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Nos sumergimos en San Gregorio Armeno, conocida mundialmente como la calle de los belenes para disfrutar de la Navidad en su máximo esplendor.
En una ciudad en la que reina el caos y Maradona es su dios absoluto, la creación de pesebres es una forma de arte que no solo simboliza la celebración de la Navidad, sino también la identidad cultural de sus ciudadanos. Y es que Nápoles es, sin duda, la mejor ciudad para ver belenes de Navidad del mundo.
Historia de los belenes napolitanos
La tradición de los belenes en Nápoles tiene raíces que se remontan al siglo XIII. Se cuenta que San Francisco de Asís popularizó los primeros pesebres vivientes en Italia, y la costumbre se extendió a otras regiones, incluyendo Nápoles. En cambio, no fue hasta el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III de Borbón, cuando los belenes napolitanos alcanzaron su máximo esplendor.
Carlos III era un gran admirador del arte y las tradiciones; por ello, fomentó la elaboración de belenes en su corte. Los artesanos napolitanos comenzaron a incorporar detalles minuciosos y elementos de la vida cotidiana en sus pesebres, transformándolos en auténticas obras de arte. Desde entonces, los belenes napolitanos no solo representan escenas bíblicas, sino también retratan la vida y la cultura de la época.
San Gregorio Armeno: el corazón de los belenes
El viajero que quiera descubrir el epicentro de esta tradición deberá dirigirse a la famosa calle de San Gregorio Armeno, conocida mundialmente como la calle de los belenes. No es una calle grande, sino un estrecho pasaje lleno de talleres y tiendecitas donde los artesanos despliegan toda su imaginación.
Durante la Navidad, la calle se llena de figuritas. Y las hay de todo tipo: desde las más tradicionales (María, José, el Niño Jesús o los pastores) hasta personajes de la vida pública y celebridades (el Papa, Maradona y otros jugadores de ‘calcio’ están siempre entre las figuras más vendidas). Esta mezcla de lo sagrado y lo profano refleja a la perfección el espíritu napolitano: una profunda devoción que se entremezcla con mucho humor y creatividad.
Lo que distingue a los belenes napolitanos es el nivel de detalle que implica su creación. Cada figura está hecha con terracota y pintada a mano de forma minuciosa. Además, los ropajes se elaboran con telas reales, que imprimen más realismo a las figuras.
Pero los belenes no solo se limitan a las figuras; también incluyen escenarios que recrean paisajes rurales, mercados y tabernas. También cuentan historias de la vida cotidiana de la ciudad, con la presencia de vendedores ambulantes o artesanos.
Visitar Nápoles durante la Navidad es una experiencia que todo viajero debería vivir en algún momento de su vida. Además de San Gregorio Armeno, la ciudad se llena de exposiciones y ferias dedicadas a los belenes. El Museo Nacional de San Martino, por ejemplo, ofrece una de las colecciones más importantes de belenes históricos, incluyendo el ‘presepe cuciniello’. Este belén creado en el siglo XIX, cuenta con cientos de figuras y escenas que transportan a los viajeros al Nápoles de hace siglos.
Gastronomía navideña en Nápoles
Y si se viaja a Nápoles, ninguna visita está completa sin disfrutar de su gastronomía. Más allá de sus platos típicos (esa pizza frita, su cuoppo di mare o el pagnottiello), durante la Navidad, también se venden dulces tradicionales, como los struffoli, pequeñas bolitas de pasta frita bañadas en miel y decoradas con fideos multicolores, y el roccocò, una galleta especiada y crujiente.
En definitiva, Nápoles es el lugar perfecto para sumergirte en el espíritu navideño gracias a sus belenes y un ambiente festivo único que se extiende más allá de la calle de San Gregorio Armeno. Una ciudad que, tanto para lo bueno como para lo malo, vive todo con una intensidad extraordinaria.
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