del mundo.
Damos un salto temporal y nos situamos en el año 2002, ya que fue entonces cuando sus propietarios decidieron donarla a la ciudad de Nagasaki y más de una década después, en 2015, se convirtió en Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, formando parte de los enclaves de la revolución Industrial Meiji de Japón.
En definitiva, lo que hoy aparece ante nosotros como un enclave de escenario de película de misterio, con esa forma tan peculiar de barco acorazado, fue en su día hogar de miles de familias que, de la noche a la mañana, tuvieron que abandonar sus casas y sus vidas en busca de una nueva manera de salir adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario