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La trastienda de la icónica Halong Bay de Vietnam guardaba un secreto verde esmeralda: la menos masificada Lan Ha Bay, todo un paraíso para perderse entre pueblos flotantes e islotes de cuento.
Es una verdad universal que visitar Vietnam sin dejarse caer por Halong Bay (o Bahía del Dragón Descendente), flamante Patrimonio Unesco y una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, sería lo más parecido a un sacrilegio.
Formada por casi 2000 islas, esta bahía sumergida en el Mar de China nace de una leyenda que habla del ejército de dragones enviado por el Emperador de Jade para proteger las costas vietnamitas de los antiguos invasores chinos. Estas bestias, que escupían llamas verde de joyas y jade, formaron una brillante muralla que impidió el acceso de los enemigos. Los restos de aquella empalizada sería el Halong que hoy todos conocemos.
Un paraíso de tantos colores como formas de adentrarse en los secretos de sus islotes kársticos si bien, claro, el overtourism es evidente, de ahí que buscar alternativas parezca complicado en un primer momento. O quizás no.
Nos sumergimos en la hermana pequeña de Halong Bay, Lan Ha Bay, todo un oasis donde podríamos quedarnos un día entero (o una vida).
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Lan Ha Bay: háblame de nuevos verdes
Debió ser un aviso del destino, especialmente durante una primera etapa de viaje por Vietnam que resultó de lo más intensa. En mi cabeza, mi hotel se encontraba en Halong Bay, todo bien. Tras dos horas de autobús desde Hanoi, atravesamos Cat Ba, la isla más grande de la bahía, indico al conductor el nombre de mi alojamiento y, para cuando me encuentro con la mochila en mitad de una carretera que desaparece en un verde eterno, alguien me dice que esto es Lan Ha Bay. Halong, si eso, me daría tiempo al día siguiente.
Ante la imposibilidad de extender mi estancia, y tras dejar el equipaje en el albergue, comienzo a andar, a seguir esa carretera hacia los escarpados contornos de la isla: un búfalo errante, ropa tendida entre las plataneras y una bahía desierta donde una joven viene corriendo al grito de Boat! Boat! El padre de esta chica - cuyo nombre no recuerdo - era un humilde pescador que, en sus ratos libres, llevaba a los pocos turistas extraviados por la bahía de Lan Ha, situada al sur de Halong y donde apenas asomaban las velas naranjas de las embarcaciones típicas.
Este señor con el que comencé a comunicarme a través de señas y Google Maps no dudó en llevarme entre algunos de los islotes, donde se avistan playas de arena y pueblos de colores sostenidos sobre palafitos y bidones azules. Espejismos que se vuelven reales cuando ves cómo los niños se las ingenian para jugar con la pelota sin que nunca caiga al agua y las barcas de pescadores atracan llenas de ovillos de redes cargados de historias.
Debió ser a la altura de Cai Beo, uno de estos pueblos flotantes, cuando la barca se averió y aquel buen hombre pasó media hora arreglando el motor. En aquellos 30 minutos, la brisa trajo un extraño aroma a pescado e incienso, el silencio se apoderó de estos 300 islotes y en la cueva de una de las cumbres me pareció ver asomando la cola engarzada de joyas de un tímido dragón.
Finalmente, el motor arrancó, pasamos por Viet Hai Village, otro pueblo flotante fundado por un grupo de pescadores que llegó huyendo de un tifón.
El conductor de la barca me sonríe, sospecho que algunos lugares solo existen mientras te detienes, el tiempo transcurre, el color esmeralda se derrite y, por un momento, das las gracias de haberte confundido.
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