viernes, 1 de noviembre de 2024

Del Atlántico al Pacífico: así es la gran Travesía de Sudamérica

 CanalViajar


El viajero tiene la sensación de que los controles de seguridad de los aeropuertos, lo mismo que la actitud de los aduaneros, actúan como abanderados de cada país. En Río de Janeiro, el aduanero charla amistosamente, esforzándose por chapurrear el español. Y cuando el viajero le cuenta su propósito de viajar del Atlántico al Pacífico, comenta que, como Brasil, no encontrará otro lugar en el mundo.

Del Atlántico al Pacífico: así es la gran Travesía de Sudamérica.

El taxista que traslada al viajero hasta la capital carioca está orgulloso de su GPS porque, en lugar de mapas, emite fútbol non stop a través de la gran pantalla que preside el salpicadero.

BRASIL

Es verano en Río de Janeiro, pero la gente no se baña en un mar poco acogedor, sino que permanece tumbada durante largos periodos en las playas y muchos caminan por la calle en ropa de baño alejados de las convenciones urbanitas.

Se vislumbran dos tipos de transeúntes: gordos con barrigón y flacos como un fideo. Los hay de clara ascendencia africana, en contraste con los caucásicos que a veces tienen la piel todavía más oscura carbonizada por un sol inclemente. Los barrios turísticos gozan de notable vigilancia. Copacabana, por ejemplo, es la anarquía organizada. Para algunos, el lugar más adecuado donde exhibir sus cuerpos serranos moldeados en interminables horas de gimnasio; al lado de los que juegan a voleibol en la playa valiéndose de los pies y de la cabeza, o bien los que hacen simplemente ejercicios de gimnástica en las instalaciones preparadas al efecto. Los más dejan transcurrir el tiempo mirando al infinito con el perfil de los edificios costeros y las grandes cadenas hoteleras detrás. 

Jugando al voleibol en la playa de Copacabana.

Vendedores de cocos, de camisetas, de pareos, de todo, se distribuyen a lo largo del paseo marítimo, a juego con las orquestas ubicadas en los múltiples chiringuitos, donde la gente bebe caipiriñas y caipivodkas y se entretiene escuchando sambas y bossa novas. El ambiente en Ipanema es parecido pero más chic; en contraste con el bohemio barrio de Lapa donde los turistas se desplazan para visitar la Escalera de Selarón. Ahí está todo más decadente, así como en otros distritos populares de Río. Bolsonaro hizo mal a la concordia y Amazon mató definitivamente el pequeño comercio. 

Ese día toca desplazarse a la estación de Cosme Velho para subir en funicular hasta el Corcovado, donde reside el famoso Cristo Redentor y al que se llega tras 20 minutos de ascensión por el Parque Nacional de Tijuca en compañía de otros 133 pasajeros. En la cima se consuma una auténtica bacanal de selfies. Colas de media hora para que cada poseedor de un teléfono móvil obtenga los correspondientes registros visuales que certifican que estuvo ahí: posan con los brazos extendidos, de frente, de espaldas, desde el suelo… de espaldas a un Cristo Redentor estupefacto que observa, sin mediar palabra, las curiosas evoluciones de los seres humanos.

Después de la obligada ascensión al otro gran mirador de la ciudad, el dedicado a São João en la cumbre del Pan de Azúcar, desde donde se contemplan los barrios de Botafago, Flamengo y el pequeño término de Urca, residencia permanente del cantante Roberto Carlos, es posible una inmersión en los populares enclaves de Saara para visitar su populoso mercado. En él se exhiben todo tipo de gangas y comidas económicas, no lejos del puerto donde los 3.000 metros cuadrados que ocupan los Murales de las Etnias, obra del artista Kobra, que trabajó 12 horas al día durante dos meses para pintarlas, se destiñen lentamente a la espera de una restauración. Al lado atracan los cruceros y una legión de turistas se conjura para incrementar el número de visitantes que ascenderán al Corcovado y al Pan de Azúcar.

Playa de Leblon en Río.

Pero cuando realmente Río estalla es durante el Carnaval. En un recinto situado a unos cinco kilómetros del Sambódromo, en la denominada Cidade do Samba, accesible para los visitantes, las Academias preparan en riguroso secreto las seis carrozas que el esperado día del desfile liderarán la escenografía, los bailes, la música y, sobre todo, la originalidad para conseguir, si el Gran Jurado lo considera conveniente, el codiciado trofeo que otorgan a la más imaginativa. Los beneficios para la ciudad son espectaculares y el Estado invierte a gusto por el rédito y la popularidad del evento. Todo un año trabajando para saborear con pasión carioca 85 minutos en el Sambódromo.

