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En este rincón puedes encontrar recuerdos de la Segunda Guerra Mundial y probar platos de comida callejera... curiosos.
En este rincón puedes caminar por el Tokio de 1950 y disfrutar de la gastronomía callejera más exquisita de la ciudad. Esta calle sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y el duro período de la posguerra en Japón. Omoide Yokocho es uno de los lugares más auténticos de la capital, y esta es su historia.
Shinjuku es un barrio que vive de noche, y los neones y los rascacielos iluminan las almas que no duermen. El callejón Omoide Yokocho (思い出横丁), o ‘callejón de los recuerdos’, se encuentra a la salida de la estación de tren más transitada del mundo. En este lugar, encontrarás más de 70 pequeños puestos de comida callejera, donde solo caben entre ocho y diez personas por barra.
La gran mayoría de puestos venden brochetas ‘yakitori’ de todo tipo. Hay tanta variedad que es importante prestar atención a la carta, puesto que las brochetas de casquería son muy comunes. Podrás encontrar opciones de pollo o ternera, pero también podrás encontrar alternativas curiosas como testículos de cerdo o rabo de caballo.
La comida no suele ser cara: cada brocheta cuesta entre 100 y 300 yenes ( de 0,60 € a 1,90 €). Sin embargo, la bebida puede salir un poco más cara, aunque vale la pena probarla. Rodeado de años de historia y tradición, podrás tomar sake, shochu, y cerveza tradicional japonesa.
Un rincón que cuenta historias
Aunque “el callejón de los recuerdos” suena muy bonito, el apodo que tiene Omoide Yokocho desde 1940 es “el callejón del pis”, ya que durante esa época, la gente que iba a la estación de Shinjuku utilizaba este rinconcito para orinar antes de subir al tren. Los locales no disponían de servicios, así que aquellos que iban al callejón a tomar algo, también tenían que hacer sus necesidades en la calle, cerca de las vías del tren.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, el callejón ya era transitado, ya que las calles alrededor de la estación eran como centro comercial al aire libre: se vendía todo tipo de productos, desde ropa hasta jabón, e incluso artículos de segunda mano. Por supuesto, también había puestos de comida callejera.
Tras la guerra, muchas partes de Japón, y especialmente de Tokio, quedaron destruidas. La zona de Shinjuku no fue la excepción, y los puestos se reubicaron en una sola calle que llevaba un letrero con el nombre de “Lucky Street”. Este lugar se convirtió en un mercado negro para los residentes de la zona, donde conseguían productos de primera necesidad que no podían encontrar de otra forma.
El gobierno empezó a regular el mercado, y los puestos vendían restos de animales que mandaban los países aliados: así los locales empezaron a experimentar con la casquería. Así, esta zona se volvió a popularizar, pero varios puestos tuvieron que cerrar porque se construyó una línea de metro y tren en su ubicación. Tan solo se salvaron los locales que hoy forman el actual Omoide Yokocho.
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