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La auténtica cultura mongola se descubre en su estepa central, entre la antigua capital imperial Karakórum y la taiga siberiana del lago Ubsugul.
Mongolia es todavía un país muy desconocido. Situado en el corazón de Asia Central, con Rusia al norte y China al sur, ha llegado hasta nuestros días con un territorio propio y una identidad de raíz nómada, genuina, democrática y única en el mundo. Geográficamente se divide en cuatro partes principales: el desierto de Gobi al sur, el macizo de Altái al oeste, la estepa central con los montes Khangai y la estepa oriental al este.
Aunque todas las zonas son de interés, la auténtica cultura mongola se descubre en su estepa central, entre la antigua capital imperial Karakórum y el lago Ubsugul en la frontera rusa. Aquí hay monolitos de la edad del bronce, nació el Imperio huno que atemorizó Roma y se desarrolló el gran imperio nómada mongol de Gengis Kan en el siglo XIII. Sus sucesores, Ogodei y Kublai Kan, conquistaron China, Rusia, Persia y Mesopotamia, uniendo Europa con el Pacífico, formando el mayor imperio de todos los tiempos en un territorio continuo por el que se expandió la Ruta de la Seda como contó Marco Polo.
Por ello el propio Gengis Kan ha sido nombrado la personalidad más influyente de los últimos mil años. En el siglo XVI se asentó el budismo tibetano construyendo monasterios que fueron destruidos en el siglo XX durante el periodo soviético y que hoy día se están recuperando. Algo más de tres millones de mongoles viven en un país tres veces mayor que la península Ibérica compuesto de montañas, estepas, antiguos volcanes, desiertos, bosques boreales y lagos por los que pastan millones de caballos y yaks en un paisaje de una belleza sobrecogedora.
La capital de un imperio
El recorrido se inicia en Ulán Bator, ciudad dinámica con nuevos edificios sustituyendo los barrios de gers (yurtas) que se extienden por la periferia. Una red de buenos museos, entre ellos el moderno Museo Nacional de Gengis Kan, rodean la Plaza Sukhbaatar, el centro de la capital. En el noroeste se encuentra el Monasterio de Gandan, con la estatua colosal de Buda.
Antes de salir hacia las estepas hay que preparar bien el viaje, aunque la circulación es libre hay muchas pistas de tierra y muy pocas indicaciones. Se sale hacia el oeste y una vez pasado el campo dunar de Bayan Gobi se encuentra Karakórum, la verdadera capital del antiguo imperio mongol. En el sitio arqueológico no queda nada excepto una tortuga de piedra gigante y un buen museo. El material de la ciudad fue reutilizado en la construcción del contiguo monasterio budista Erdene Zuu entre los siglos XVI y XX. El recinto contiene un buen conjunto de templos de estilos mongol, chino y tibetano reconocido como Patrimonio de la Humanidad dentro del Paisaje Cultural del Valle del Orkhon, río que se puede observar desde un mirador al sur de la ciudad.
La tierra de los hombres-reno
El recorrido sigue bordeando los montes Khanghai por su vertiente norte. Una bellísima estepa comunica las aguas termales de Tsenkher con la ciudad de Tsetserleg y su monasterio-museo Zayiin Khuree. Ya virando rumbo al norte se encuentra el volcán Khorgo, junto al lago blanco, en un hermoso parque nacional hito ornitológico en Mongolia.
Más al norte se llega a Mörön, desde donde se accede a los sitios prehistóricos, y más allá está Khatgal, el puerto del gran lago Ubsugul, el segundo lago más grande de Asia Central después del Baikal. Aquí predomina el bosque boreal de grandes coníferas, donde aún quedan unos doscientos tsaatan, los hombres-reno. En peligro crítico de extinción, subsisten cuidando rebaños de renos en estos territorios remotos de inviernos heladores dirigidos por sus chamanes, los brujos protectores de la taiga siberiana.
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