Otro punto álgido de la ciudad es una espléndida pastelería heredada de los portugueses: la cafetería Colombo. Todavía conserva la decoración original de 1894 y se diría que mantienen las mismas costumbres del siglo XIX, hasta el punto de que cuando el viajero pregunta si tienen conexión a internet y pronuncia la palabra “password”, el camarero le mira como si fuera un ser de otra galaxia que se dirige a él en un idioma desconocido. “No, aquí, por descontado, no”, contesta.

BOLIVIA

Es verano y el Parque Nacional del Pantanal está inundado. El viajero no tiene más remedio que suspender la visita prevista y decide tomar un vuelo directamente desde Río hasta Santa Cruz de la Sierra. El taxista, el primer contacto que tiene después de calibrar la amabilidad o la hostilidad de los aduaneros, presume de la tranquilidad y el buen estado de la economía de la ciudad. “Vienen europeos y gringos temerosos de que Rusia y Estados Unidos se enzarcen en una guerra nuclear”, comenta, orgulloso, antes de depositarlo en la Plaza de Armas 24 de Septiembre, el corazón de la ciudad, donde se ubica el hotel elegido. La vida se concentra en este punto y desde ahí se expanden todos los barrios en calles longitudinales en las que se concentran los diferentes gremios: en una todo son impresores, otra está repleta de librerías y la más cercana agrupa establecimientos que proponen mayoritariamente pollo a la brasa.

Por las calles de Sucre.

Las dos siguientes ciudades camino del oeste son Patrimonio de la Humanidad: Sucre y Potosí. En la primera se firmó la Declaración de Independencia de Bolivia y cuenta con una catedral de estilo colonial dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe, situada en la Plaza de Armas 25 de Mayo, con la Casa de la Libertad y un cementerio municipal repleto de muñecos, botellas de Coca-Cola, cigarros puros y todo tipo de objetos que fueron apreciados en vida por los que reposan en los nichos. Una colección que se acrecienta en la zona dedicada a los niños, que a veces parece más una juguetería que un camposanto.

A Potosí se llega en autobús, a bordo de furgonetas rápidas pero cargadas al límite o de una flota, como denominan en esta parte del mundo a los autobuses. Cabalgan al son de una música andina que por repetitiva machaca el oído de los pasajeros por lo menos cuatro horas, si bien el viaje en estas condiciones también es más llevadero para adaptar el cuerpo al ascenso de 3.900 metros de altura. Ayuda masticar hojas de coca que se encuentran en todas partes. Por la Villa Imperial de Potosí pasean pocos turistas, pero la vida local es tremendamente participativa. Destacan sus grandes edificios monumentales, fácilmente visibles desde la Plaza de Armas 10 de Noviembre, y la mina de plata de Cerro Rico, fiel reflejo de la historia minera de la ciudad. Cervantes acuñó la frase aludiendo que las cosas valiosas “valen un Potosí” en una época que esta pequeña ciudad hoy prácticamente olvidada era la capital de un imperio. Tenía la misma población que Londres y más habitantes que Madrid, Roma o París. 

Flamencos en la laguna Hedionda.

Aunque también asequible por carretera es más cómodo tomar un avión desde Potosí hasta Uyuni, la puerta de entrada a un salar de casi 11.000 kilómetros cuadrados y 120 metros de profundidad. Visitar una parte de esta extensión y los alrededores merece dos o tres días de estancia. Los visitantes acceden a esta experiencia a través de unas lagunas teñidas de tonalidades ocres apodadas los Ojos del Salar, donde una familia de fotógrafos provistos de pequeños dinosaurios de plástico, botellas y latas de cerveza juega con la profundidad de campo y el infinito para simular perspectivas divertidas que obligan a los modelos a ensayar poses inverosímiles. Luego hay una parada obligatoria en la isla Incahuasi, que en quechua significa “la casa del inca”, una pequeña montaña repleta de cactus que a veces sobrepasan los 10 metros de altura.

Es agradable dormir en los diversos hoteles de sal bien ubicados en este desierto blanco tras tomar fotos de espejismos, reflejos y puestas de sol espectaculares, reforzadas por la altitud de una atmósfera a casi 3.700 metros sobre el nivel del mar. La excursión junto a la frontera con Chile que empieza por un salar menor, el de Chiguana en la región del Lípez, conduce al viajero a círculos de volcanes de tonos grises que descuellan entre paisajes parecidos a las fotos que conocemos del planeta Marte. Desde el mirador del volcán Ollagüe, de 5.868 metros, hasta un conjunto de lagunas pobladas por tres especies de flamencos, sobrecoge la belleza letal de la laguna Hedionda, con sus anillos de arsénico y azufre que evocan los colores de Saturno.

