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Una maravillosa rareza del país nipón.
Japón nos ha enamorado desde siempre con postales únicas, paisajes, tradiciones y costumbres que fascinan al mundo entero, pero aún nos reserva sorpresas como las dunas de Tottori, un espacio hipnótico, obra de la naturaleza, que nos cuesta relacionar con el país nipón.
Un desierto en miniatura
Aterrizamos en la prefectura de Tottori, en la isla de Honshu, la misma en la que se emplaza Tokio. Una prefectura poco poblada ocupada en una importante proporción de su territorio por espacios naturales protegidos como el Geoparque Mundial de la Unesco del Parque Nacional Sanin Kaigan, donde precisamente se localizan las dunas de Tottori.
No deja de llamar la atención, sin embargo, que dentro de este contexto natural nos encontremos las dunas junto a una ciudad que, a pesar de no superar los 200.000 habitantes, presenta una alta densidad de población. Es más, el acceso a este espacio natural se realiza fácilmente desde la ciudad de Tottori tomando un bus que enlaza con el telesilla que la une directamente con este lugar en pleno litoral japonés.
Las Tottori Sakyu, según su nombre en japonés, son un monumento natural de arena en constante evolución que se ve ondulado y modificado continuamente por los vientos marinos que afectan a la costa. Sus aproximadamente quince kilómetros de largo y casi dos y medio de ancho dan buena cuenta de que Tottori son mucho más que las típicas dunas que podamos encontrar como teloneras de ciertas playas. A pesar de que no son el sistema dunar más grande de Japón – este privilegio corresponde a las dunas de Sarugamori, en la península de Shimokita -, sí es el más impresionante, como atestiguan los cerca de cincuenta metros de altura que alcanzan las dunas más altas, dando la sensación de que nos encontramos en un pequeño desierto.
Un lugar extraordinario entre arena y mar
Las dunas gigantes de Tottori son una gran atracción dentro de Japón. Cientos y cientos de miles de personas visitan cada año este espacio natural cargado de belleza que es toda una rareza en el país. Un tesoro natural nacional que cuenta con el aliciente de su conjunción con el mar, formando un paisaje de contraste entre los colores del agua y de la arena, que son una de las grandes atracciones para los amantes de la fotografía. La duna Umanose, la mayor de todas ellas, constituye una atalaya excepcional desde la que admirar en su inmensidad este pequeño desierto rayando con el mar. Desde aquí las puestas de sol parecen sacadas de un cuento y no son pocos los que aguardan hasta la caída de la noche para observar las estrellas o para disfrutar del espectáculo del Isaribi, el tradicional fuego que encienden las embarcaciones pesqueras cuando salen a faenar cerca de la costa. Tottori es célebre además por los patrones que forma el viento sobre la arena, ondulando las dunas de forma caprichosa pero con composiciones regulares que los propios japoneses dan nombre según el dibujo, diferenciando entre saren, sachu o fumon.
Bien es cierto que, junto a esta profunda admiración por los patrones, tan arraigada en la cultura japonesa, Tottori es igualmente conocida por la presencia de camellos que, aunque atípicos, sirven de transporte para largos paseos por las dunas, uniéndose a otras múltiples actividades ofertadas a los turistas en este espacio, como el sandboard o el parapente. Durante el verano la arena adquiere tonalidades más blanquecinas por la intensidad de la luz solar y el contraste con el azul del mar de Japón es más intenso, pero el resto de estaciones aportan todas ellas sus propias características a Tottori de manera que la visita merece la pena a lo largo de todo el año.
La primavera añade a la belleza del lugar la aparición de las pequeñas plantas autóctonas que nacen en la arena, alguna de ellas muy relevantes en el ámbito científico en el contexto del Geoparque Mundial. El otoño, por su parte, es uno de los periodos más especiales en este espacio gracias al crecimiento de la flor de Rakkyo, la “cebolleta” japonesa, que tiñe de colores violetas el entorno. Mientras, el invierno ofrece estampas excepcionales cuando llegan las nieves. La imagen de las dunas cubiertas de un manto de nieve es un auténtico regalo para la vista.
No podemos obviar tampoco, al margen del espacio natural en sí, la presencia en el lugar del Museo de Arena, creado como tal hace más de una década como respuesta al éxito que tuvo una anterior carpa de exposiciones en la que comenzaron a mostrarse al público esculturas de arena. Una muestra de arte efímero que ha evolucionado en el único museo interior que exhibe esculturas de arena, creadas por los mejores artistas del mundo en esta modalidad. Se trata de obras efímeras, pues cada año se realizan obras nuevas con una temática distinta, utilizando la arena de las dunas y, al finalizar la exhibición, la arena es devuelta a su medio natural. Toda una llamada al arte a través de la arena en el marco incomparable de las insólitas dunas de Tottori.
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