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A menos de 30 kilómetros de la frontera española encontramos Collioure, uno de los rincones más especiales de la llamada Costa Bermeja. Y es que ya a primera vista podemos comprobar que tiene todos los ingredientes para una escapada de diez. Un puerto lleno de vida resguardado por sus características casas de colores, un castillo de origen medieval con una larga e interesante historia y una iglesia, justo al otro lado, cuya torre (que primero fue un faro) es hoy el símbolo de Collioure.
La especial luz de Collioure logró que Henri Matisse volviese a encontrar la inspiración y que impulsara el fauvismo
También tiene una fuerte relación con el arte y es que su luz tan especial logró que Henri Matisse volviese a encontrar la inspiración y que junto al trabajo de André Derain diese comienzo a una nueva corriente artística: el fauvismo.
El camino de Antonio Machado
Considerado uno de los poetas más destacados de nuestra literatura, el sevillano llegó a Collioure junto a otros muchos españoles que tuvieron que exiliarse tras el comienzo de la Guerra Civil. De este trágico momento de nuestra historia encontramos varios recuerdos. El primero, la tumba del propio Machado, que sigue siendo hoy en día un lugar de peregrinaje. Flores, banderas, escritos y muchos recuerdos se acumulan cada semana a su alrededor.
La tumba de Machado sigue siendo un lugar de peregrinaje de muchos españoles
Para recordar por todo lo que pasó Machado junto a su familia y muchos españoles más es imprescindible la visita a la exposición “1939, el exilio de los republicanos españoles”, que acoge el Castillo Real de la ciudad y que reúne tanto objetos personales de muchas de las personas que por allí pasaron como documentos y recortes de prensa de la época.
Fortaleza española
El Castillo Real es uno de los lugares más importantes de Collioure y no solo porque sea el edificio que más llama la atención en su perfil. Durante varios siglos este imponente castillo perteneció a los reyes de Mallorca. Por aquí pasaban en cada uno de sus viajes a Perpiñán ya que utilizaban este castillo para descansar tras la larga travesía por mar antes de comenzar la última etapa por tierra.
El Castillo Real perteneció a los reyes de Mallorca y al Reino de Aragón
Ya en manos del Reino de Aragón, los Reyes Católicos reforzaron su función defensiva y ampliaron algunas partes del castillo, como el Patio de Armas. El objetivo era defenderse de las tropas francesas, las mismas que con Luis XIV consiguieron hacerse con el poder a finales del siglo XVII.
A todo color
Ya en el pueblo, el color invade cada rincón. Y esto no es nuevo. Hace ya siglos que los marineros empezaron a pintar sus casas con la pintura que les sobraba de sus barcos. Costumbre que se ha mantenido hasta hoy y que le dan un aspecto diferente y alegre. Además, hay una norma no escrita que se sigue a rajatabla: nadie puede pintar su fachada de blanco.
Y esto es así tanto en las casas que se ven desde la playa como las de su interior, por donde es una delicia pasear para asombrarse con su belleza e ir descubriendo pequeños talleres de artistas y artesanos o tiendas llenas de encanto.
Recuperar la inspiración
Picasso, Derain, Dufy, Chagall, Matisse, Marquet… La lista es larga y es que hubo una época en la que todos los pintores caían rendidos a la belleza de Collioure y viajaban hasta aquí para comprobar el efecto de su luz, esa que tanto enamoró a Matisse y que logró que recuperase la inspiración tras una mala racha.
Artistas como Picasso, Derain, Dufy, Chagall, Matisse o Marquet cayeron rendidos a la belleza de esta localidad francesa
Aquí se instaló con su familia y pintó algunos de sus cuadros más cotizados, como “La ventana abierta” o “Paisaje en Collioure”, que hoy está en el MoMA de Nueva York. Para no perderse ni una, así como parte del trabajo de Derain, solo hay que seguir un circuito marcado que te lleva por quince puntos en los que podrás ver una reproducción de la obra junto al lugar en el que fue pintada.
Dormir y comer
A todos los encantos de Collioure hay que sumar la cantidad de hoteles maravillosos que podemos encontrar. Una buenísima opción es el Hotel Les Roches Brunes, tanto por la exquisita decoración de sus habitaciones como por las vistas de las que se puede disfrutar. Una auténtica maravilla a cualquier hora del día. Y para darse un verdadero homenaje, nada como reservar en La Balette. Después de volverte a enamorar de las vistas, podrás degustar un menú elaborado por Lurent Lemal lleno de sorpresas.
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