Desde ahí la ruta transcurre en un trasfondo épico y rocoso, sin árboles y con una vegetación ensombrecida que culmina en la montaña Mokopata, entre laderas que trasladan al visitante a imaginativos cráteres lunares. Aguardan más sorpresas paisajísticas junto a la laguna Turquiri, porque está rodeada de figuras de piedra que recuerdan la Ciudad Encantada de Cuenca, el mismísimo Cabo de Creus en Girona o las montañas de Montserrat multiplicadas en extensión dios sabe cuánto, para acabar el periplo del segundo día en el extraordinario Cañón de la Anaconda, donde las llamas y las alpacas pululan rodeadas de zorros colorados, gansos andinos, vizcachas bolivianas y colibríes puneños.

Teleféricos en La Paz.

El viaje hasta La Paz también es asequible en un vuelo económico. En el aeropuerto de Uyuni el ejército despide a los viajeros en posición de firmes mientras tiene lugar el embarque. Una vez en el aeropuerto internacional El Alto hay que bajar al centro. Desde hace cinco años, varias líneas de teleféricos unen los diferentes barrios de una ciudad encajada en el cañón del río Choqueyapu, entre picos y formaciones rocosas de perfiles irregulares que culminan en el volcán Illimani a 6.462 metros. Ahí todavía reposan inaccesibles los restos de los 29 pasajeros que viajaban a bordo del vuelo 980 de Eastern Air Lines que se estrelló en 1985. A partir de entonces cambiaron las rutas aéreas con destino a la capital de Bolivia.

Desde los barrios más elegantes, como Calacoto, es posible acceder a muchos enclaves de La Paz cómodamente aposentados en las cabinas de teleféricos, desde cuya estructura transparente se observan paisajes no aptos para viajeros afectados de vértigo. Las líneas tienen diferentes colores, igual que el metro en otras ciudades, y combinando el verde, el amarillo, el plateado, el rojo, el naranja, el blanco y el celeste es posible visitar distintos barrios desde las alturas, invirtiendo apenas un par o tres de euros en los desplazamientos.

Ya a pie y desde el centro histórico, en la gran plaza que rodea la basílica de San Francisco surgen calles de una gran personalidad, como Sagárnaga, Comercio o Linares, donde se ubica el Mercado de las Brujas, declarado patrimonio cultural inmaterial de esta gran urbe andina. En esencia era un antiguo enclave proveedor de ofrendas rituales para la medicina tradicional, sobre todo para los sacrificios a la Pachamama, aunque ahora es un lugar colonizado en un noventa por ciento de comercios turísticos. En los pocos locales tradicionales que todavía persisten se pueden ver numerosos fetos de llama y pequeños lechones momificados, a veces envueltos en billetes bancarios, para enterrarlos en los cimientos de nuevos edificios o antes de emprender un negocio arriesgado. No faltan hojas de coca, amuletos y todo tipo de pócimas, tanto para arreglar dolencias físicas como para paliar el mal de amores, atraer clientes o incrementar la actividad sexual. También los chamanes se ofrecen para todo tipo de trabajos, como denominan a sus mediaciones, que al parecer remedian casi todo:

“Se realiza lecturas para la salud, trabajo, negocios, amor.

En coca, cigarro, cartas del tarot, naype, tabaco, alcohol, velas.

Se hacen pagos a la pachamama, a los chullpas, a las wacas, a los tios, tias. 

A los cerros Pachjiri, Uchumachi, Illimany, Apacheta, Waraco y demás.

Hacemos limpias espirituales, baños de florecimiento, baños contra hechicerías, baños de purificación, curamos de todo tipo de brujerías y maldades”

Finalmente el viajero abandona La Paz a través del caos y la pobreza de El Alto, y emprende la ruta por un altiplano que reverdece y se llena de vacas y campos de cultivo en la medida que el autobús se acerca al lago Titicaca, camino de la frontera de Desaguadero. Viaja en autobús, precedido por innumerables camiones que transportan combustible y aceite vegetal. Los trámites para pasar de un país a otro son lentos, pero la primera impresión, una vez superada la aduana, es favorable: Perú parece un país con mejores recursos económicos, aunque surcado de carreteras con obras permanentes.

