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La llamada Costa degli Dei (Costa de los Dioses) hace verdadero honor a su nombre. Este litoral italiano bañado por el Mar Tirreno se extiende por la provincia de Vibo Valentia, en la región de Calabria, dejando a su paso playas de aguas cristalinas, pintorescos pueblos marineros y preciosos monumentos históricos.
La leyenda cuenta que aquí vivían los antiguos dioses, quienes eligieron este lugar por su enorme belleza. Ejemplo de ello son lugares como la villa de Tropea, famosa por la espectacular iglesia que corona un promontorio rocoso junto al mar: el Santuario di Santa Maria dell'Isola.
La villa de Tropea
La localidad de Tropea es una de las más visitadas de la costa calabresa. Sus orígenes se remontan a la época romana, mientras que en el siglo VIII se convirtió en sede obispal. Su paisaje lo marcan los campos de cultivo de cítricos, viñas y olivos, por un lado, y el mar de intenso color azul, por el otro.
El pueblo nos incita a pasear por sus callejones, parando en sus cafés, probando sus platos típicos y respirando esencia mediterránea en cada esquina. Aquí destacan edificios como la Catedral, que conserva dos portones góticos; la iglesia de San Demetrio y su capilla del siglo XIV y los palacios de los siglos XVII y XVIII que se alzan en el centro. Sin embargo, si hay una construcción que se lleva todos los focos es el Santuario di Santa Maria dell'Isola.
El Santuario di Santa Maria dell'Isola
El santuario benedictino de Santa Maria dell'Isola "surge en un escollo frente al pueblo y se asoma a las transparentes aguas del mar de Tropea", explican desde Turismo de Italia. Así, el templo corona un promontorio rocoso desde las alturas, regalándonos la postal más bella de esta localidad italiana.
Construido en la Edad Media, el santuario se convirtió en un lugar de retiro para ermitaños y monjes. El edificio fue sufriendo daños y siendo restaurado a lo largo de los años; por ejemplo, el aspecto actual de su sobria fachada corresponde a una restauración llevada a cabo en el año 1908, tras un devastador terremoto en el 1905. En el interior sí se conservan algunos elementos más antiguos, como el conjunto de esculturas del siglo XVIII que decoran el altar.
Desde la base del promontorio, unas empinadas escaleras nos llevarán hasta el templo. Allí en lo alto, no solo nos maravillaremos con esta obra de arquitectura, sino también con el sobrecogedor paisaje que combina las casas del pueblo al borde de un acantilado, las arenas blancas de la playa y las aguas del tranquilo Mar Tirreno.
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