PERÚ

La ruta transcurre por el distrito de Copani con la presencia constante del lago a la derecha y una sucesión de ovejas, alpacas, casas de adobe y techos de calamina en las innumerables casitas desperdigadas en una llanura cada vez más fértil. A 4.000 metros de altura y con el sol en su cénit, el Titicaca regala un color azul intenso, con vistosos cumulonimbos de algodón procedentes de las columnas de aire cálido y húmedo, eternamente parados sobre un lago que adopta la forma de un puma atrapando un conejo y mide 8.500 kilómetros cuadrados. Aquí surgió la poderosa civilización inca.

“Inca significa hijo del sol, lo que ligaba a las personas con la luz. El corazón sería el sol y era representado por el oro, que a su vez representa la grandeza del ser humano”, indica un pasajero para iniciar una conversación que no se prolonga demasiado. Puno está repleto de pizzerías y de agencias de viaje que proponen visitas a las islas donde habitan los Uros Chulluni.

Lago Titicaca.

En esta ciudad, que celebra como ninguna las fiestas de la Candelaria, muchos optan por pernoctar en la isla de Taquile y otros dedican la jornada a visitar la isla Amantani, la más poblada del lago y la más alta del mundo, donde sus habitantes se jactan, entre otras virtudes, de ser estrictamente vegetarianos. El trayecto de regreso a Puno dura tres horas y media. Barcas motorizadas surcan el lago para visitar por riguroso orden las islas de los Uros, construidas con bloques de raíces de totora, una planta acuática cuyo tallo mide entre uno y tres metros, de manera que todas se benefician por igual de las visitas turísticas.

Unos tres mil nativos viven de la venta de artesanía, ubicados en pequeñas parcelas tejidas en escasos metros cuadrados, y redondean sus beneficios invitando a los turistas a navegar en balsas de juncos a cambio de una donación voluntaria. “Kamisaraki” o “Cami saraki” es una expresión en aymará que significa “Hola, ¿cómo estás?”, aunque según indica el guía que también es uro, se puede interpretar como “Dios pagará”. Pero pobre del turista que no deje sendos soles peruanos en su visita a las islas, porque el control sobre los visitantes cuando no compran recuerdos turísticos es implacable.

Catedral de Cusco en la Plaza de Armas.

En esta larga travesía en dirección al océano Pacífico vale la pena recorrer por carretera la ruta que conduce de Puno a Cusco, aunque también es posible realizar el mismo trayecto en tren. En la estación de buses unas voces extremadamente escandalosas anuncian los destinos de cada flota con el mismo tono que los niños de San Ildefonso cantan los números de la lotería de Navidad. “Arequipa, Arequipa, Arequipa” “Copacabana, Copacabana, Copacabana” “Cusco, Cusco, Cusco”. Sin duda, antes de contratar al personal que vende los boletos en las taquillas, se les somete a algún tipo de prueba para calibrar su timbre de voz.

Una pareja de mochileros transporta una maleta extra que contiene un gato, enfrentándolo a unas carreteras en restauración permanente. El bus elegido por el viajero, una flota que responde al nombre de Libertad, tiene la luna delantera rota y la han restaurado con un pegamento que impide la visibilidad, aunque al menos los cinturones de seguridad funcionan. Los cristales se entelan a medida que el autobús asciende hasta que la ruta traspasa el pueblo de Kunurana Alto, en la cordillera andina de La Raya. Una vez superado el puerto de montaña denominado Abra la Raya, a 4.338 m, la carretera se desliza entre valles fértiles y sugerentes colinas.

Antes de llegar a Cusco, también ciudad Patrimonio de la Humanidad, existe la posibilidad de visitar un lugar que en esta travesía de visos planetarios introduce ahora al viajero a paisajes equiparables a la superficie de Júpiter. Se trata de las montañas coloreadas de Palccoyo, a 4.971 metros de altura, menos turísticas que las de Vinicunca, pero más accesibles una vez rebasada la población del mismo nombre. Caminando apenas tres cuartos de hora se llega al tercer mirador, el principal, aunque hace falta pagar una tarifa de entrada, cinco euros contributivos para la comunidad, si bien a la vista de la falta de recursos de que adolecen sus habitantes a semejante altura se da por bien empleado el donativo.

Una vez pasado Urcos, otro pueblo típico por las tradicionales vestimentas de sus mujeres, cuatro grandes pancartas separadas por unos 10 kilómetros dan una cálida bienvenida a los viajeros. “Cusco. Capital histórica de Latinoamérica”. Los grandes muros de la calle Hatunrumiyoc, restos de una antigua plataforma ceremonial inca construida en piedra diorita verde; una Plaza de Armas —la más bella del mundo andino— ubicada sobre un antiguo pantano donde se erigen la catedral y la iglesia de la Compañía de Jesús; el convento de Santo Domingo; la calle Intik’ijllu; el parque arqueológico de Sacsayhuamán; el templo del Qoricancha (el más importante del imperio inca); el mirador del Cristo Blanco; el bosque ritual de Q’enqo o el fuerte de Puca Pucara, sin contar las innumerables callejuelas que conducen a la plaza de San Blas o al pintoresco mercado central de San Pedro, confirman el rango monumental de una ciudad que también es la puerta de entrada a Machu Picchu.

Ollantaytambo, puerta de acceso al Valle Sagrado de los incas.

Hay muchas maneras de llegar hasta esta fortaleza perdida sobre el valle sagrado de los incas, una obra maestra de la arquitectura y de la ingeniería divulgada para el mundo en 1911 por obra y gracia de Hiram Bingham, aunque con la ayuda del pequeño Pablo Recharte. En realidad, el norteamericano buscaba la ciudad perdida de Vilcabamba y está demostrado que Agustín Lizárraga, un peruano de Mollepata, conocía ya su existencia nueve años antes, pero no pudo dar a conocer su descubrimiento debido a la falta de medios en su país. La National Geographic Society y la Universidad de Yale colaboraron en los trabajos arqueológicos de Machu Picchu, si bien las malas lenguas afirman que muchos tesoros arqueológicos del Perú fueron expoliados con rumbo a Estados Unidos y a múltiples colecciones privadas, amparados por el consentimiento que las autoridades concedieron exclusivamente para este lugar.

Un tren turístico que es bastante caro, aunque también es la manera más cómoda de trasladarse hasta la población de Aguas Calientes, rebautizada Machu Picchu Pueblo, se toma en la bella localidad de Ollantaytambo. No es raro que el dúo de asistentes de cada vagón interpreten, convenientemente disfrazados de incas, historias de amor del tipo Romeo y Julieta; o protagonicen un pase de modelos para entretener a los viajeros, cuando estos no están absortos contemplando el espeso bosque que pende sobre el río Urubamba o la montaña de Sahuasiray al otro lado. Los trenes hacen una parada en el famoso kilómetro 104 para los animosos que desean llegar hasta la fortaleza caminando por el Camino del Inca. Aparte, el cupo de entradas a Machu Picchu están limitadas y conviene encargarlas con anticipación. 

Playa en el barrio de Barranco, Lima.

Una vez visitado Cusco y sus alrededores, un avión lleva al viajero en una hora y media a Lima, la capital del Perú. Ahí, desde el lujoso enclave del Larcomar que se asoma a la Costa Verde de Miraflores, o descendiendo hasta el Océano Pacífico a través del puente peatonal que concluye la bajada de baños en el barrio de Barranco, se puede finalizar la travesía que se inició en las aguas del Atlántico, en la lejana Río de Janeiro. Tres mil ochocientos kilómetros aproximadamente en línea recta. Es posible dejar para cualquier otro momento la visita al centro histórico de Lima o un obligado paseo por los barrios de Miraflores y Barranco. En total, un recorrido culminado en tres semanas de viaje, combinando el trayecto con vuelos cortos o en flotas locales, para observar paisajes interplanetarios al lado de campesinos y campesinas con polleras coloreadas y sombreros de hongo. Compañeros de viaje parcos en palabras, pero honrados a carta cabal. Un viaje inolvidable recorriendo la distancia entre dos grandes océanos. 

Las termas romanas más impresionantes en un pueblo oculto en Barcelona: más de 1000 años de historia

 CronicaGlobal

Unas termas romanas

Unas termas romanas

El legado romano en Cataluña está presente en numerosos rincones del territorio, mostrando la influencia y grandeza de esta civilización. Desde Empúries, con sus únicas ruinas griegas y romanas en España, hasta Tarragona, con su circo, anfiteatro y teatro romano, hay varios ejemplos de este vasto patrimonio histórico. Sin embargo, hay joyas menos conocidas que también destacan, como las termas romanas privadas de Sant Boi de Llobregat, situadas a tan solo 20 minutos en coche de Barcelona.

Estas termas, construidas a finales del siglo II d.C., formaban parte de una villa romana que prosperó gracias a la producción de vino, una actividad económica clave en la época. A lo largo de los siglos, las termas estuvieron en uso hasta el siglo V d.C., ofreciendo a sus propietarios un espacio lujoso para el cuidado personal y el ejercicio.

Aunque no son tan majestuosas como las de Caldes de Malavella, las termas de Sant Boi son un ejemplo impresionante de la ingeniería y el confort romano, y constituyen uno de los baños privados mejor conservados en Cataluña.

Cómo son

Las termas de Sant Boi de Llobregat contaban con dos recintos principales: la palestra, destinada a los ejercicios físicos, y los baños propiamente dichos. Estos baños estaban divididos en dos edificios paralelos.

El primero albergaba el frigidarium (cámaras frías), que incluía la ceja piscinalis y una piscina de agua fría. También estaba presente el apodyterium o vestidor, un espacio más inusual tratándose de unas termas privadas. Aquí los bañistas se desnudaban, dejando su ropa en estanterías vigiladas por esclavos, y se calzaban con zapatillas de madera para protegerse del calor generado por el sistema de calefacción subterráneo.

Termas romanas de Sant Boi

Termas romanas de Sant Boi 

El segundo edificio estaba dedicado a las cámaras calientes, como el tepidarium (sala tibia), el sudatorium (baño de vapor) y el caldarium (baño caliente). Estas salas se calentaban mediante el sistema de hipocausto, una sofisticada tecnología romana que mantenía la temperatura del agua y el ambiente en niveles óptimos.

El día del descubrimiento

Las termas de Sant Boi fueron descubiertas en 1953 y se encuentran en un estado de conservación excepcional. Durante siglos, la construcción de una masía sobre ellas en el siglo XVII contribuyó a su preservación al protegerlas de la intemperie y la actividad humana.

En 1959, la Diputación de Barcelona intervino para proteger aún más los restos, construyendo un edificio que cubriera las ruinas. No fue hasta 1998 que las termas fueron inauguradas oficialmente con su cubierta actual, permitiendo su acceso al público.

Importancia de las termas

Este yacimiento arqueológico ofrece una visión clara de la vida cotidiana en una villa romana, incluyendo el descubrimiento de un centro de producción de ánforas bajo el frigidarium, lo que refleja la integración de actividades domésticas e industriales en esta villa.

Estas termas, aunque menos famosas que otras ruinas romanas, ofrecen una experiencia única para quienes buscan descubrir el legado romano más allá de los principales sitios turísticos.

Cómo llegar

Para llegar a las termas romanas de Sant Boi de Llobregat desde Barcelona en coche, se puede ir por la autovía C-31 en dirección a Castelldefels. Después de unos 15 minutos, se debe tomar la salida hacia Sant Boi por la carretera BV-2002. Desde allí, se sigue hacia el centro de la ciudad, donde se encuentran las termas, cerca de la iglesia de Sant Baldiri, en pleno casco antiguo. El trayecto desde el centro de Barcelona toma aproximadamente 20-25 minutos en coche, dependiendo del tráfico.

En transporte público, la opción más rápida es tomar la línea L8 de Ferrocarrils de la Generalitat (FGC) desde Plaza España hasta la estación de Sant Boi. El trayecto dura unos 20 minutos. Desde la estación, se puede caminar unos 10 minutos hasta las termas, que están situadas en la calle del Pont, muy cerca de la iglesia de Sant Baldiri.

La estación de tren abandonada más terrorífica de Cataluña: construida en 1913 delante del mar

 CroniGlobal


Estación fantasma de Vallcarca

Estación fantasma de Vallcarca 

Cataluña es el primer lugar de España donde llegó el ferrocarril. Como es bien sabido, hace más de 125 años se inauguró la primera línea de tren en el país que unía las ciudades de Mataró y Barcelona. Desde entonces, el tejido ferroviario no ha dejado de crecer.

Todo el país ya está conectado en tren, las líneas de alta velocidad no dejan de proliferar y esto hace el transporte de mercancías y personas mucho más fácil. Pero en este desarrollo también han habido altibajos. Las necesidades poblacionales, económicas y culturales han hecho que muchas líneas caigan en desuso y directamente hayan desaparecido.

En Cataluña, donde la red creció a gran velocidad, muchas vías han dejado de funcionar y, en cambio, la infraestructura ha quedado allí. Algunas de ellas se han convertido en un atractivo turístico. De hecho, desde el departamento de Turismo se ha creado la red de las llamadas Vías verdes, que no es más que caminos de montaña que siguen el recorrido de las antiguas vías ferroviarias.

Otra de las zonas abandonadas son las estaciones. Algunas tienen un tráfico cada vez más residual, como las de Portbou o Garraf, por poner dos ejemplos de paradas con escaso tránsito ferrovario. En cambio, hay algunas que están directamente abandonadas. Pero no por ellos carentes de atractivo.

Estación de Vallcarca | WIKIPEDIA

Estación de Vallcarca 

Dónde está la estación fantasma 

A una media hora de Barcelona, por ejemplo, y pasada la citada estación de Garraf se encuentra otro apeadero, por el que los trenes pasan a diario, pero nunca se detienen. Algo que sí hacían antes. Se trata de Vallcarca.

Conocido por su cementera y por las excavaciones allí realizadas, este pequeño núcleo industrial, ubicado en la costa catalana, tiene una historia estrechamente vinculada a la industria catalana y al transporte marítimo. Aunque también a la historia de Cataluña. De allí salió buena parte del cemento utilizado en grandes obras como los embalses de Susqueda y Sau, así como en la construcción de edificios de la Universidad de Barcelona.

Su crecimiento e importancia fue tal que en 1913 se construyó el puerto de Vallcarca para facilitar la salida de los materiales producidos en la fábrica de cemento Fradera y en las canteras cercanas. Desde este puerto, buques mercantes transportaban cemento a las Islas Baleares y otros puntos de la península. 

El problema era la ubicación. Los conocedores de la zona saben que Vallcarca está situado justo en unos acantilados que dan al mar. Allí se perforó la tierra para la cantera, pero también para construir la carretera que une Sitges con Barcelona, una carretera de curvas aún temida por muchos.

El impacto de la Guerra Civil en la estación

Con semejante emplazamiento, se decidió facilitar el acceso a los trabajadores de la zona que trabajaban en la cementera y la cantera. Así, se erigió una estación de tren que fue de vital importancia para los obreros. Una estación que también tiene su historia.

Durante la Guerra Civil, Vallcarca fue un objetivo militar de gran importancia debido a su infraestructura industrial y portuaria. En 1937, los aviones de las fuerzas fascistas bombardearon la zona, afectando tanto la fábrica como el puerto. En aquel tiempo, la estación de tren de Renfe era el principal medio de transporte para los trabajadores que residían en la colonia industrial y también quedó afectada por los bombardeos. 

Cimentera de Vallcarca | WIKIPEDIA

Cimentera de Vallcarca |

Una industria de éxito

Pese a todo, la fábrica y la estación se repusieron. Como se dijo, de allí salieron las piedras necesarias para dos de los pantanos más conocidos e importantes de Cataluña. Los problemas, pasadas todas las dificultades, fueron otros.

Las condiciones de vida en Vallcarca eran duras, ya que el polvo de las fábricas cubría la zona y afectaba la salud de sus habitantes. Aunque se intentó mitigar este problema con maquinaria importada de Alemania, el equipo pronto dejó de funcionar.

El ocaso de Vallcarca

A mediados del siglo XX, las nuevas generaciones de Vallcarca se resistieron a seguir trabajando en las precarias condiciones que habían aceptado sus antecesores. Muchos de estos jóvenes dejaron sus hogares, que pertenecían a la fábrica, y buscaron nuevas oportunidades laborales en Sitges. Este cambio generacional contribuyó al abandono gradual de la colonia de trabajadores y al eventual cierre de la estación de tren en 1994.

Las antiguas viviendas de los trabajadores y la estación de tren permanecen desiertas, creando una atmósfera fantasmal, especialmente al caer la noche. 

Proyectos de futuro

Aunque la playa de Vallcarca sigue atrayendo a algunos visitantes en verano, el polvo de las canteras puede ser un inconveniente en días ventosos, lo que refuerza la sensación de abandono de este rincón olvidado de Cataluña. Claro que para algunos, eso lo hace precisamente atractivo. El problema es que el mal estado de la infraestructura hace poco recomendable acercarse.

Vallcarca, con sus edificios en ruinas, es un testimonio del pasado industrial de la región y del paso del tiempo. Un lugar en peligro de extinción que, a pesar de su historia, sigue siendo desconocido para muchos.

El multimillonario y magnate mexicano Carlos Slim ha mostrado interés en hacer de Vallcarca un hub audiovisual y viviendas. Su supuesto plan pasaría por ubicar en este enclave (situado en pleno parque natural del Garraf) un gran espacio dedicado a rodajes. Además, el mismo proyecto --que lleva FCC-- incluye la construcción de viviendas en la zona. No obstante, los planes de Slim y FCC se encuentran en punto muerto. 

Cómo llegar a la estación de Vallcarca, en Garraf

La manera más sencilla de llegar hasta la estación fantasma de Vallcarca es coger la carretera C-32 en dirección a Sitges. Pasando de largo Garraf, encontrarás la estación, junto a la cementera. Realmente, no hay forma de llegar en transporte público, por lo que si quieres ir en tren, deberás hacer una excursión desde la estación del Garraf hasta la de Vallcarca.

No es Jurassic Park: el nido de dinosaurios más grande de Europa se encuentra en los Pirineos de Lleida

 CroniGlobal


Huevos de dinosaurio

La ficción ha hecho mucho daño, pero a veces tiene ciertos paralelismos. Así, cuando uno piensa en dinosaurios, rápidamente se le viene a la cabeza la mítica película de Jurassic Park.

Si bien, por suerte, nadie ha tenido una idea tan loca como para desarrollar el ADN de estos seres extintos, esa idea de unos huevos de dinosaurios enormes sí se acerca a la realidad. Y no hace falta ir a verlos a Estados Unidos

Dónde está

En el corazón de los Pirineos de Lleida, en la localidad de Coll de Nargó, se encuentra uno de los hallazgos paleontológicos más importantes de Europa: el mayor nido de dinosaurios descubierto en el continente. Pero no solo fue un destacado encuentro, sino que es una de las joyas de un museo de la zona.

Este impresionante fósil es el protagonista del Museo Dinosfera, un centro dedicado a la paleontología que se ha consolidado como un referente en la región para el estudio de los dinosaurios y su reproducción.

Un huevo especial

La importancia del huevo amniota en la evolución de los dinosaurios es uno de los temas principales en la exposición, que muestra cómo este elemento fue crucial para su adaptación al medio terrestre. A través de fósiles originales y réplicas, los visitantes pueden observar huevos de dinosaurios encontrados en diferentes partes del mundo y, en particular, en el Pirineo catalán.

El gran nido de Coll de Nargó es el punto culminante de la visita. Este descubrimiento, datado en unos 70 millones de años, es la puesta de huevos de saurópodo más completa que se ha encontrado en Europa. El museo explica detalladamente cómo se llevó a cabo la excavación de este fósil y el complejo proceso de restauración y estudio que siguió al hallazgo.

El nido más grande de Europa

Aunque poco conocido, este equipamiento cultural permite a los visitantes realizar un viaje al pasado de más de 66 millones de años, cuando los dinosaurios habitaban la Tierra. Y no sólo la Tierra, lo que ahora se conoce como Cataluña.

Dinosfera de Lleida

Dinosfera de Lleida

El museo está organizado en nueve áreas temáticas, cada una de las cuales ofrece una visión detallada de los diferentes aspectos de la vida y el entorno de estos gigantes prehistóricos. Las primeras salas se centran en la recreación de los paisajes del Pirineo durante el periodo en el que los dinosaurios vivieron, destacando los yacimientos clave de la región, entre ellos el de Pinyes, donde se descubrió el nido más grande.

Qué (más) ver en el museo

El museo no se limita solo a la exhibición de fósiles, sino que ofrece una experiencia interactiva para los visitantes. A través de actividades y juegos, los más curiosos pueden ponerse en la piel de un paleontólogo, participando en simulaciones de excavaciones y exploraciones para entender el trabajo científico que se lleva a cabo en este campo. 

Las investigaciones científicas sobre dinosaurios continúan avanzando, y Dinosfera dedica una parte de su exposición a explicar las investigaciones en curso y los estudios futuros que seguirán ampliando el conocimiento sobre estos reptiles prehistóricos.

Una de las últimas áreas del museo trata sobre el dominio de los mamíferos tras la extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años, ofreciendo una visión del impacto que tuvo ese evento en la evolución de la vida en la Tierra. En esta sección, se muestran fósiles de mamíferos del Mioceno, lo que permite trazar un puente entre el pasado de los dinosaurios y la fauna que vino después de ellos.

A pesar de que la población catalana no conoce tanto este equipamiento, Dinosfera es parte de una red más amplia conocida como "Dinosaurios de los Pirineos", que incluye varios museos y centros de interpretación dedicados a la paleontología en la región. Cada uno de estos puntos permite descubrir diferentes facetas de la vida prehistórica en los Pirineos, creando una experiencia única para quienes buscan aprender más sobre la historia de la vida en la Tierra.

Una experiencia especial

Además de la experiencia científica y educativa que ofrece el museo, la región de los Pirineos de Lleida es un destino turístico que invita a disfrutar de sus paisajes naturales, gastronomía local y la rica historia de la zona. Una visita a Dinosfera no solo es una inmersión en el mundo de los dinosaurios, sino también una oportunidad para explorar una de las áreas más impresionantes de Cataluña.

El museo es un destino ideal tanto para los amantes de la paleontología como para quienes busquen una experiencia cultural diferente. Descubrir el mayor nido de dinosaurios de Europa en un entorno tan privilegiado es una actividad única que atrae tanto a curiosos como a investigadores.

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